Uno de nuestros problemas clave se llama productividad; la eficiencia de la economía. La nuestra hace ya tiempo que es mala. Durante este siglo ha sido negativa e inferior a la de los países competidores.
El desarrollo económico depende de la productividad. Por eso es una insensatez pensar que, después de tantos años viviendo en la ineficiencia productiva, vamos a salir de la crisis pronto y bien. No se dejen engañar, simplemente no es posible. Los augurios son exactamente los contrarios.
Una de las claves de la productividad es el capital humano, la capacidad para producir riqueza y bienestar, para nosotros y la sociedad. Gary S. Becker, Nobel de Economía, explicaba hace 30 años que la enseñanza secundaria - la ESO, bachillerato y formación profesional- es decisiva para el capital humano. Y esto es lo que no funciona. Hace tiempo que España (y Catalunya) está instalada en el 30% de fracaso escolar, el doble de la UE, y muy lejos del objetivo comunitario del 10%. No sólo no mejoramos sino que retrocedemos. Somos uno de los tres países europeos que han empeorado entre el 2000 y el 2005.
Una causa fundamental se debe a que los chicos se acercan peligrosamente al 40% de fracasados, mientras que las chicas se encuentran en el 22%. En esta gran diferencia está la clave. Si con un esfuerzo hasta ahora inédito, mejoráramos ¡en un 30% los resultados! las muchachas estarían en la media europea, pero esa proeza aplicada a los chicos ni serviría para que alcanzaran el deficiente nivel actual de las alumnas. La política educativa de este país está enferma de ideología de género.
Conclusión. Nuestro fracaso escolar necesita medidas especiales para los hombres para reducir la horquilla que los separa de las mujeres a 3-7 puntos porcentuales, que es lo normal en la UE y la OCDE, es decir del orden de ¡la mitad! de la distancia actual entre ambos. La educación diferenciada puede contribuir a acabar con esta dañina anomalía, pero está excluida de la escuela pública, y se quiere impedir su acceso al concierto escolar.
Resultado: sólo accederán a ella los alumnos de familias que puedan pagar una escuela no concertada. Así ser varón e hijo de una familia de ingresos medios o bajos es estar, en 4 de cada 10 casos, condenado al fracaso al inicio de la vida. Me parece una injusticia brutal.
23-VI-08, Josep Miró i Ardèvol, lavanguardia