Zimbabwe: dècades d’independència, dècades de degeneració
Pide ir a un rincón discreto de la iglesia, se levanta la camiseta y enseña un trozo de espalda quemada, que cicatrizó mal. La herida empieza en el hombro derecho y se pierde en el pantalón. Hace dos años, Tendai bebía cerveza en un bar de su pueblo del sur de Zimbabue y habló de más: “Sólo dije que Mugabe estaba viejo para mandar”. Unos tipos le siguieron hasta su chabola, le rociaron con gasolina y le prendieron fuego. Todavía le ardía la herida cuando huyó a Sudáfrica.
Hoy Zimbabue celebra unas elecciones presidenciales que no se entienden sin el clima de horror y violencia que parieron las urnas del 2008. Robert Mugabe, de 89 años, tiene su principal rival en el primer ministro, Morgan Tsvangirai, líder de la oposición y con quien formó un gobierno de coalición tras las elecciones anteriores. Si obtiene más del 50% de los votos –y por tanto evita una segunda vuelta el 11 de septiembre– Mugabe prorrogará su poder un lustro más.
Líder de la liberación ante los británicos, Mugabe manda en Zimbabue desde hace 33 años. Ayer prometió que dimitirá si no gana las elecciones. “Si pierdes, debes rendirte”, dijo. También subrayó que nunca ha robado unas elecciones. El cinismo de sus palabras resuena en un padrón de votantes de risa: la organización local Research and Advocacy Unit encontró en la lista un millón de nombres de personas fallecidas o que ya no viven en el país, y hasta 116.000 personas de más de 100 años, cuando la esperanza de vida en Zimbabue es de 53 años. El aumento de votantes del registro en bastiones del Zanu-PF, partido de Mugabe, contrasta con la flagrante pérdida de habitantes en edad de votar en ciudades en las que ganó el partido de la oposición. Otro botón: hace unos días votaron los 69.000 policías que trabajarán hoy. El problema es que oficialmente sólo hay 44.000. Mugabe apuntó ayer que no le importa si a los observadores internacionales no les gustan sus elecciones.
Pese a que el líder tiene el respaldo del aparato del Estado y los militares, que se benefician directamente de los negocios oscuros del Gobierno, sobre todo comercio ilegal de diamantes, hay quienes ven resquicios para que se cuele la sorpresa: estos días se ha visto un mayor apoyo popular a Tsvangirai, e incluso bastantes gradas vacías en mítines de Mugabe. John Campbell, experto en África del think tank Consejo para las Relaciones Internacionales, no cree que sea suficiente: “Mientras Mugabe viva, el Zanu-PF probablemente ganará las elecciones”. Casi nadie espera que el ejército acepte su derrota.
En esta ocasión, el país aparenta tranquilidad y no se ha registrado apenas violencia. Helen Sithole, de 52 años, es gráfica al explicar por qué: si pegas a un perro con un palo, la segunda vez solo necesitarás levantar el palo". En las anteriores elecciones, hubo 200 muertos y miles de torturados. Nacida en Harare, forma parte de los casi dos millones de zimbabuenses que huyeron del país a causa de la violencia y una de las mayores depresiones económicas de la historia: una monstruosa inflación dejó para la historia el billete de un trillón de dólares zimbabuenses, que no alcanzaba ni para comprar una bicicleta. Desde hace tres años, Sithole duerme junto a otros dos mil refugiados en una iglesia metodista del centro de Johannesburgo. El perfecto inglés de Sithole recuerda que Zimbabue fue una vez el país con mejor educación de África. Luego llegó el miedo. “Yo no votaré, no voy a volver”, dice.
31-VII-13, X. Aldekoa, lavanguardia