*Historia de China*; Michael Wood

Historia de China: El retrato de una de las grandes civilizaciones de la  historia: 58 (ATICO HISTORIA) : Wood, Michael, Joan Eloi Roca: Amazon.es:  Libros

“Zhu Xi es el pensador chino más importante después de Confucio, y experimenta un gran resurgimiento en la actualidad. De hecho, se ha dicho que la amplitud de sus investigaciones, que van desde lo filosófico hasta lo científico, no tiene parangón en toda la tradición intelectual china, y en Occidente solo se puede comparar a la de Aristóteles”.

Quizá alguien sepa quién fue Zhu Xi, también conocido como Zhonghui, pero seguro que la gran mayoría no había(mos) oído jamás ese nombre. Comparable a Aristóteles solo se me ocurre, así a bote pronto, Descartes o Newton, y a gran distancia porque la vastedad del pensamiento del estagirita no la tuvo ninguno de los dos. Son pensadores que pertenecen al llamado “mundo occidental”, claro. Así que se le suben a uno los colores cuando de tanto en tanto encuentra libros que ponen en evidencia carencias básicas, elementales (porque es elemental tener claro que no todo el saber está en Occidente) y, lo peor de todo, ignoradas. Hay algo peor que no saber, y es ignorar que no se sabe; ese desconocimiento lo convierte a uno en carnaza para Sócrates, y eso es ciertamente triste.

Historia de China de Michael Wood es uno de esos libros que te ponen frente al espejo. Un libro necesario, por lo tanto. China es un país, una cultura, una civilización, en su mayor parte desconocida para los que vivimos al otro lado del mundo y siempre nos pintamos en el centro del planisferio. Nos conviene tener presente que en los planisferios chinos son ellos, los chinos, quienes aparecen en medio, de modo que acercarnos a la cultura y la historia de ese país nos ayudará a relativizar y a hacer cura de humildad. Michael Wood, historiador y divulgador, con infinidad de documentales a sus espaldas (quien quiera conocer más sobre él solo tiene que echar un vistazo a la extensa entrevista que le hicimos hace no demasiado), resulta que es además un gran conocedor del país oriental, al que ha viajado en repetidas ocasiones y dedicó en 2016 una serie documental de seis episodios, que sin duda son el germen de este libro. ¿Es posible compendiar la historia de un país como el chino en un solo volumen, una historia que se remonta al cuarto milenio antes de Cristo? Lo es, desde luego, y el resultado es muy positivo.

El relato tradicional de la civilización china, explica Wood, dice que las primeras dinastías surgieron en la llanura del río Amarillo, al norte del país; sin embargo, las actuales excavaciones en el asentamiento neolítico de Shimao, aún más al norte, ponen en entredicho esa afirmación. ¿Qué se deduce de este párrafo? Para empezar, que el autor no rehúye hablar de arqueología cuando es preciso (y muy a menudo lo es, como es lógico, si de un libro de historia se trata), pero lo hace de un modo llano y clarividente, sin traer a colación elementos que distraigan al lector. En segundo lugar, Wood no se acomoda en un discurso fácil ni se dedica a repetir tópicos a riesgo de que estén desactualizados, sino que crea un relato propio y absolutamente al día (las excavaciones que menciona aún se están realizando). Y en último término, si ese discurso suyo contradice o no está de acuerdo con el tradicional, ello no le crea reparos; el autor sabe formarse sus propias opiniones, su experiencia y bagaje personal (China no le es en absoluto desconocida) y profesional le capacitan para ello.

Desde el mito del diluvio (cualquier civilización antigua que se precie posee uno), inspirado tal vez por el desbordamiento del río Amarillo en el año 1922 a.C., cuyos efectos perduraron entre 6 y 9 meses, hasta el advenimiento al poder del líder Xi Jinping en 2012 y la misteriosa infección, en noviembre de 2019, que tuvo su brote inicial en la población de Wuhan y se extendió por todo el mundo con el nombre de COVID-19, el libro de Michael Wood recorre varios milenios de la historia de China. La dinastía Xia, con Yu y Qi como sus primeros reyes, inauguran el gobierno de “Todo Bajo el Cielo”. A los Xia les sucedió en el 1550 a.C. la dinastía Shang, y a esta la Zhou en el 1045 a.C. Las cronologías en estos primeros tiempos son asombrosamente precisas, gracias a los datos astronómicos que aparecen en las crónicas conservadas, combinados con el estudio de campo de los restos arqueológicos (arqueoastronomía). Uno siente sana envidia al pensar en el terreno brumoso en el que se mueven las dataciones de las civilizaciones cicládicas, minoicas, micénicas o incluso la griega arcaica. Porque los Shang fueron contemporáneos de los aqueos y los troyanos, y los Zhou de la Edad Oscura griega. Bajo el gobierno de estos últimos floreció un individuo llamado Kong Qiu, conocido después como Kongfuzi, es decir, Confucio. Fue contemporáneo de Buda en el valle del Ganges, y de los presocráticos en la cuenca del Egeo. Tres momentos cumbre del pensamiento, tres civilizaciones y un único tiempo histórico: el siglo VI a.C. Al respecto, Wood dice lo siguiente:

