peculiar política matrimonial xinesa

Desde finales del mes de agosto los jóvenes del condado de Cherchen, un recóndito lugar de la convulsa región autónoma de Xinjiang, en el noroeste de China, no salen de su asombro. Las autoridades locales les ofrecen un futuro de color de rosa, superior a lo que hubieran podido imaginar. Todo a cambio de contraer matrimonio con una pareja de otra etnia.
La oferta no resulta insignificante para un colectivo que vive entre el desierto de Taklamakán y la cordillera de Kunlun, con cumbres de más de 6.000 metros de altura. Los mandatarios de Cherchen les ponen encima de la mesa una paga anual de 10.000 yuanes (1.250 euros) durante cinco años y acceso privilegiado a vivienda, educación, empleo y prestaciones sociales. Una cifra muy tentadora en una zona con una renta media anual de 7.400 yuanes (925 euros).
Aparte del dinero, hay una serie de de ayudas inimaginables en otras partes de China: hasta 2.400 euros anuales en asistencia médica. Los hijos de estos matrimonios tendrán educación gratuita hasta la secundaria y dispondrán de una ayuda de 385 euros si optan por la formación profesional o de 825 euros si van a la universidad.
La condición para acceder a estos subsidios es que los han, grupo mayoritario en China, y los miembros de las 55 minorías étnicas del país, formen familias mixtas. La propuesta, sin embargo, no es inocua y aunque está abierta a todo el mundo va dirigida a intentar sofocar el creciente malestar que hay entre los uigures, el grupo mayoritario en esta inhóspita región, y los han. Una tensión que se ha traducido en una creciente espiral de violencia que ha dejado más de 500 muertos en los últimos cinco años.
Un rastro de sangre y muerte que tiene su origen en la incomprensión mutua que se profesan ambas comunidades y que se ha agravado en los últimos tiempos. Los uigures, musulmanes de origen turcomano, consideran que los han son enviados por Pekín para destruir sus costumbres y su cultura e imponer sus directrices. El desarrollo y la modernización de la región han alimentado los recelos y las desconfianzas, así como la aparición de grupos violentos que han llevado a los han a ver a sus vecinos como unos musulmanes extremistas que no reparan en usar la violencia para independizarse.
Este estado de fractura social sugiere que el éxito de la iniciativa es más que dudoso. “Promovemos los matrimonios entre los han y las minorías étnicas con el objetivo de liberar la energía positiva”, ha justificado Zhu Xin, un responsable local, en un artículo publicado en la web oficial de la prefectura de Bayingolin, a la que pertenece Cherchen. Este proyecto entronca con la estrategia del presidente chino, Xi Jinping, para contrarrestar los disturbios étnicos en Xinjiang y Tíbet. El plan compagina controles de seguridad sofocantes con promesas de importantes inversiones en infraestructuras y desarrollo y propuestas para fomentar la mezcla interétnica.
Para el Global Times, del grupo Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista, uno de los principales factores del posible fracaso del proyecto subyace en el materialismo de la idea. Subraya que parte de las críticas que ha suscitado proceden de los sectores que consideran que el matrimonio es un asunto privado y las autoridades no deben inmiscuirse. “El matrimonio es una libertad personal y no se puede fomentar con el uso del dinero”, señaló Pan Zhiping, investigador de la Academia de Ciencias Sociales de Xinjiang.
Otras voces aluden, por su parte, a la aversión que se profesan las dos comunidades. Dilxat Raxit, portavoz del Congreso Mundial Uigur, con sede en Munich, ha augurado el fracaso de la idea porque “la cultura turca de los uigures es muy diferente de la de los han en todos los sentidos, y básicamente no se casan con ellos” y ha recordado que la mayoría de parejas mixtas se divorcian. Una opinión que es compartida por el profesor de la Academia de Ciencias Sociales de Xinjiang, Li Xiaoxia, quien afirma que estas uniones mixtas son muy raras en Xinjiang y no son propensas a propagarse, según el Global Times.
Las estadísticas confirman estas reflexiones. Según los datos más recientes, sólo un 1% de los 10 millones de uigures de Xinjiang forman parte de una familia mixta, frente al 1,5% de los 8,5 millones de han y el 3% de los miembros de otras etnias. Esto explica que, tras dos semanas de vigencia de la iniciativa, ninguna pareja se haya interesado por ella para así sumarse a las 54 familias mixtas que viven en este condado de más de 100.000 personas, de las cuales el 73% son uigures y el 27% han. Resulta muy difícil que dos jóvenes con cultura, religión y lenguas distintas entierren sus diferencias, superen los recelos de sus familias y decidan unir su futuro a cambio de una oferta económica, por suculenta que sea.

10-IX-14, I. Ambrós, lavanguardia