Cómo caen los poderosos, solíamos decir... Ahora le damos la vuelta a la cuestión. ¿Cómo se tornan poderosos los caídos? ¿Recuerdan aquello del "perro rabioso de Oriente Medio", el necio cliché reaganiano alusivo al "patrocinador del terrorismo" que llegó a enviar un cargamento de armas al IRA? Un tal Muamar Ghazzafi - o Gadafi, hay 17 distintas maneras de escribir su nombre en grafía latina- fue el demente líder de Libia que escribió un tedioso volumen seudofilosófico llamado El Libro Verde que pretendía remedar a la Casa Blanca llamando a su propio palacio la Casa Verde hasta que alguien le advirtió que significaría que aún se parecería más a un repollo…
Y entonces, de golpe, nuestro hombre tuvo a bien entregar unas imaginarias y ficticias armas de destrucción masiva al tiempo que Anthony Blair, actual director comercial de la Fe Mundial,hacía su aparición para adularle con todas las de la ley en Trípoli, donde fue calificado de figura "con talla de estadista" por el ridículo Jack Straw y a continuación fue invitado a París por el todavía más ridículo Nicolas Sarkozy, donde de manera realmente espléndida hizo que el presidente francés pareciera un gilipollas comportándose de una forma impropia de un estadista.
Y ahora, ¡bingo!, Sarkozy la ha armado otra vez. Esta vez se trata de Bashar el Asad, otro presunto "patrocinador del terrorismo mundial". Este bobo estará en París (si acepta la invitación francesa) el día de la Bastilla para ocupar su lugar en la tribuna de revista de las fuerzas armadas en los Campos Elíseos. El hombre que millones de libaneses juzgan que tramó el asesinato del ex primer ministro libanés Rafiq al Hariri en Beirut el 14 de febrero del 2005 recibirá, por tanto, uno de los máximos honores de Francia.
Le Canard Enchaîné,mi periódico francés preferido, ha publicado esta semana una fantástica viñeta donde una figura de extraordinario parecido con El Asad pregunta a Sarkozy y a la guapísima Carla: "¿En qué consiste exactamente su 14 de Julio?". Y Carla responde: "En el final de un tirano". Y Sarkozy, casi desesperado por encontrar palabras, agrega a continuación: "Esto… ¡un rey!". ¡Exacto! Y ambos se dedican a atender a Bashar el Asad, cuya sucesión tras la muerte de su padre en el 2000 dio más bien a entender que Siria era ahora un califato (como lo será Egipto si al tío Hosni le sucede su hijo Gamal Mubaraq). Pero, hablando en serio, ¿cómo ha podido entrar El Asad - personaje odiado a ojos de Estados Unidos y figura subalterna de su descabellada y necia idea del eje del mal-en la lista de invitados? Claro: se le ha pedido que apoye solícito a la flamante Unión por el Mediterráneo (junto con Ehud Olmert)… Aunque no acaba aquí la cosa.
En primer lugar, tanto él como Sarkozy huelen el fracaso estadounidense. El desastre estadounidense en Iraq y Afganistán (película a punto de llegar al cine de su barrio), su fracaso absoluto a la hora de generar una paz entre Israel y los palestinos y la pérdida de Líbano en calidad de su protegido (ahora que el prosirio Hizbulah puede vetar a los amigos de Estados Unidos dada la mayoría parlamentaria y el nuevo Gobierno) significan que Francia puede ponerse manos a la obra entre los restos del naufragio y optar a un segundo intento del mandato francés…
El tribunal para juzgar a los asesinos de Al Hariri no existe todavía e incluso Walid Jumblatt, mi druso radical preferido, ha estado en Arabia Saudí para pedir al monarca que siga presionando a favor del tribunal. Hizo lo propio en Washington en diversas charlas con Bush, Gates y demás gente de la misma cuerda. Pero Estados Unidos ha fracasado en Oriente Medio.
A Bashar el Asad, en consecuencia, se le permitirá regresar al Occidente civilizado, que Jacques Chirac le animó una vez a visitar antes de sentirse traicionado tras la clara implicación de Siria en el asesinato de Al Hariri.
Personalmente, sospecho que el aparato de seguridad del partido Baas estuvo implicado en el asesinato, pero no El Asad. Sea como fuere, han pasado sólo 17 meses desde que Douste-Blazy, ministro de Asuntos Exteriores de Chirac, se presentó en Beirut para asistir al funeral del joven Pierre Gemayel (asesinado, y el dedo apunta como de costumbre a Siria una vez más), donde proclamó que Chirac era "el mejor defensor sobre el planeta de la soberanía de Líbano". Ahora, según parece, Sarkozy es el mejor defensor de la soberanía de Siria sobre el planeta. Y de Bashar el Asad…
Naturalmente, todo ello se presenta en el contexto de lo que yo llamo la política de las candilejas. Olmert puede reunirse con Bashar el Asad - nos dicen los franceses- y fomentar así sus negociaciones de paz indirectas. Es hora de dejar entrar a Siria desde el helado páramo exterior… Y a ello obedece que dos de los secuaces principales de Sarkozy hayan estado en Damasco, dando jabón al presidente sirio con la esperanza de que no rehúse la invitación. Francia se hallará entonces en condiciones de alentar a El Asad a comportarse debidamente en Beirut, trazar la línea fronteriza libanesa-siria, blablablá… Constituye, también, una recompensa por el apoyo de El Asad a la conferencia de Doha que terminó - hasta cierto punto- con el último acceso de locura sectaria de Líbano, aunque con ventaja para la propia Hermana Siria.
En este momento la mayoría parlamentaria libanesa refunfuña por la visita de El Asad. Como también la principal organización judía de Francia, aunque sin mucho éxito; la última ocasión en que el presidente sirio visitó París, le acusó simbólicamente del holocausto nazi de los judíos de Europa, que acabó más de un decenio antes de que naciera El Asad. Ahora, ni siquiera ese elegante mariposón de Libia se opone a la Unión por el Mediterráneo. En efecto, el mandamás Gadafi "con talla de estadista" denunció todo el tinglado con palabras imperecederas: "No somos perros a los que se echan huesos". Sarkozy debería haberlo supuesto. Es, al fin y al cabo, el mismo Gadafi que se presentó en una cumbre de países no alineados en la antigua Yugoslavia (así me lo contó un ex diplomático serbio amigo mío) con una hembra de camello y un caballo blanco, la primera para dar leche y el segundo para recorrer las calles de Belgrado rumbo a la conferencia. Logró acompañarse de la primera y se le prohibió el caballo.
De todos modos, es como van las cosas cuando uno se considera un guía:la descripción de sí mismo de Gadafi es, extrañamente, el mismo término empleado por Adolf Hitler. Por lo demás, es una incógnita la suerte de los díscolos y rebeldes cuando se encaraman a nuestra rueda de la fortuna. Armamos en su día caballero honorario a Kurt Waldheim y luego le retiramos el título cuando descubrimos que tenía un pasado poco de fiar de la Segunda Guerra Mundial. Le quitamos también el título a Ceausescu cuando fue ejecutado el día de Navidad. Quisimos a Sadam Husein cuando torturaba y mataba a todos sus comunistas, cuando el alcalde de París, Chirac, le aduló también y cuando invadió Irán, para odiarle acto seguido cuando invadió Kuwait y acabar todos contentos al verle ahorcado diecisiete años después.
No teman, no aguarda tal destino a El Asad. Honrará la perdición del tiranosaurio y no dudará un instante a la hora de recibir ayuda económica de Francia. De modo que su pueblo no habrá de "comer brioche".
23-VI-08, Robert Fisk, lavanguardia