"¡Aquellos locos con sus tebeos!", Raúl Minchinela

Cuando se revisan los convulsos años sesenta, hay dos imágenes que aparecen con frecuencia: los estudiantes franceses en mayo de 1968 y los universitarios norteamericanos quemando sus cartillas militares, negándose a participar en la guerra del Vietnam. Mientras la primavera de Praga se narraba como resistencia a la ocupación, estos grupos se rebelaban contra los suyos y su triunfalismo. La sincronía entre estos dos países concretos se ha relacionado usando la música, las drogas o las obras de intelectuales diversos que misteriosamente permeaban entre los adolescentes. Pero nadie sacó a colación los cómics, que en la época eran percibidos como una cosa de niños, superficial, despreciable.

Los norteamericanos rebeldes habían crecido leyendo MAD,s ubtitulada humor por la yugular. Esta revista nacida en 1952 revolucionó tanto la forma de hacer humor como el objetivo de los ataques. Harvey Kurtzman, que escribía y abocetaba cada página, desvelaba allí el lado oscuro del cine, de los periódicos, de los anuncios. Parodiaba los géneros narrativos y planteaba la cara oculta de la ficción, ideando -por ejemplo- los barrios marginales de Mickey Mouse, que nunca aparecían en el mundo Disney.

MAD mostraba entrega tras entrega que todo era un embuste: mentía la publicidad, mentía la televisión, mentía el cine... hasta la propia revista mentía.

No había ningún mensaje similar en las publicaciones de los años 50. Robert Crumb lo recuerda como un auténtico shock.

Art Spiegelman, premio Pulitzer por Maus,defiende que "fue más importante que las drogas en la formación de la generación que luchó contra la guerra del Vietnam". La rockera Patti Smith es aún más concreta: "Después de MAD, las drogas no eran nada".

De ´Mad´ a ´Pilote´

En Francia, la revista que encandilaba era Pilote, cuyo primer número pasará a la historia como origen de Astérix, el rebelde resistente a la pax romana que cobraría fama mundial, entre muchos otros personajes que seguirían al galo. El principal culpable de la influencia de Pilote sería precisamente René Goscinny, guionista de Astérix:no sólo publicaría allí Lucky Luke, Iznogud y el Pequeño Nicolás, sino que, en un acto de responsabilidad, tomaría las riendas como redactor jefe en 1963, cambiando el panorama de la revista.

Hasta entonces, sólo había dos sabores para la historieta juvenil: la aventura realista y las páginas de humor. Cuenta Mandryka que Goscinny "nos animó a ser creativos, a no buscar el éxito, a hacer algo que tuviera valor para nosotros". La labor de Goscinny como editor es tan importante como su obra, que es decir mucho: dio paso a una nueva generación de autores y les dio carta blanca para sus creaciones. Así, pasaron por sus páginas Moebius (todavía Jean Giraud), Druillet, Gotlib, Reiser, Lauzier, Forest o Tardi. "Coincidió con la explosión de un nuevo estrato social: los estudiantes", subraya Moebius; "en mayo del 68, quienes se echaron en la calle eran nuestros lectores".

La importancia de MAD y Pilote difícilmente puede ser minimizada. Los programas y películas de parodias se cimentan aún hoy en las innovaciones de Kurtzman. La cultura underground se basó fielmente en sus directrices (Krassner definió The Realist como un MAD para adultos). El tebeo francés consiguió bajo la tutela de Goscinny ser visto como un producto para adultos, y logró que los autores vendieran álbumes con su nombre. Pilote dio pie a la aparición del humor de l´Echo des Savanes y Hara-Kiri (adoptado aquí por El Papus y El Jueves)y a la creación de Métal Hurlant,que influiría en múltiples escalas (el futurismo de Blade Runner o las naves sucias y usadas de La Guerra de las Galaxias son dos ejemplos confesos).

El nudo que cierra la historia es que MAD y Pilote tienen un origen común: las cenas que Goscinny y Kurtzman compartían en Nueva York. Goscinny, francés de nacimiento, en Argentina desde los dos años, viajó a Nueva York con su madre buscando una carrera como dibujante. Aterrizaría en un estudio donde coincidió con Kurtzman y los dibujantes Elder, Davis, Severin y Wood, el equipo que después conformaría MAD..

La profunda amistad entre René Goscinny y Harvey Kurtzman es poco conocida hasta para los especialistas del tebeo, pero es, como han visto, una pieza fundamental de la cultura del siglo XX.

Las cenas semanales del matrimonio Kurtzman con Goscinny y su madre crearon el sustento de la cultura paralela. Pero tienen el tabú definitivo: los rebeldes aborrecen pensar que en los momentos críticos esté presente la madre. La conexión Goscinny-Kurtzman revela que la revolución se puede originar entre risas, al calor de los platos de mamá.

18-VIII-10, Raúl Minchinela, culturas/lavanguardia