nation building macedònia
¿Cómo puede afirmarse un pequeño país como Macedonia, cuando un vecino, Bulgaria, pone en duda su identidad nacional y otro, Grecia, su nombre? Desde hace dos años, esta pequeña república balcánica de dos millones de habitantes, obligada a llamarse oficialmente Fyrom (acrónimo inglés equivalente a "Antigua República Yugoslava de Macedonia"), despliega una energía y unos medios extraordinarios para demostrar que posee raíces tan antiguas como sus dos vecinos recelosos: está reescribiendo su historia con el bronce y el estuco de decenas de estatuas que adornan Skopie, su capital. Todas se esfuerzan por magnificar el pasado antiguo de los macedonios y se atreven a adjudicar a Alejandro Magno (alias Alejando de Macedonia) la función de ancestro. Una visión que Atenas, conmocionada, califica sencillamente de “apropiación indebida” del más célebre conquistador de su propia historia.
El proyecto de embellecimiento de la capital macedonia, destruida por un terremoto en 1963, es la ocasión perfecta para afirmar un nuevo relato nacional. Presentado con el nombre de “Skopie 2014”, el proyecto combina edificios neoclásicos e incluso barrocos (un estilo jamás utilizado en esta parte agreste de la península de los Balcanes), fuentes, columnatas, puentes peatonales sobre el río Vardar y galeras romanas en los muelles del río, todo ello aderezado con una multitud de estatuas. La más imponente de ellas, de 23 metros de altura y que todo el mundo sabe que representa a Alejandro Magno, lleva el nombre oficial de "Guerrero a caballo", para no herir la sensibilidad de Atenas (ni la de la Unión Europea que, al apoyar a Grecia, da largas a la adhesión macedonia). Esta estatua se encuentra frente al “Guerrero en pie”, del padre de Alejandro, Felipe II de Macedonia.
De este modo, en apenas 100 m2, en el centro de la capital desfila toda la historia de la comarca. La estatua del emperador Justiniano recuerda que, después de Alejandro, Macedonia conoció un esplendor romano. Un poco más lejos, el rey Samuel (del siglo X) domina desde lo alto de su trono. Según los historiadores locales, es el padre del primer Estado de los eslavos de Macedonia. Una versión que pone en duda Bulgaria. Para Sofía, este rey es un soberano búlgaro que había desplazado el centro de su reino de Sofía a Ohrid, al sur de Macedonia…
Nacionalismo a ultranza
De este periodo medieval, Skopie también destaca igualmente a los santos Cirilo y Metodio, a quienes los eslavos deben su alfabeto, así como a san Clemente de Ohrid y a san Naum, fundadores en Ohrid de la primera universidad eslava. Es decir, cuatro personalidades que se disputan búlgaros y macedonios.
Curiosamente, los cinco siglos de ocupación turca parecen no haber dejado nada digno de que forme parte del patrimonio nacional. Por lo tanto, de la Edad Media se pasa directamente al siglo XIX y a la exaltación de los hombres que lucharon contra el Imperio otomano. Se pueden admirar en bronce y a caballo jefes militares o ideológicos como Goce Deltchev y Damjan Gruev, fundadores de la Organización Interna Revolucionaria de Macedonia (VMRO).
Como homenaje a estos héroes de la lucha nacional, sus herederos construyeron un museo en la otra orilla del Vardar, los mismos que resucitaron el antiguo partido en 1990 y que dirigen el país desde las elecciones legislativas de 2006. La institución, inaugurada en 2011 para celebrar los 20 años de independencia de Macedonia, desgrana los horrores, sufrimientos y combates del pequeño pueblo con una gran cantidad de estatuas de cera y de cuadros de estilo realista del siglo XIX.
El museo, muy pudoroso sobre la fase terrorista del VMRO entre las dos guerras mundiales y su colaboración con los nazis, también borra la función que desempeñó la Yugoslavia comunista de Tito a favor de la afirmación de la nación y del idioma macedonio.
Este nacionalismo a ultranza irrita a la minoría albanesa, que representa un cuarto de los habitantes del país. Es cierto que lograron su plaza de Skanderbeg, en homenaje al héroe nacional albanés y tendrán derecho a una estatua de la Madre Teresa, la religiosa albanesa nativa de Macedonia y benefactora en la India. Pero eso será todo. Tras los enfrentamientos entre jóvenes albaneses y jóvenes macedonios a principios de 2011, el Gobierno tuvo que renunciar a construir un museo eclesiástico coronado con una cruz en la cumbre de la fortaleza Kale, la antigua fortaleza albanesa de Skopie. A esta comunidad, en su mayoría musulmana, también le exaspera la influencia que está recobrando la ortodoxia gracias a esta oda al pasado antiguo.
El hazmerreír de todo el mundo
Por su parte, no todos los macedonios ortodoxos están favor del sueño nacionalista y del regreso a los orígenes antiguos. “No necesito a Alejandro Magno ni a Felipe II para saber que soy macedonio”, declara el sociólogo Vladimir Milcin. “Es algo que me enseñó mi abuela cuando era pequeño. Mi idioma es eslavo, mi familia es ortodoxa y no veo que Alejandro Magno tenga algo que ver con la ortodoxia", agrega. Mientras el país, afectado por la crisis, se endeuda prácticamente cada dos meses para pagar las pensiones y los sueldos de los funcionarios, los habitantes de Skopie han acabado cuestionando el precio de todo este desenfreno kitsch. “Afirman que todo esto atraerá a los turistas, pero los turistas también se hacen fotos en Disneyland”, afirma el nuevo alcalde del distrito central de Skopie, Andrej Zemovski, desesperado al ver cómo su ciudad se convierte en “el hazmerreír de todo el mundo”.
Este hombre, elegido en marzo, basó toda su campaña contra el proyecto Skopie 2014, en detrimento de la administración, hasta entonces dominada por hombres del VMRO. “Durante la primera vuelta de las elecciones municipales, cuando parecía que tenía todas las posibilidades de ganar, en las calles de Skopie se colocaron por la noche veintinueve estatuas. Mis predecesores sabían que no podrían colocarlas tras mi elección”, cuenta Andrej Zemovski. Una vez instalado en su pequeño despacho en el Ayuntamiento, lo primero que hizo fue deshacerse de todas las fotos de los queridos monumentos del antiguo equipo y su primera medida oficial fue declarar la suspensión de las obras y solicitar una auditoría financiera.
La ministra de Cultura, que preveía el escándalo, se apresuró a anunciar que el proyecto global, que debía costar 80 millones de euros, ascendía ya a 300 millones de euros. La estatua de Alejandro Magno costó 10,4 millones de euros y el museo de la lucha nacionalista, algo más de 13 millones de euros…
En un país en el que uno de cada tres habitantes vive por debajo del umbral de la pobreza, el proyecto Skopie 2014, iniciado como un sueño y ejecutado como una farsa, tiene todas las posibilidades de acabar en ajustes de cuentas.
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