Oceana, la mare del canvi (climàtic)
Oceana, ONG dedicada a la protección marítima, colgó unos carteles en el aeropuerto de Copenhague con la imagen de una ostra, muy apetecible, que llevaba colgado el precio en reducción de emisiones de CO que habría que pagar 2 para salvarla del cambio climático. Pero más vale saborear unas ostras durante estas fiestas porque, segun el filme A sea change,podrían tener los días contados.
Los océanos han sido gran des aliados de la humanidad en la guerra contra el cambio climático. Pero ya empiezan a convertirse en una de sus víctimas. Según la película, un proceso acelerado de acidificación del mar pone en peligro de extinción a organismos marítimos como los pterópodos, que tienen concha o cáscara, desde microorganismos hasta ostras y almejas pasando por los llamados peces estrella. Y si estos desaparecen, ecosistemas enteros están en peligro en el mar.
Los océanos absorben la mitad del CO2 que se emite a escala mundial y en estos momentos llegan a captar nada menos que 22 millones de toneladas al día. Ya han absorbido casi 120.000 millones de toneladas de CO2 de los 250.000 millones de toneladas emitidos desde el inicio de la revolución industrial por la quema de hidrocarburos. Esto modera lo que en otras circunstancias sería un efecto invernadero ya devastador. "Se creía que los océanos serían el depósito eterno de CO2 porque absorben mucho", dijo Sven Huseby, protagonista de la película y marido de su directora, en una entrevista en Copenhague.
Pero últimamente los elogios a la capacidad de la naturaleza para corregir nuestros excesos contaminantes no se oyen tanto. Esto se explica por un proceso de primer curso de Químicas. Cuando el CO2 se disuelve en el agua, produce ácido carbónico y esto, poco a poco, va cambiando el nivel de acidez (pH) del agua. Hace unos 15 años, científicos de la Universidad de California empezaron detectar subidas significativas del grado de acidez de los océanos y ahora calculan que la acidificación ha subido el 40% en los 20 últimos años a consecuencia del aumento de las emisiones de CO2. Un proceso irreversible.
En la película, Huseby , nacido en una comunidad pesquera en Oslo hace unos 60 años, aunque ya de nacionalidad estadounidense, recorre el mundo en busca de información entrevistándose con un puñado de científicos especializados en la acidificación. "No es un tema principal en la cumbre de Copenhague, pero empieza a serlo", dijo.
La oceanógrafa explica como ya se ven claros indicios de que las conchas de los pterópodos se disuelven debido a la acidificación. Están en grave peligro, también, los corales amenazados por el calentamiento del mar y por el proceso de blanqueamiento. Estos pequeños moluscos son los primeros eslabones de largas cadenas de alimentación.
25-XII-09, A. Robinson, lavanguardia
La lucha contra el cambio climático puede estar topando con dificultades políticas tras la debacle de Copenhague. Pero, para cineastas en busca de nuevas fuentes de financiación y distribución, ha creado un mercado para un nuevo género de documental activista. En Copenhague equipos de cine pululaban por las cumbres en busca de nuevas redes de distribución, a veces un año después de su estreno. Por ejemplo, Age of stupid,de Fannie Armstrong, ambientado en un futuro postapocalíptico desde el cual denuncia las estupideces medioambientales cometidas en nuestros tiempos, se proyectó en el tren verde de Bruselas a Copenhague. Otros dos documentales - A sea change y Meat the truth-aprovecharon la cumbre para encontrar nuevas audiencias interesadas en dos cuestiones clave pero poco conocidas del cambio climático: la acidificación del mar y los gases invernadero - hasta el 50% del total, según el filme-generados por el ganado de las megagranjas industriales.
Todo empezó con Una verdad incómoda,de Al Gore, que alcanzó un mercado de millones en Estados Unidos gracias en gran parte a su acuerdo con la campaña por internet Moveon. org, factor clave también en la victoria de Obama. Luego el documental conquistó el mundo. Pocos esperaban que una película basada en las conferencias de un político cuyo apodo había sido Al Bore (Al el aburrido) tendría semejante impacto. Pero la movilización de activistas convirtió Una verdad incómoda en un éxito no sólo en los cines sino también en proyecciones independientes. "Era una película muy sencilla, pero la clave fue la inmensa base de datos de Moveon. org y una campaña que supo aprovechar las redes sociales en internet", explica Robert West, fundador de la empresa Working Films, que asesora a cineastas activistas en sus encuentros con el nuevo mercado.
