*Hamás. De la marcha hacia el poder al vuelo de Ícaro*, Carmen López Alonso
Mariano Aguirre | 24 de mayo de 2024
Hamás es posiblemente la organización armada no estatal más nombrada y menos conocida en la actualidad. Pareciera ser suficiente identificarlo como el grupo terrorista que controlaba Gaza, que llevó a cabo el ataque y asesinato de 1200 civiles y militares judíos el 7 de octubre pasado, y que secuestró a 253 personas, de las que todavía mantiene en su poder alrededor de 100. Como en otros conflictos violentos, la condena hacia estos brutales actos terroristas no deberían impedir el conocimiento sobre sus actores, y las razones y contexto que los provocan.
Al cumplirse ocho meses desde el ataque dentro del territorio israelí, al momento de escribir este artículo, Hamás no ha sido derrotado, aunque este fuese el objetivo declarado del gobierno de Benjamin Netanyahu con su poderosa ofensiva militar sobre Gaza que ha costado la vida de más de 34.000 personas. A pesar de este altísimo coste humano y la destrucción de gran parte de la infraestructura civil del territorio, Hamás tiene capacidad de lanzar misiles contra Israel, enfrentarse con los soldados israelíes, y negociar con los enviados israelíes y los representantes de EEUU y Qatar.
En la abundante bibliografía internacional, y la creciente en español, sobre el conflicto israelí-palestino, Hamás. De la marcha hacia el poder al vuelo de Ícaro, de la profesora Carmen López Alonso sobresale por la minuciosa rigurosidad para explicar los orígenes, las razones de la creación de este grupo político-militar de inspiración religiosa en 1987, sus debates internos, las caras de su identidad, y las acciones en relación con la compleja realidad del conflicto, más las razones que habrían llevado a sus dirigentes (o parte de los que controlan la rama militar) a ordenar el ataque del 7 de octubre.
La historia de Hamás va unida al papel del islam político en el colonialismo y las tensiones entre las tendencias laicas y seculares, por un lado, y las religiosas, por otras, en los movimientos nacionalistas anticoloniales. Hassan al-Banna, ideólogo y fundador de la Sociedad de los Hermanos Musulmanes (SHM) en 1928, reivindica “la patria” afirmando que los islamistas son los nacionalistas más comprometidos.
Desde 1935 en adelante los Hermanos Musulmanes egipcios promocionaron la formación de sus homólogos en Palestina, todavía territorio del Mandato Británico en el que se fueron asentando grupos judíos provenientes de Europa. La evolución de la SHM va entrelazada desde entonces con la retirada de Gran Bretaña de Palestina, el plan de partición de la ONU y el rechazo de los países árabes, la creación del Estado de Israel en 1948, y la primera de varias guerras que sucedieron entre árabes e israelíes.
Inicialmente los Hermanos Musulmanes realizaban trabajo asistencial (especialmente sanitario y educativo), pero entre las décadas de 1980 y 1990 se consolidaron como un movimiento político que, trabajando en y sobre el tejido social en Cisjordania y Gaza, terminaría compitiendo con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Durante la primera Intifada o levantamiento social contra la ocupación israelí en 1987 surgió el Movimiento de la Resistencia Islámica, Hamás. Este vincula el islam como solución política y social para Palestina junto con la lucha contra la ocupación.
López Alonso analiza la Carta del Movimiento de Resistencia Islámica de Palestina de 1988, que planteaba un programa de acción y de gobierno tanto para la sociedad palestina basada en los valores del islam, y la recuperación de la totalidad de la Palestina histórica y sus lugares sagrados, o sea, eliminando al Estado de Israel mediante la yihad. La Carta indicaba que había una obligación colectiva articulada en tres círculos: el palestino, el árabe y el islámico. La autora la compara, posteriormente, con la Carta de Hamás de 2017, en la que el contenido religioso es mucho menos relevante, y hay un reconocimiento implícito a que existan dos Estados en Palestina.
Paralelamente a describir el desarrollo organizativo e ideológico de Hamás en el contexto de tensiones, violencia y negociaciones a partir de la primera Intifada, el libro provee también el marco en el que opera este conflicto: el fin de la URSS, la primera guerra del Golfo, retirada de las tropas soviéticas de Afganistán, y la Conferencia de Madrid sobre Israel-Palestina de 1991.
Hamás se convirtió en una organización política con un poderoso aparato asistencial y un brazo militar (las Brigadas Izzedin al-Qassam o BIQ) y dirección basada en el exterior de Palestina. Paralelamente estrechó vínculos con Irán y estableció una alianza con la organización político-militar Hezbolá, en el Líbano. Al firmarse los Acuerdos de Oslo (1993), ya tenía una fuerte capacidad para oponerse a Israel y a Yaser Arafat, líder de Fatah y presidente de la Autoridad Palestina que, con poderes limitados, gobernaba desde la ciudad de Ramallah la parte de Palestina que le adjudicaron los Acuerdos.
En 1993 Hamás comenzó los atentados suicidas contra Israel (que también llevarán a cabo otros grupos islamistas) produciendo un fuerte impacto que perdura hasta hoy en la desconfianza de la sociedad israelí. La autora explica el sentido del martirio (inmolación por el bien de otros), acción diferente del suicidio por desesperación. El mártir merece, desde esta concepción, alabanza pública.
En la última parte del libro, López Alonso aborda lo sucedido desde que Israel se retiró de Gaza (2005), Hamás gana las elecciones legislativas de 2006 y EEUU, Israel y Europa no le reconocen la victoria. Mientras que la Autoridad Nacional Palestina se enquistó en el poder en Cisjordania, bajo control de Israel, Hamás pasó a controlar Gaza, aislada y bloqueada por las sucesivas extensiones territoriales de la ocupación israelí, operando como un actor no estatal con capacidades estatales, como la distribución de bienes y servicios.
En 2017 Hamás presentó su nueva Carta con los principios fundamentales del movimiento. En ella hay signos de convivencia con la OLP y de aceptar como parte de un “consenso nacional” una solución de los dos Estados, en la medida que se incluya a Jerusalén como capital, el regreso de los refugiados, y se tenga en cuenta la “línea verde” de demarcación entre Israel y sus vecinos trazada en 1949. La matanza de civiles de octubre de 2024 y la respuesta desproporcionada de Israel han dinamitado posibles negociaciones, que la autora ve imprescindibles, en un futuro previsible.
Los factores favorables a que el conflicto palestino-israelí se mantenga sin solución son numerosos: las posiciones antagónicas basadas en identidades religiosas y nacionales entre sectores islamistas palestinos e israelíes contrarios a la existencia de Israel y de un Estado palestino, respectivamente; la debilidad de una Autoridad Palestina reconocida, a la que ha contribuido Tel Aviv; la incertidumbre sobre las políticas futuras de Hamás; la falta de credibilidad de Washington y el eterno segundo plano de Europa; el papel de Hamás en la disputa entre Irán y Arabia Saudí; y las divisiones entre los gobiernos autoritarios de la región.