´Contra la conciliación´, Carmen García Ribas

El discurso de la conciliación se revela como una estrategia más del sistema conservador para exigir a las mujeres que sigan cumpliendo con los estereotipos tradicionales. A las mujeres se les permite la proyección social siempre y cuando tengan en orden el espacio del hogar. Cuando todo empieza a ir manga por hombro aparece esa necesidad imperiosa de la conciliación. Una vez hayas demostrado que sabes ser mujer, teniendo una vida familiar en orden, te dejamos que salgas a la calle. Es un discurso perverso y tramposo que nos dificulta el progreso, porque cuando saltamos a la arena profesional lo hacemos con las alertas desactivadas de tanto estar entrenadas en la sumisión, en la bondad, en complacer, en adaptarnos, y eso, señoras, es condenarnos a la impostura.

Las mujeres profesionales tienen dificultades para abordar las diferentes situaciones en las que desean ser adecuadas, porque a menudo los requerimientos de cada función son contradictorios con un satisfactorio desarrollo de su propia vida y las colocan en una situación de fragilidad. Los afectos y las exigencias propias de mujeres fragilizan su vida cotidiana hasta llevarlas, en muchos casos, a situaciones de desesperación. Las madres, los hijos, la pareja, la vida familiar en general son a la vez deseos y servidumbres que las mantienen en la culpa permanente.

He oído a muchas mujeres profesionales hablar en sus actividades públicas de maridos e hijos sin venir a cuento, como conjurando la maldición que dice que las mujeres que triunfan en lo profesional tienen carencias en la vida personal. "Y por si el diablo anda suelto, conviene dejar claro que yo he cumplido el estereotipo". Para la mayoría de las mujeres profesionales, las dependencias emocionales derivadas de todo ese universo de afectos y desafectos que llamamos feminidad son un auténtico martirio.

Basta con la trampa de la conciliación. No hay dos vidas. Tenemos una con sus luces y sus sombras. Que cada una y cada uno se autorice a vivir y a ser como pueda, haga de su capa un sayo, gestionando los talentos y las carencias que le han tocado, y respire y deje respirar. ¿No veis que esas voces ultraconservadoras nos quieren convencer de la hermosura del vestido del rey?... Pero el rey está desnudo.

Carmen García Ribas, directora del posgrado en liderazgo femenino de ESCI-UPF, lavanguardia