*El derecho a la ebriedad*, entrevista a Javier Esteban
Javier Esteban, defensor de la ebriedad
Tengo 42 años. Nací y vivo en Madrid. Licenciado en Filosofía y Derecho, dirijo la revista universitaria Generación XXI. Estoy casado y tengo dos hijas, Alma (10) y Sol (8). Soy un excéntrico de centro. Soy sufí: camino hacia donde camina el amor. El poder combate la ebriedad.
¿Qué es la ebriedad?
Una expansión de la conciencia que descorre los velos que ocultan la realidad.
¿Desde cuándo conocemos la ebriedad?
Desde siempre. Hasta los animales se drogan con sustancias naturales, con frutos fermentados... Hormigas, cabras, pájaros, monos... ¡Todos se extasían y juegan!
Entonces, ¿somos como animales?
No: ellos actúan por instintivo determinismo, pero nosotros ¡tenemos libertad! Libertad para la ebriedad. Libertad para experimentar con nuestra conciencia.
¿Libertad para drogarnos?
¡Es el uso de esa libertad lo que nos hace humanos! El derecho a la ebriedad, por tanto, es un derecho humano fundamental.
"Que nadie me diga cuántos vasos de vino puedo beber", dijo Aznar.
Tiene razón. Pero seguro que su droga favorita es el poder, como la de Zapatero...
Ni Zapatero ni Rajoy han fumado nunca un porro, según han declarado.
Por cuestión generacional, a mí me cuesta creer que Zapatero nunca haya probado un porro: ¡es como si su padre nunca hubiese probado un vaso de vino!
¿Quién coarta ese derecho humano a la ebriedad, en su opinión?
La Iglesia católica y el Estado (iglesia laica), que quieren fiscalizarnos la conciencia.
¿Por castigar al conductor ebrio?
No, yo no me opongo a sancionar conductas peligrosas para terceros. Pero critico que se nos esté boicoteando el autocontrol de nuestra conciencia.
¿Desde cuándo sucede eso?
Empezó ya con la destrucción de templo griego de Eleusis, en el siglo IV d. C.
¡Sí que se va usted lejos...!
Desde el año 1500 a. C., era el escenario de los misterios eleusinos, ritual de ebriedad que cada griego vivía una vez en su vida: le abría las puertas de la conciencia.
¿En qué consistían esos misterios?
Se acudía de noche en grupo y en comunión colectiva se ingería un enteógeno.
¿Qué es un enteógeno?
Significa "dentro de mí dios deviene". Es una sustancia psicoactiva inductora de una experiencia extática, de unicidad con el cosmos. Una vivencia de divinidad.
¿Qué sustancia se ingería en Eleusis?
Una sopa de cereal llamada kikéon,que contenía cornezuelo del centeno, un hongo con una sustancia psicoactiva idéntica al LSD, el enteógeno más poderoso conocido.
¿Y qué les sucedía entonces?
Cada uno vivía su propia experiencia de conciencia expandida. Se les mostraban ciertos símbolos y se les representaban ciertas escenas que guiaban al individuo hacia su autoconocimiento.
¿Era una ebriedad ritualizada?
Sí, encajada en el sistema, en beneficio de la libre conciencia de cada individuo. Eso fue barrido, destruido. Hoy nos falta, y nuestros jóvenes, ignorantes, acaban dañándose en sus irrefrenables intentos de ebriedad.
¿Quién destruyó ese ritual?
Los bárbaros y los monjes nestorianos cristianos, en el siglo IV d. C.: la cultura occidental quedó sin referentes de ebriedad.
Tenemos el vino, los alcoholes...
No son enteógenos, son muletas útiles para nuestras vidas insatisfactorias, esclavizadas por el rendimiento económico. Y, más que expandir la conciencia, la enturbian.
Algo de alcohol puede sentar muy bien.
Es cierto que el veneno está en la dosis, como ya dijeron también los griegos.
¿Qué personajes ilustres sabían esto?
¡Toda la obra de Platón es una crónica de ebriedades! Aquellos filósofos, como los chamanes, accedían a éxtasis, cómo también los druidas, luego las brujas ¡o los místicos!, ebrios sin sustancias, que tanto inquietaron a la Iglesia... ¡El poder establecido siempre ha combatido a esas gentes!
¿Por qué motivo?
¡Nada más disolvente que el libre acceso a la propia conciencia! Por eso Nixon arremetió contra los profetas del LSD, cuyas experiencias (Hoffman, Junger, Michaux, Wason, Huxley, Kesey, Leary...) alimentaron el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, los derechos civiles... Nixon declaró la guerra a la conciencia: comenzó la guerra contra la droga, comenzó la gran catástrofe.
¿Qué catástrofe?
Millones de encarcelados, decenas de miles de muertos, narcodictaduras, tercera causa de dinero negro en el mundo, hambrunas campesinas, multiplicación de politoxicomanías... ¡La prohibición de la droga ha sido el mayor error del siglo XX!
¿Propone eliminar la prohibición?
¿Ha evitado la prohibición que nuestros niños estén metiéndose droga con 13 años? ¡No! Más bien lo contrario: la prohibición regala a las mafias su inmenso poder.
Eso me decía un político colombiano...
Muchos gobernantes ya reconocen el fracaso de la plaga prohibicionista.
¿Hace usted apología de las drogas?
¡No! Sí de la ebriedad: cualquier persona mayor de edad debería poder consumir cualquier sustancia (con el límite único de la libertad de terceros). Y, mire, Silicon Valley nació de la ebriedad de gentes como Bill Gates: ¡él sí admite que fumó porros...!
¿Qué le diría a Zapatero?
Que un derecho inherente a la libertad de conciencia es el derecho a la ebriedad, y que la ley debería protegerlo.
Me cuenta este hombre que una experiencia lisérgica en el bosque le desveló que pájaros y abejas trenzaban al unísono una danza que caligrafiaba en el aire la expresión árabe Ilaha Ilalah (no hay más realidad que la realidad). Caídos los velos, la realidad era una indiferenciable plenitud entre él y el mundo, de amorosa sencillez. Después de eso, Javier Esteban ha escrito ´El derecho a la ebriedad´ (Amargord), panfleto en defensa de un derecho que las legislaciones urdidas durante el siglo XX han considerado un peligro. Esteban me insiste: "No defiendo las drogas, sino el arrobo, el éxtasis, la ebriedad a la que toda conciencia tiene derecho". Ese estado al que el místico accede sin mediar droga alguna.
3-III-08, V-M. Amela, lacontra/lavanguardia