En todas ellas [India, Grecia y China] la sociedad empieza a diversificarse, y la totalidad de estas civilizaciones dio origen a pensadores de genio. En Jonia, había filósofos y científicos: Heráclito, Pitágoras y Anaxágoras. Entre los contemporáneos de Buda había jainistas, ajivikas, escépticos, racionalistas y atomistas. Todos ellos cuestionan la naturaleza de la mente y del universo físico. En China, se conoce a este periodo como como la Edad de los Filósofos, las “Cien Escuelas de Pensamiento”, con taoístas, moístas y seguidores de Confucio, como Mencio. Entre ellos, como entre los pensadores de Grecia y la India, había una gran diversidad de visiones sobre la humanidad y el cosmos. Quizá los paralelismos sean solo generales. Sería exagerado sugerir que las preocupaciones políticas de Confucio tenían mucho en común con las disputas de Buda sobre el karma con otros grupos religiosos de la llanura del Ganges. El punto clave es que sus preocupaciones giran en torno al ser humano y su lugar en el cosmos.

La unificación de “Todo Bajo el Cielo” bajo una única mano se produjo en la dinastía Qin, cuyo primer emperador, Qin Shi Huangdi, es conocido entre otras cosas por las siguientes: la destrucción de libros y muerte de intelectuales chinos para unificar, además del territorio, el pensamiento de sus súbditos; la construcción de la Gran Muralla a fin de proteger sus tierras de las advenedizas tribus del norte; el hallazgo en 1974 de los guerreros de terracota en el complejo funerario del emperador, que aún se está excavando en Xi’an. Así cuentan las crónicas cómo se produjo la llegada al poder del nuevo dinasta:

Qin se apoderó de todos los mares y se anexionó los estados vecinos; miró hacia el sur y se autoproclamó emperador. Así, alimentó todo lo que había dentro de los cuatro mares, y los caballeros del “Todo Bajo el Cielo” se inclinaron dócilmente ante su viento. ¿Por qué sucedió tal cosa? Yo respondería que entonces el mundo llevaba mucho tiempo sin gobernante. La casa Zhou se había sumido en la insignificancia, los fuertes se enseñoreaban de los débiles y los pocos de los muchos. Las armas y las armaduras no tenían descanso, y el pueblo estaba exhausto y empobrecido. Las masas esperaban obtener la paz y la seguridad, y no había nadie que, de todo corazón, no mirase hacia arriba con reverencia. Era el momento de preservar la autoridad y estabilizar los logros y sentar las bases de una paz duradera.

Jia Yi, Disquisición sobre Encontrar Fallos en Qin

Los Han y la Ruta de la Seda (“Desde aquellos días [siglos II a.C. – III d.C.], los reinos de las regiones occidentales empezaron a comerciar con los Han”, escribió Sima Guang, el mayor historiador chino que ha existido), los Tang y la llegada del budismo desde la India, los Song y el florecimiento del funcionariado gracias a la imprenta, la división entre el norte y el sur, la reunificación, la entrada del cristianismo en el siglo VII, la del islam, la crisis del credo budista (“Si el Hijo del Cielo quiere destruir los monasterios [budistas], que venga y lo haga él mismo. Ninguno de nosotros es capaz de algo así”), el aperturismo, el cosmopolitismo, la revolución en el pensamiento y la creación literaria… Bajo los Tang, China alcanzó su máxima extensión y esplendor. Yangzhou, junto al río Yang-Tsé, se convirtió en la primera ciudad de la historia con iluminación nocturna. El más grande poeta chino, Du Fu, floreció en la dinastía Tang; el antes mencionado historiador Sima Guang lo hizo en la dinastía Song; Chang’an, la capital del imperio Tang (fue capital durante más de un milenio), se equiparaba a Bagdad o a Constantinopla; la del imperio Song, Kaifeng, presidió un período comparable al de la Atenas clásica; la obra de arte más importante de China, el tapiz El festival Qingming junto al río, de seis metros de largo, se pintó apenas iniciado el siglo XII. Todo esto sucedió mientras en Europa estábamos recluidos en monasterios o proyectando cruzadas desde las almenas de los castillos. Pero no todo fue gloria y esplendor en China, por supuesto: por ejemplo, la rebelión de An Lushan, en el siglo VIII, se calcula que causó en 8 años unos 30 millones de muertos, cifra comparable con los caídos durante la Primera Guerra Mundial.

