informe de un viaje (a Cataluña)
Señor presidente del Gobierno: el motivo de este breve informe es relatarle las experiencias de un rápido viaje del cronista a Barcelona. Fechas: lunes 25 y martes 26 de noviembre. Punto de partida: Puerta de Atocha de Madrid. Primer saludo: el de un hombre que se presenta como miembro de Foment y reconoce al cronista por sus colaboraciones con Josep Cuní. Información básica en el andén: hace un año, nadie de Foment quería hablar ni oír hablar de independencia; hoy, más de la mitad de esos empresarios están a favor. Creen que podría ser la solución. Y no les preocupa perder el mercado español, aunque suponga el 30% de sus ventas. Conclusión primera: si eso es verdad, no hay nada que hacer. Se ha entrado en un proceso quizá algo suicida, donde ya no importa el negocio; importa la mística.
Se lo comento más tarde a Junqueras, en un encuentro fugaz. El líder de ERC me aclara que el gran empresariado no se pronuncia públicamente por los intereses y compromisos de sus relaciones con el Estado, pero el 100% de los empresarios pequeños y medianos está por la independencia. Y ERC, creciendo. Con este diagnóstico del líder: cada vez que usted o uno de sus ministros, señor presidente, habla de Catalunya, el partido secesionista gana un escaño. Conclusión segunda: España pierde la burguesía catalana, la que podría estar más interesada en seguir con el Estado español.
Tercera etapa: entrevistas en media docena de medios. Casualidad: en todas las televisiones a las que acude el cronista (8tv, TV3, TVE) se habla de lo mismo en la información, comentarios y tertulias: las discusiones para llegar a un acuerdo sobre la fecha y la pregunta de la consulta. Es el tema catalán, no hay otro. Y anotación de interés, presidente: en todas hay inquietud por saber cómo se ven las cosas en Madrid. Se percibe necesidad de votar, no se sabe cómo se podrá hacer, pero hay convicción de que se votará. Conclusión tercera: el debate catalán es crítico y plural, pero endogámico. Anoto una clamorosa ausencia de presencia explicativa del Estado.
Y cuarta etapa, la calle. Ni un gesto de acritud hacia quien habla en castellano. Máxima cordialidad de quienes reconocen al cronista. Sensación de calma, en espera de lo que pueda ocurrir, que nadie sabe qué será ni cómo será el desenlace. En el aire flotan los avisos de la ANC y sus movilizaciones, que crean la sensación de un movimiento social ya incontrolable por los políticos. En las fachadas y los balcones, grandes pancartas que identifican independencia con progrés y ocupació y ningún mensaje de unidad. Hay menos estelades de las que me habían anunciado, pero las suficientes para percibir que algo ocurre. Y sólo he visto una bandera española. Miento: hay algunas en los quioscos de la Rambla. Pero son para vender. Se lo comunico, señor presidente, por si alguna de estas anotaciones fuese de su interés. Creo que sí.
28-XI-13, Fernando Ónega, lavanguardia