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Pakistán suspende el internet móvil y cierra fronteras en unas elecciones adulteradas

Injerencia del ejército

Con el candidato favorito, Imran Jan, encarcelado, Nawaz Sharif aspira a ser primer ministro por cuarta ocasión y a terminar su mandato por primera vez

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Nawaz Sharif a su llegada a su colegio electoral en la ciudad pakistaní de Lahore. Al fondo, su hija y heredera política, Maryam Nawaz 

NAVESH CHITRAKAR / Reuters

Este jueves 128  millones de pakistaníes están llamados a las urnas, pero con toda probabilidad, menos de la mitad se molestará en hacerlo. La jornada electoral no será una fiesta de la democracia, como no lo ha sido la campaña, sometida a un clima de intimidación. Por enésima vez, la cúpula de las fuerzas armadas ha dado un puñetazo sobre la mesa, para favorecer un resultado acorde a sus intereses. Para no correr ningún riesgo, el gran favorito, el ex primer ministro populista Imran Jan, fue encarcelado ya en agosto pasado, dieciséis meses después de haber sido expulsado del palacio de gobierno, en una moción de censura patrocinada desde lo más alto.

 

Prueba de la tensión de esta jornada electoral es que el país ha amanecido con la suspensión de internet en los teléfonos móviles.  Asimismo, miles de soldados se han desplegado en los colegios electorales, mientras que las fronteras con Irán y Afganistán permanecen temporalmente cerradas. 

La comisión electoral ha alegado motivos de seguridad para suspener la conexión a internet en los teléfonos móviles.  Ayer miércoles hubo dos atentados sangrientos en sedes políticas en Beluchistán (leer más abajo).  Sin embargo, las autoridades también temen la capacidad de movilización del Movimiento por la Justicia de Pakistán (PTI) de Imran Jan. 

 

Cabe recordar que la semana pasada se sucedieron tres sentencias consecutivas contra Jan, que suman una condena de 31 años de cárcel. Asimismo, su partido, con gran ascendiente entre los jóvenes urbanos, ha sido perseguido con inquina y muchos de sus candidatos -los que no han sido detenidos- no han tenido más remedio que presentarse como independientes. Su símbolo, además, ha sido prohibido. 

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Para mayor desdoro de la eternamente joven y atribulada democracia pakistaní, casi todas las fuerzas políticas han aceptado con gusto bailar al son de la marcha militar. Dicho diseño contempla un cuarto mandato de Nawaz Sharif, al frente de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N). Para hacerlo posible, una amnistía judicial posibilitó el retorno a tiempo de Sharif, que llevaba varios años como prófugo en Londres, a causa de sus problemas crónicos de corrupción. 

Su hermano menor, Shehbaz Sharif, le estuvo calentando la silla en la jefatura de gobierno, desde la moción de censura contra Imran Jan, en abril de 2022, hasta agosto pasado, cuando tomó las riendas un gobierno interino. En el modelo pakistaní, no se permite que el gobierno de turno ponga las urnas para ahorrarle la tentación del pucherazo. Pero el gobierno supuestamente provisional se ha permitido incluso poner a la venta la línea aérea de bandera, PIA, además de prorrogar su mandato hasta que la última sentencia contra Imran Jan ha sido promulgada. 

El primer veredicto, de 14 años de cárcel, por poner a la venta obsequios de gobiernos extranjeros. Prácticamente una anécdota, en un país donde la clase política se dedica al saqueo sistemático de los presupuestos y de la banca pública. El segundo, de diez años de prisión, "por revelación de secretos oficiales", en referencia a una mención vaga de un cable del embajador en Washington. Aunque lo que ya bordea el esperpento son los siete años suplementarios entre rejas "por  boda ilegal", por no haber respetado el margen de tres meses desde el divorcio (de su actual esposa) para contraer matrimonio. 

