el landgrabbing, greu amenaça per als africans

La carrera por hacerse con tierra fértil en los países más pobres del mundo continúa. Un nuevo informe, Transacciones transnacionales de tierra para agricultura en el Sur Global, presentado ayer en Washington coincidiendo con la conferencia del Banco Mundial sobre Tierra y Pobreza, apunta que desde el año 2000 se han cerrado 1.217 acuerdos de compra de terrenos que afectan a 83,2 millones de hectáreas, lo que equivale al 1,7% del total de la superficie agrícola mundial. Este documento, elaborado por Land Matrix, grupo integrado por la Coalición Internacional por la Tierra, la Universidad de Berna o la agencia alemana GIZ, alerta sobre la expulsión de sus campos de las comunidades con menos recursos de África, Asia o Latinoamérica para producir biocombustibles y alimentos, que se exportarán a Occidente, o simplemente para especular.

Las tierras cultivables y con acceso a agua son un bien muy preciado, especialmente para los países con amplias extensiones de zonas desérticas, como los del Golfo. Los petrodólares facilitan su penetración en África para cultivar productos, que luego enviarán a Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos o Qatar, para asegurarse la provisión de alimentos. Si inicialmente se apuntó que los principales compradores eran los propios gobiernos, como los citados, además de los emergentes China, Brasil o India, ahora también se constata que grupos inversores de Estados Unidos y Europa están irrumpiendo con fuerza en este nuevo mercado. "Los fondos de inversión buscan sitios seguros y la tierra agrícola es una mercancía que cada vez tiene más valor; pero, claro, esta tendencia deja a los países pobres sin comida", explica Henk Hobbelink, coordinador de Grain, oenegé pionera en la denuncia de esta práctica, denominada landgrabbing.

El informe de Land Matrix destaca que es muy difícil determinar con precisión el alcance real del fenómeno debido a la escasa transparencia en las operaciones de compraventa y arrendamientos. Sí afirman que más de la mitad de las transacciones tienen por escenario África; de hecho, según el total de acuerdos contabilizados, el 4,8% de la superficie agrícola africana ha cambiado de manos. Once países, de los cuales siete están en África (Sudán, Etiopía, Mozambique, Tanzania, Madagascar, Zambia y la República Democrática del Congo) concentran el 70% de las operaciones. En Asia, los más afectados son Filipinas, Indonesia y Laos.

Los inversores, sean gobiernos, empresas mixtas o grupos privados, se fijan en los países más pobres; un 66% de los acuerdos se han firmado con naciones con un alto porcentaje de hambrientos. El uso que da a estas tierras es heterogéneo: plantaciones destinadas a alimentos, a biocombustibles o a otras productos no comestibles como caucho, fibras o madera. Una nueva fórmula es apostar por "cosechas flexibles"; en función de cómo va el mercado, destinan la soja, el aceite de palma o la caña de azúcar a alimentación o a fabricar biocombustibles. Los autores del informe tampoco pueden determinar con precisión el número de hectáreas en las que todavía no se ha hecho nada, los propietarios están pendientes de la evolución del mundo para darles un uso u otro, o simplemente para especular.

Land Matrix constata que aunque el pico de las ventas se produjo en el año 2009 y posteriormente se ha ido a la baja, el landgrabbing no es una anécdota, sino un fenómeno con múltiples actores y que puede afectar seriamente a las condiciones de vida de la población rural del Sur.

28-IV-12, R.M. Bosch, lavanguardia