Félix Flores, Barcelona, 20/06/2021 lavanguardia
*El gran juego del mar Negro*, Félix Flores
Ucrania prepara maniobras navales con la OTAN mientras teme una agresión rusa este verano
Las armadas de Ucrania y la OTAN celebrarán en el mar Negro, entre el 28 de junio y el 10 de julio, las maniobras navales anuales Sea Breeze. Si las del año pasado no fueron especialmente satisfactorias, las nuevas serán por lo menos las más grandes, con 29 países entre miembros de la Alianza Atlántica y estados colaboradores. Rusia ya ha avisado de que las “vigilará atentamente”. En los últimos tres años las tensiones en la región del mar Negro, de gran importancia estratégica como corredor energético, han ido en aumento, y Ucrania teme, casi siete años después de la pérdida de la península de Crimea, un nuevo golpe por parte de Rusia.
Justificado o no ese temor, en vísperas de la cumbre de la OTAN del 14 de junio, expertos ucranianos y estadounidenses convocados por el Atlantic Council especularon incluso con la forma que tendría la agresión rusa. Según ellos (opinión en la que coinciden otros observadores), en los últimos años la Alianza se ha preocupado por la región del Báltico –con sus recurrentes encuentros con aviones rusos en el espacio aéreo– pero ha descuidado el mar Negro.
Hay que recordar cómo el Kremlin tuvo la humorada de lanzar su operación de anexión de Crimea en plena reunión de la OTAN en Bruselas. La noticia llegó durante una conferencia de prensa del embajador estadounidense y éste simplemente no daba crédito. El entonces secretario general, Ander Fogh Rasmussen, dio explicaciones poco creíbles. A Ucrania se le había prometido en el 2008 su futura integración en la Alianza, al igual que Georgia.
ALMIRANTE KABANENKO
“La probabilidad de que Moscú lance operaciones anfibias es muy alta”
Esperar que Vladímir Putin se quedara sentado lamentándose de la pretensión de la OTAN de llegar a las puertas de Rusia por el sur –mientras al mismo tiempo se desplegaba un “escudo antimisiles y se integraban bases en el arco de Polonia, Rumanía y Bulgaria– no podía ser más ilusorio. Primero, Rusia ocupó ese mismo 2008 Abjasia y Osetia del Sur, en Georgia. Después, el apoyo exhibicionista de la administración Obama a la Euromaidán ucraniana acabó de echar por tierra el pretendido reset de Obama en las relaciones Washington-Moscú.
Hay que tener en cuenta que Ucrania y, desde luego, Crimea son para Rusia mucho más que áreas de influencia. Por razones históricas y culturales constituyen un “asunto interno”, y así lo reitera siempre Moscú.
La anexión de Crimea fue la jugada maestra de Putin. No tuvo consecuencias en la región. Turquía (el socio díscolo de la OTAN, por cierto) es dueña de los dos estrechos de acceso al mar Negro, el Bósforo y los Dardanelos. Sus relaciones con Rusia son complejas, como se constató en la guerra de Siria, como ocurre en Libia y como se ha visto en la reciente guerra de Nagorno Karabaj. Pero en lo que respecta a la región del mar Negro, Turquía siempre ha mantenido la prudencia, quizás prefiriendo el status quo que ceder peso a EE,UU., el hermano mayor de la OTAN, en el mar Negro. Con la excusa de defender (por musulmanes) a los tártaros de Crimea, pobladores originales de la península, deportados en su día por Stalin y hoy una minoría de alrededor del 12%, ahora suministra armas a Ucrania, pero está por ver la dimensión real de esta política.