 

El gran ausente de las elecciones, Imran Jan

PTI

La ira de la cúpula militar contra el carismático Imran Jan -al que previamente habían utilizado contra las dos grandes familias políticas- no está exenta de razones. Tras ser descabalgado como primer ministro -a las pocas semanas de su visita al Kremlin- Jan estuvo varios meses movilizando grandes multitudes, con la exigencia de elecciones anticipadas. En el transcurso de una marcha motorizada recibió un aviso en forma de atentado, con dos balazos en la pierna. 

 

Lejos de arredrarse, el excapitán de la selección de críquet elevó la apuesta contra la jerarquía castrense. En mayo pasado, cuando finalmente fue detenido -ilegalmente- algunos de sus partidarios hicieron lo nunca visto en la historia de Pakistán. Saquear e incendiar algunas bases militares y especialmente, residencias de altos mandos. 

 

Un hombre entra en un colegio electoral cargado de papeletas para mañana en Lahore. Solo un 6% de los candidatos a escaño son mujeres. 

AAMIR QURESHI / AFP

La primacía de la sociedad civil es un pulso que la clase política pakistaní nunca ha resuelto, en tres cuartos de siglo. El deportista Imran Jan, aun siendo un producto de los colegios más selectos de Lahore, no tenía prácticamente ninguna posibilidad de ganarlo. Especialmente teniendo enfrente al resto de partidos, ávidos de repartirse el poder con el permiso de los generales en un regreso a lo que llaman, sin pudor, "el  Pakistán de antes". 

El otro gran partido en liza, el Partido Popular de Pakistán, con pocas posibilidades de vencer, está liderado por el joven Bilawal Bhutto Zardari, hijo de la asesinada exprimera ministra, Benazir Bhutto y nieto del primer ministro ejecutado por los militares, Zulfiqar Ali Bhutto. 

El tipo de carga histórica sobre los hombros que en la vecina India puede entender perfectamente Rahul Gandhi, dirigente de cuarta generación del Partido del Congreso. No en vano, Nueva Delhi sigue siendo la obsesión del establishment militar y de inteligencia de Pakistán, que, gane quien gana, seguirá marcando la línea a seguir en lo que respecta a las relaciones con India, China y Estados Unidos, así como la política nuclear. 

 

La disputada Cachemira sigue presente en las reclamaciones de los pakistaníes, que sin embargo, viven en su mayoría más pendientes de llegar a fin de mes, atenazados por un bajo crecimiento -pésimamente repartido- y una elevada inflación. Para más inri, cada nuevo préstamo del Fondo Monetario Internacional -trabajosamente negociado por la élite burocrática y militar del país, puesto que su envidiable tren de vida depende de él- va acompañado de nuevos recortes en el anémico estado social pakistaní. Pedirles que voten, para que nada cambie, es pedir mucho, incluso a punta de fusil. 

Beluchistán

La jornada de reflexión deja  26 muertos en dos atentados junto a sedes políticas

Dos atentados con bomba en la provincia de Beluchistán han provocado al menos 26 muertos y 37 heridos este miércoles, jornada de reflexión en Pakistán. El artefacto más mortífero -con un balance provisional de catorce fallecidos- fue colocado junto a la oficina política de un candidato independiente, en el distrito de Pishin. Instantes después estallaba el segundo, junto a la sede de un partido político islamista, Jamiat Ulema Islam (JUI), en Qilla Saifullah, cerca de la frontera afgana. Aunque los atentados han sido reivindicados en una cuenta en Telegram de Estado Islámico, estos parecen llevar el sello del Ejército de Liberación de Beluchistán, una guerrilla secesionista laica. El mes pasado, Irán y Pakistán atacaron excepcionalmente sus respectivos territorios, con el pretexto de aplastar a organizaciones armadas beluchis refugiadas en el país vecino. Pakistán acusa a India rutinariamente de apoyar la lucha armada beluchi, mientras que Nueva Delhi acusa a Islamabad de desestabilizar el valle de Cachemira con la infiltración de terroristas.