gir en la indústria del segrest
Los rehenes eternos de la yihad en el Sahel
EL NUEVO OBJETIVO: LA ÉLITE LOCAL
La ola de liberaciones de occidentales destapa un giro de la industria del secuestro en el avispero africano
Mientras los tres turcos fueron liberados siete meses después, Van Deventer fue vendido al Frente de Apoyo para el Islam y los Musulmanes (JNIM en sus siglas árabes), franquicia de Al Qaeda en el Sahel, y se perdió su pista. Hasta antes de Navidad. El 17 de diciembre, las fuerzas de seguridad de Mali anunciaron que un ciudadano sudafricano había sido liberado en la frontera con Argelia. Era Gerco. Seis años y 43 días después, el sudafricano volvía a casa.
Además del gobierno argelino, intermedió la oenegé sudafricana Gift of Givers, que deslizó un dato clave: la petición inicial de rescate de 3 millones de dólares había bajado en pocos días a 500.000 dólares. La resolución del largo cautiverio de Van Deventer es la última de una ola de liberaciones de rehenes occidentales–hasta seis rehenes “eternos”, que llevaban entre dos y más de ocho años en el desierto, han sido liberados en apenas un año– y constata algo más: la industria del secuestro en el avispero saheliano está cambiando.
NECESIDAD DE FINANCIACIÓN
La lucha por el poder yihadista en la región y la presión de los ejércitos locales y los mercenarios Wagner han empujado al JNIM a desencallar varias negociaciones
Flore Berger, experta en el Sahel del think tank suizo Iniciativa Global Contra el Crimen Organizado Transnacional, confirma el giro en el modus operandi del JNIM, el principal autor de secuestros en la región, y atribuye las ultimas liberaciones al nuevo tablero saheliano tras la retirada de las tropas francesas de la operación Barkhane contra el yihadismo en agosto de 2022.
“El año pasado, el JNIM tuvo muchas amenazas; además de contra su gran rival, el Estado Islámico del Gran Sáhara, luchó contra las fuerzas armadas malienses y los mercenarios rusos de Wagner. Los yihadistas no querían alargar tanto los secuestros pero, frustrados porque los gobiernos ya no pagan rescates como antes, publicaron pruebas de vida de sus rehenes, algo que no hacían desde 2018, y bajaron la cantidad exigida para impulsar las negociaciones. Probablemente el JNIM necesita dinero para cubrir tantos frentes”.
La fragmentación del grupo, que al expandirse de Argelia y Mali a Burkina Faso, Níger y el norte de Benín, ha difuminado su centro de mando, también ha disminuido su capacidad de gestionar secuestros de tan larga duración.
En los últimos meses, hasta 6 occidentales, que llevaban cautivos en el desierto entre 2 y 8 años, han vuelto a casa
El cambio es importante porque la historia de los últimos veinte años de la industria del secuestro en el Sahel explica la deriva regional. Si entre el año 2003 y 2012 grupos afiliados a Al Qaeda secuestraron a casi cien occidentales, la mayoría turistas, y amasaron casi 90 millones de dólares en rescates, la inestabilidad en Mali a partir de 2012 redujo el número de europeos en la región pero no el lucro extremo de una de las principales fuentes de financiación yihadista. Se secuestraba menos pero con un rendimiento mayor en una época dorada para el comercio de rehenes.
Hace una década, la cifra media para liberar a un occidental era de dos a seis millones de dólares, además del canje por prisioneros yihadistas, mientras que en las últimas negociaciones, negadas oficialmente, los fundamentalistas pedían entre tres y medio millón de dólares.
UNA INDUSTRIA JUGOSA
De 2003 a 2012 se secuestraron a casi 100 turistas occidentales y los yihadistas amasaron casi 90 millones en rescates
No ha sido el único cambio. El informe “La Amenaza invisible. Secuestros en Burkina Faso”, publicado en marzo del año pasado, advertía de un nuevo viraje en la industria del rapto yihadista: cada vez se producen más casos, sus víctimas son políticos o miembros de la élite local y ya no es solo por dinero.
El deterioro de la seguridad en Burkina Faso explica el giro. Según datos del Proyecto de Localización y Eventos de Conflictos Armados (ACLED), los secuestros en el país africano se han multiplicado por 30 en un lustro. De ocho incidentes en 2017 se ha pasado a más de 219 en 2022. Y el año pasado fue peor. Tanto Mali como Burkina registraron 400 secuestros cada uno, el 97% de ciudadanos autóctonos, desde políticos a miembros de la élite local como hombres de negocios, comerciantes, grandes dueños de ganado o propietarios de minas de oro.
ARMA DE GUERRA E INTIMIDACIÓN
La dificultad para cobrar rescates y la ausencia de occidentales ha disparado los secuestros de autóctonos en Burkina Faso y Mali
Se trata de secuestros y extorsiones que buscan un desenlace rápido y por tanto sus autores exigen un rescate menor que si se trata de un extranjero y las negociaciones se desarrollan de manera directa, sin gobiernos de por medio. “A menudo, el JNIM llama para negociar directamente con la familia –subraya el informe–, explican la situación y sus demandas, e indican el precio y la fecha”.
La cifra depende del poder adquisitivo de la familia: entre 450 y 1200€ por pequeños comerciantes o dueños de comercios, entre 3.000 y 4500€ por hombres de negocios y a partir de 12.000€ si el cautivo es un gran ganadero o tiene minas en propiedad.
Aunque se han dado casos de pagos más altos –hasta 750.000€ por el hijo de un empresario acaudalado local–, Berger destaca que, aunque el JNIM todavía recibe dinero por algunos rescates, la financiación ya no es su motivación principal. “Los yihadistas usan los raptos como instrumento de guerra. Los secuestros de representantes de la autoridad o autóctonos influyentes políticamente sirven para intimidar el poder local y facilitar su expansión y dominio territorial”. Y funciona: según cifras oficiales, en 2022, el 40% del territorio burkinés estaba bajo control yihadista
Además de la intimidación, el reclutamiento forzoso de nuevos miembros y la necesidad de especialistas concretos, como médicos o enfermeros para tratar a extremistas enfermos, son otros motivos detrás de estos secuestros exprés.
La región continúa siendo extremadamente peligrosa para cualquier occidental
Pese al cambio de tendencia en el negocio de los secuestros de la yihad africana, Berger pide prudencia. “La región continúa siendo extremadamente peligrosa para cualquier occidental. Si se producen menos casos es porque los occidentales se han ido casi todos o porque prácticamente no salen de las capitales, pero la amenaza sigue siendo muy alta”.