La elegancia y amenidad con que Wood teje su relato hace que este fluya con soltura. Además, combinado con los hechos de la historia del país (los mencionados y una infinidad más), el británico se sumerge en la intrahistoria y acerca al lector al mundo de las aldeas, al terreno rural, al hombre y la mujer de la calle. Es una de las grandes bazas del libro: Wood escoge a numerosos personajes de la historia china, unos célebres y otros no tanto, para contarnos cómo era vivir en esa China de los Tang, de los Song o de los Qin. En el libro del historiador británico no hay apenas grandes batallas, genios militares o reyes valerosos. La épica la aporta la sociedad y sus gentes. Vidas de aldeanos, sagas familiares, escritores y escritoras. Sabemos así de la vida del poeta Du Fu o la poetisa Li Qingzhao, que conocieron lo bueno y lo malo de las dinastías Tang y Song, respectivamente. O del historiador Sima Qian, condenado a morir o a vivir como un eunuco:

Pero antes de terminar el borrador de mi manuscrito, me encontré con esta calamidad. Puesto que lamentaba no haberla terminado, me sometí sin amargura a la pena extrema. Cuando haya acabado verdaderamente esta obra, la depositaré en la Famosa Montaña. Si puede ser transmitida a hombres que la aprecien y la hagan llegar a las aldeas y grandes ciudades, entonces, aunque sufra mil mutilaciones, ¿qué habré de lamentar?

Con mano ágil Wood relata la llegada de los mongoles a la tierra china (esa fue la China que conoció Marco Polo), su caída y la subida de la esplendorosa dinastía Ming, su caída y el ascenso de los manchúes de la dinastía Qing (“en el siglo XVIII los viajeros y escritores extranjeros se refirieron a China como el estado más próspero y mejor gobernado de la tierra”, dice Wood). Y con la caída de los Qing llegamos al siglo XX, quizá el más desastroso de la historia china, en opinión del autor. Tras 2132 años de emperadores, el 1 de enero de 1912 nació la República de China, y 9 años después, por influencias de la Revolución rusa, el marxismo y Lenin, nació el partido comunista chino. La historia del país no volvería a ser la misma. La pobreza que generó la llamada Revolución Cultural bajo el gobierno del reformista Mao Zedong, quien luchó por dejar atrás los valores tradicionales chinos, causó cientos de miles de muertos. Pero nada comparable a la Gran Hambruna, que se cobró 36 millones de muertos, convirtiéndose así en la peor de la historia del ser humano.

El viaje que nos propone Michael Wood es largo pero apasionante; rara vez nos habían contado la historia de China de esta manera. Es inevitable que a menudo los siglos pasen uno tras otro sin apenas recibir mención en las páginas del libro, y aun así el libro tiene cerca de 700. Sin embargo, con tanto ascenso y caída dinástica, se echa de menos una cronología sinóptica que resuma y ordene dinastías, mandatarios, hechos y fechas; su ausencia hace recordar que Wood no tiene intención alguna de escribir un manual de China, sino más bien de construir un relato que nos acerque a su historia, sus vaivenes políticos y culturales, y su sociedad. El volumen cuenta con un abundantes e interesantes notas y una nutrida bibliografía, 25 páginas con libros y artículos periodísticos de autores tanto anglosajones como chinos, que permitirán profundizar a los que quieran ahondar en las cuestiones tratadas en el libro.

El libro cierra haciendo mención a un manifiesto elaborado en diciembre de 2008, conocido como la Carta 08, en el que más de 300 intelectuales, activistas, abogados, poetas y artistas chinos reflexionaban y demandaban cómo habría de ser la China del siglo XXI. El manifiesto concluía con el siguiente párrafo:

¿Hacia dónde se dirigirá China en el siglo xxi? ¿Continuará una «modernización» bajo esta clase de gobierno autoritario? ¿O reconocerá los valores universales, se asimilará a la corriente general de la civilización y construirá un sistema político democrático? Esta es la gran decisión que ahora resulta inaplazable.