Ahora pasa lo mismo con otros documentales. "Las ONG pueden crear audiencias enormes", dice West, que ha promovido Age of stupid y Everything´s cool,documental que se anuncia como "una película de desastre sacada de la vida misma". "Si se crea una buena web interactiva como en Age of stupid y tienes presencia en YouTube y Facebook, el mercado crece como mancha de aceite; es inédito; hemos escapado de la cárcel de la distribución tradicional", dice West.
Impact man - la historia del neoyorquino Colin Beavan que logra reducir sus emisiones a cero desde un apartamento en el Upper West Side de Manhattan-generó un público del blog en el que explicaba su experimento durante un año. La relación entre el activismo político y el marketing de la película es simbiótica, dice Lizzie Gillett, productora de Age of stupid."Si una campaña de concienciación quiere alcanzar un público más amplio, el cine es un medio muy potente; tienes impacto emocional. Nosotros hemos intentado hacer una película menos sesuda que Una verdad incómoda porque creemos que la rabia - incluso el complejo de culpa-son importantes emociones para movilizar a la gente", dijo en una entrevista a La Vanguardia.
La historia de la producción, la distribución y la promoción de Age of stupid es el ejemplo más impactante de esta nueva "industria" de cine activista. La campaña se inició con la propia producción de la película, dice Gillett: "Hicimos lo que se llama crowd financing - financiación gregaria-,en la cual más de 300 personas pusieron dinero por motivos solidarios". Recaudaron más de diez millones de euros. La promoción de la película se convierte ya en una campaña política, llevada a cabo de forma escalonada, y utilizando el documental como un foco de movilización.
Primero, el estreno británico, en marzo, abarcó 62 cines simultáneamente con un acto en Leicester Square cuyo momento culminante ocurrió cuando el veterano actor británico Pete Postlethwaite (Sospechosos habituales),sorprendió al ministro de Medio Ambiente británico, Ed Miliband, al anunciar inesperadamente que devolvería su condecoración de Orden del Imperio Británico (OBE) si el Gobierno no paraba el programa de construcción de nuevas centrales eléctricas de carbón. Luego, se celebró el estreno mundial en la víspera de la cumbre sobre el cambio climático de la ONU, el pasado 23 de septiembre. Según Gillett, un millón de personas vieron la película aquella noche. Thom Yorke, del grupo Radiohead, actuó desde Inglaterra.
Pero eso fue sólo el principio. La película se ha proyectado en ocho Parlamentos, en las Naciones Unidas, en el Banco Mundial, en la Agencia de Protección Medioambiental de Estados Unidos y en sesiones con el equipo medioambiental de Obama. Hasta 1.500 empresas lo han proyectado, entre ellas Microsoft, Pret a Manger, B& Q, el Royal Mail (correos ) británico y el club de fútbol Tottenham Hotspur.
Al mismo tiempo se ha invitado a gente a organizar sus propias proyecciones pagando derechos de autor, según los recursos de los que disponen, desde 50 euros, si es una pequeña ONG, hasta 10.000 euros en el caso de Shell. Se han realizado mil proyecciones en seis meses. "Los grupos que organizan una proyección pueden cobrar y ganar dinero para financiar otras campañas", dijo Gillett. "Es difícil medir el impacto, pero creo que hemos cambiado el debate".
Aunque todo esto es una buena noticia para el movimiento que crece en torno a la lucha contra el cambio climático, existe un peligro también. A veces, en Copenhague, el nuevo cine activista parecía como predicar a los conversos y tachar al resto de estúpidos. "A la gente indecisa no le gusta que le grites a la cara; nosotros queremos llegar a un público de amas de casa y pescadores y no sólo estudiantes cabreados", dijo Barbara Ettinger, directora de A sea change,que se ha distribuido primero por televisión. En busca de la mayoría silenciosa, sus protagonistas han salido en el programa de Martha Stewart, la diva de las amas de casa estadounidenses.
Porque pasa algo preocupante con el cambio climático y Ettinger quiere evitarlo. Aparecen dos campos ideológicos y culturales sobre un asunto que debería ser cuestión de ciencia y no de ideología. Por un lado, están los preocupados, asiduos del nuevo género de documental activista. Por el otro, los escépticos, que, si quieren ver cine de catástrofe, prefieren la fantasía como 2012, de Roland Emmerich, con sus espectaculares efectos especiales.
25-XII-09, A. Robinson, lavanguardia