CUMBRE biden-putin
Rusia ha insistidoen que la entrada de Ucrania en la OTAN es una “línea roja”
Para Ucrania, la anexión de Crimea supuso la pérdida de facto de aguas territoriales en torno a la península. Cinco años después, en el 2019, el puente construido entre Crimea y la costa rusa ha acabado por convertir el mar de Azov en una especie de lago ruso, prácticamente aislando los puertos ucranianos. Ucrania afirma que Rusia la ha sometido a un tormento al provocar largos retrasos en el cruce del estrecho de Kerch a los buques mercantes. Al mismo tiempo, Rusia habría estirado las leyes del mar para dificultar la navegación con el pretexto de que su Flota del mar Negro desarrollaba maniobras navales. Con sus reducidas dimensiones, el mar Negro es el más militarizado del mundo y todo lo que ocurre allí obliga a un juego de equilibrios. En mayo del año pasado, el Pentágono canceló el envío de dos destructores equipados con misiles para no provocar a Rusia mientras se recrudecía la batalla en el este ucraniano.
En Kíev creen que todo esto no se acaba ahí. Considerando que para Rusia no tiene ya mucho sentido insistir en la región oriental del Donbass y cruzar la frontera por tierra, el escenario de un nueva agresión será el mar Negro. El hecho de que los occidentales hayan puesto la atención solo en el Donbass es un error, según Alina Frolova, ex viceministra de Defensa de Ucrania.
Así, el Centro para las Estrategias de Defensa, de Kíev, contempla la posibilidad de que Rusia pretenda desembarcar en la isla de las Serpientes (ver mapa), un peñasco frente al delta del Danubio que durante años fue objeto de litigio entre Rumanía y Ucrania. Si eso ocurriera, la flota ucraniana, que se concentra en Odessa y Mikolaiv, se quedaría bloqueada. Las rutas comerciales hacia Odessa se verían también afectadas debido a las mismas prácticas obstruccionista empleadas hasta ahora. El resultado de todo ello sería un golpe económico y, también, la anulación de la ya menguada armada ucraniana en términos prácticos.
LA ANEXIÓN RUSA DE CRIMEA
La Alianza puso el foco en el Báltico pero descuidó la región del mar Negro
Para el almirante retirado Ihor Kabanenko, “la probabilidad de que Moscú lance operaciones anfibias es muy alta”. Según él, los efectivos y las maniobras que ha efectuado la Flota del mar Negro “indican que los preparativos para una acción de este tipo son serios”.
El general estadounidense (también retirado) Ben Hodges decía en el foro del Atlantic Council que “va a ser un largo y duro verano.Nadie se imagina que los rusos se vayan a retirar. Espero equivocarme pero creo que a finales de agosto o primeros de septiembre darán un nuevo paso”. Alina Frolova recordaba que los días 23 y 24 de agosto Kíev acogerá unas jornadas llamadas Plataforma Crimea (el asunto de la anexión no se ha tratado específicamente en ningún foro internacional) y que en septiembre se celebran elecciones legislativas en Rusia, y afirmaba que no sería raro que el Kremlin utilizara a Ucrania para desviar la atención.
Al final de la cumbre de la OTAN, Joe Biden fue preguntado por Ucrania, que ansía recibir un sí o un no claros sobre su ingreso. La respuesta fue la de siempre: Kíev debe antes combatir la corrupción, librarse de los oligarcas prorrusos, etc. Todo lo que se puede hacer –y EE.UU. y Reino Unido están dispuestos a hacerlo– es ayudar a Ucrania a reforzarse. A Rumanía y Bulgaria les salió, en cambio, gratis entrar en la Alianza en el 2004. Pero el caso, hoy, de Ucrania es distinto: con capacidades militares reducidas y el asedio ruso, ser miembro de la OTAN implicaría la invocación inmediata del Artículo 5 de la Carta Atlántica, en base al cual los aliados tienen que defender a un socio de una agresión. Eso es lo que desearía el actual gobierno pero concedérselo sería ir a la guerra con Rusia. Moscú ha dicho que la entrada de Ucrania en la Alianza es una “línea roja”. Mientras, no renunciará a devolver al país vecino al “mundo ruso”, pues su visión de Ucrania es tan geoestratégica como ideológica.