Los catalanes le pagaremos un dinero al MoMA de Nueva York para que exponga a Miró. Bastará con 65.000 euros. Esa es la cifra que el Institut Ramon Llull (IRL), dirigido por Josep Bargalló, donará al multipatrocinado museo para el montaje de la muestra Joan Miró: painting and antipainting 1927-1937,que en otoño documentará la subversión pictórica mironiana.
¿Por qué tenemos que pagar los contribuyentes catalanes ese dinerito al MoMA? ¿Acaso estamos promoviendo a jóvenes pintores desconocidos? Pues no, estamos invirtiendo en la promoción de Miró, uno de los genios artísticos del siglo XX. Lo haremos, según Bargalló, para que se le identifique de una vez por todas con la cultura catalana.
Al parecer, importa poco que el MoMA tenga ya muchos Miró en su colección. Mientras le siga presentando como spanish painter,este IRL hallará motivos para sufragar exposiciones en las que se defienda la catalanidad mironiana. Así son las cosas. Miró tuvo la costumbre de titular obras en francés - por ejemplo, Paysan catalan au clair de lune-,lo que acaso diluyó su catalanidad, y ahora obliga a los paladines nacionalistas a reivindicarla a golpe de subvenciones.
La iniciativa del IRL se enmarca, efectivamente, en la política de subvención de la cultura a la que es tan afecto el nacionalismo catalán, en especial cuando las iniciativas subvencionables acreditan su catalanidad. Tanta fe tienen en la subvención quienes llevan años subvencionando y, a la postre, viviendo ellos mismos de la subvención pública, que no dudan en subvencionar a quien, por mérito propio (que no de pasaporte o de partido), no precisa subvenciones... Claro que, en este caso, Miró es una excusa. Su genio pictórico se usa tan sólo como un excipiente, como un vehículo en el que se monta el nacionalismo.
¿Va bien encaminado un gobierno que convierte a sus genios en excipientes o vehículos políticos? ¿Cabe pensar que la obra de Miró pierde o gana cuando se sabe que era catalán? ¿Sería peor la obra de Miró si hubiera nacido en Rumanía? ¿Sería mejor la de Brancusi si fuera hijo de Barcelona? No formulo estas preguntas alentado por lo que los nacionalistas llaman autoodio y colocan cual sambenito sobre quienes no comparten su fe. Me gusta Miró y me gusta ser catalán. Pero casi me gusta más ser razonable, y por ello diré que me sorprendería escuchar una respuesta afirmativa a tales preguntas, en especial si fuera argumentada y convincente. Me temo que eso no es posible. O que, al menos, no habría sido posible para Miró. Por mucho dinero ajeno que gaste Bargalló para afirmar su nacionalidad, Miró seguirá siendo recordado prioritariamente como pintor, como hijo y padre de la pintura, antes que como hijo y padre de un lugar. Quizás sea mejor así. Porque fue Miró quien en 1927 proclamó su deseo de "asesinar la pintura". Y es por ello, precisamente, que ahora se le va a honrar en Nueva York.
15-VI-08, Llàtzer Moix, lavanguardia