Ocurrió en verano del 2005, cuando George Bush decidió que se iba a tomar cinco semanas de vacaciones en su rancho de Texas, las más largas que se había permitido un presidente norteamericano en 36 años. Working holidays,las llamaron sus asesores. Fuera, el mundo agitado: retirada israelí de Gaza, inestabilidad en Corea del Norte, filtraciones de la CIA, el polvorín de Iraq. Parecía que iba a aguantar todo el verano allí dentro, montando ponis y cazando patos, ajeno a las madres de la América profunda como Cindy Sheehan, a quien le mataron un hijo y luego le vendieron un cuento muy malo sobre patriotismo. "Es obsceno", dijo Cindy, y se plantó frente a la cancela del rancho, junto a otras madres, estatuas imperfectas pidiendo que volvieran a casa los que quedaban vivos. Entonces llegó Joan Baez, con su guitarra, su pelo corto y el brillo triste de los optimistas cuando se las ven negras, y la gente empezó a acordarse de las margaritas, incluso un senador republicano vino a decir que ya sobraban los cojones, que se estaban empantanando como en Vietnam. "Empantanar" es una palabra muy gráfica, onomatopéyica, en seguida te imaginas el chapoteo del lodo hasta la cintura, una imagen demasiado sucia para Wall Street. Hasta que Bush salió del rancho y en medio de praderas de robles les habló a los suyos, siempre tan campechano. "Vamos a terminar la tarea". Y se puso solemne comparando la Segunda Guerra Mundial con el 11-S e Iraq y, añadiendo un timbre de gloria, afirmó que la suya era "la batalla ideológica decisiva en el siglo XXI".
Bush tiene el pedigrí de los niños bien, antaño oveja negra reconvertida en mandamás. Su aire deportivo y su bronceado campero han revestido su vis populista, salpicada habitualmente de algún chiste absurdo que forma parte de su bagaje cultural. No se le conocen libros de cabecera - ¿acaso lee?- ni filósofos inspiradores - tal vez Aznar, el nuevo teórico del cambio climático-. Las camisas tan pulcras y su impecable corte de pelo hacen más increíbles sus sinécdoques y eufemismos: "El waterboarding (causar sensación de ahogo tirando agua encima de la cabeza de un prisionero) no es tortura, es una forma de interrogar". Entre sus logros destacan Guantánamo, el aumento de la venta de armas, el fundamentalismo religioso y su papel de árbitro del desplome del sistema. Hoy por hoy, cuenta con asesores de peso: "Me gusta salir a pasear y ver las vacas, a veces me hablan, soy una persona que sabe escuchar". No se le conocen aficiones. Durante sus vacaciones, Harry Truman jugaba al póquer y pescaba, Eisenhower jugaba al golf; John Kennedy navegaba en Cape Cod y Reagan montaba a caballo en California. Bush padre veraneaba en Maine y Clinton en Martha´s Vineyard, donde los periodistas se divertían más que en Texas. Los 700 habitantes de Crawford dicen que a George sólo le han visto cortar árboles con una sierra.
Fue en ese rancho, también llamado Casa Blanca del Oeste, donde el hoy ex presidente recibió la inspiración divina y dijo que había llegado el momento de deshacerse de Sadam. Una vez tomada la decisión, él y su socio Aznar se repantigaron en el sofá, con los pies encima de la mesa, y se fumaron un puro mostrando impúdicamente su intimidad como concursantes de un reality.Aznar se ofreció a buscar más países que patrocinaran la guerra, él le dijo que no se preocupara, que la historia les aplaudiría. George Bush ha conseguido su sueño: pasar a la posteridad. Lo hará como el presidente más impopular que ha tenido el país, aunque su huella hoy ya está difuminada. Ignoro si tendrá ofertas como conferenciante, pero aun así lo más probable es que apenas lo recordemos al evocar el crac del 2008 y lo que vino después. Tan sólo lo echarán de menos aquellos a quienes les salió tan a cuenta vivir contra Bush, porque encontrar un sustituto de su altura no será fácil.
5-XI-08, Joana Bonet, lavanguardia