En Roma a las ninfas de las aguas (Nereidas, Oceánides y Melias) les levantaban altares como símbolo de la fecundidad y en Barcelona a las deidades latinas las hemos envenenado con la contaminación convirtiéndolas en monumentos a la infertilidad. Un día las carpas del Llobregat amanecieron feminizadas por culpa de los disruptores endocrinos y ahora resulta que son nuestros jóvenes a quienes les han aguado el semen estas sustancias químicas que las fábricas sin control y hogares incontrolados vierten en el cauce del río del que beben buena parte de los catalanes. Los alquifenoles usados para la fabricación de plásticos, detergentes y espermicidas son los productos más nocivos de sus aguas, que ni las depuradoras atajan totalmente.
Qué tiempos aquellos, a principios de los años treinta, en que, tras la ruptura entre Salvador Dalí y su padre notario por los amores de Gala, el pintor le podía enviar una carta a su progenitor manchada de semen con la frase: "Ya no te debo nada". Aquellos espermatozoides acartonados de la misiva eran la metáfora de la vida, de su vida; hoy serían la alegoría de una sociedad que no respeta a la Naturaleza, que es una manera de agredirse a ella misma. La sentencia no podría ser la misma, porque aquel semen habría perdido calidad y estaría en deuda con la fecundidad heredada.
Esta vez no es la financiación la que perjudica la calidad de país, al menos en lo que respecta al semen, sino nuestra incapacidad de comportarnos como un país maduro que protege sus ríos y controla sus industrias con el mayor de los rigores. Nuestros espermatozoides tienen menos movilidad que Woody Allen en Todo lo que le gustaría saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar,donde interpreta el papel de un atolondrado espermatozoo con gafas de concha en el momento de la eyaculación, asustado por lo que va a encontrarse en el mundo exterior.
Un estudio anterior del Instituto Marqués advertía que la calidad del semen mejora con el número de eyaculaciones, lo que supone que no siempre es peor el remedio que la enfermedad. Si nos aplicamos, conseguiremos mejorar en la estadística sobre la capacidad de fecundación de nuestro semen, aunque a lo mejor, de rebote, logramos también rebajar el índice de perplejidad de los catalanes, que resaltan otras encuestas. Eso sí lo tiene el sexo, desorienta menos que la política. Y casi siempre es más divertido.
3-X-08, Màrius Carol. lavanguardia