jubilat: condemna a la marginació i l’ostracisme civil

La mayoría de los mayores españoles pasa el día frente al televisor (87%) o junto a la radio (63%). Apenas un 17% se dedica a sus aficiones y un 14% a la actividad física. Pocos van al cine, a ver una exposición o al teatro. En cuanto a las nuevas tecnologías de la comunicación, algo fundamental también para conseguir el envejecimiento activo, apenas un 6% de la gente mayor utiliza internet. Y, hoy en día, es un recurso necesario para mantenerse dentro de la sociedad.

La última encuesta del Imserso sobre el estado actual de los mayores no permite dar grandes saltos de alegría. Según esta, salvo el 30% de los mayores que actualmente se encarga del cuidado de sus nietos, el resto de los mayores reconoce que no tiene excesivas ocupaciones. De hecho, el 15% admite que no tiene nada que hacer y el resto, poco: un panorama lejos de ser positivo y que puede influir de manera clara en el desarrollo del país. La inactividad es el peor enemigo de la edad, porque atrofia no sólo física, sino psíquicamente, según la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), impulsora del denominado envejecimiento activo (acting aging). Atrás quedaron los años en que uno era mayor a los 40 y a los 60 era ya un anciano. El mundo ha cambiado, al menos el mundo occidental, y ahora los gerontólogos explican que la ancianidad no se produce, en términos generales, hasta los 80. En todo este proceso ha tenido mucho que ver, evidentemente, la prolongación de la vida, todo un logro del siglo XX (35 años más desde 1901). Esto ha provocado un aumento considerable de mayores de 65 años, que ya representan el 18% de la población español. Y el porcentaje seguirá creciendo en las próximas décadas. Este panorama ha obligado a las autoridades sanitarias a replantearse la vertiente positiva de la vejez. Porque, si los mayores no se mantienen en forma, si su salud no mejora y se convierten en un lastre para la sociedad, no habrá país que pueda soportar económicamente tanta dependencia.

Desde el toque de atención de la OMS, los países occidentales se han lanzado a conseguir el objetivo del envejecimiento activo, concepto que se sustenta en tres pilares: la participación activa de los mayores en la sociedad, mejora de la salud y seguridad. España es uno de esos países que con más ahínco trabajan en estos objetivos, entre otras cuestiones, porque según las previsiones en breve será el país más envejecido de Europa.

Pero, a pesar de los esfuerzos, aún queda mucho camino por recorrer. De hecho, según explica José María Alonso Seco, director general del Mayor de la Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid entre el 2003 y el 2009, el comportamiento de los mayores españoles se aproxima “escasamente” al modelo de envejecimiento activo. En el artículo “Envejecimiento activo: contrastes y paradojas”, publicado en la revista Panorama Social de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas), Alonso Seco pone de manifiesto que los mayores españoles son los que menos frecuentan actos culturales, pocos son los que inician actividades educativas, también pocos los que participan en acciones sociales y de voluntariado y, menos aún, los que permanecen en el mundo laboral. En cuanto a la salud, casi el 25% de los mayores puede clasificarse como dependientes, es decir, precisan de alguna
ayuda para el desarrollo habitual de su vida.

La encuesta del Imserso apunta en la misma dirección. Aunque, hay que reconocer, como indica el secretario general de Política Social, Francisco Mazo, que cada vez son más los mayores que se suman a este concepto de envejecimiento activo. Pero la realidad es que, según esta encuesta, el 40% de los mayores reconoce que tras la jubilación no hace “nada” (35% los hombres, 45% las mujeres). Y del 60% restante, el 26,6% empezó a hacer deporte (sobre todo, andar), un 12% se apuntó a cursos de manualidades y un 8,8% al turismo. Muy por detrás, en porcentajes que en la mayoría de los casos no alcanzan el 5%, comenzaron a hacer trabajos de jardinería, actividades de voluntariado o de colaboración en la parroquia y en asociaciones, y pocos, muy pocos, apenas un 2%, se apuntaron a cursos de formación, algo que se considera esencial para fomentar la inteligencia en la vejez.

“El nivel educativo de los mayores en España es sensiblemente bajo (apenas estudios primarios) ydifícilmente podremos hablar de envejecimiento activo si no se fomentan bastante más los programas de aprendizaje a medida que la gente empiece a envejecer”, señala Alonso Seco. Los avances en este terreno son grandes (muchas universidades tienen cursos y se han extendido las aulas de aprendizaje), aunque hay que fomentar la participación. Estos programas están orientados no a mejorar la competencia profesional, sino a cultivar la mente, propiciar los valores y a facilitar nuevos conocimientos para desenvolverse en una sociedad cambiante.

7-VIII-10, C. López, lavanguardia