Qué pasa con el dinero negro cuando la actividad económica se contrae o rebaja sustancialmente? Lógicamente, igual que el conjunto de la masa de billetes y monedas, su crecimiento tiende a reducirse al menos en la misma proporción. Si, como en el caso español, la creación de dinero fiscalmente opaco está estrechamente relacionada con un sector en crisis, no sólo crece menos, también se reduce en términos absolutos. Esto es lo que parece haber ocurrido en España en los últimos meses con la circulación de billetes de 500 euros. No se puede afirmar, ni mucho menos, que toda la masa de billetes de 500 euros que circula en España lleve la marca de haber sido escamoteado a la Hacienda Pública, pero si se tiene en cuenta que en el momento álgido, a mediados de año pasado, uno de cada cuatro billetes de 500 emitidos por el Banco Central Europeo, más del 25%, circulaba en España, la correlación es obvia. Es otra manera, más indirecta y menos precisa probablemente, de detectar el enfriamiento de la economía española, en este caso siguiendo la sequía relativa de billetes tras las inundaciones de los años de vino y rosas. En lo que llevamos de crisis financiera internacional, la masa de billetes y monedas en circulación en España ha caído un 6%.
En plena sintonía con el marcado declive del sector de la construcción y el inmobiliario, el volumen de billetes de 500 euros que circulan en España ha pasado de 114 millones (56.900 millones de euros) en julio del 2007, justo antes de la eclosión de las mortíferas subprime americanas, a 111 millones (55.500 millones de euros) el pasado mes, según los datos provisionales facilitados por el Banco de España. Es decir, unos 1.500 millones de euros, la mayoría de los cuales se ha diluido en el circuito económico sin que muy probablemente el dúo Pedro Solbes-Carlos Ocaña haya podido sacarle algo de tajada en representación de los contribuyentes.
De hecho, Hacienda comenzó a inquietarse por las dimensiones del asunto, el llamativo y sospechoso volumen de la masa de billetes de 500 euros y su vertiginoso crecimiento, en la primavera del 2006, cuando al fenómeno ya le quedaban pocos meses de vida. Sin operaciones sospechosas, ya no hay manera de echar el guante a las monumentales plusvalías que exudaba el mercado inmobiliario español.
A buen seguro que en esta época de escasa liquidez y crédito caro más de un banquero o director de caja de ahorros sueña con el placer de pegar un mordisco a tal masa de dinero furtivo que en estos últimos años ha engrasado el sistema inmobiliario y el ladrillo y que ahora languidece en una caja de seguridad o en una cuenta bancaria en algún paraíso fiscal sin una triste operación de lavado o de revalorización rápida con la que mantenerse en forma. Alimento del consumo suntuoso e improductivo, pena ahora sus pecados en una sombra tan oscura como su propio origen. Víctimas serán también de chiringuitos financieros sin escrúpulos, sabedores de que sus incautos clientes jamás reclamarán ante la justicia sus dineros perdidos. El apetito por los depósitos de las entidades financieras españolas también tiene algo que ver con la retirada de ese flujo de dinero derivado de las cuantiosas compraventas que hasta el verano pasado eran tan ordinarias y que han pasado a ser especies casi exóticas. Sería interesante saber qué está ocurriendo con ese mar de dinero, equivalente al 5% de la producción de la economía española en un año, y qué podría hacer el fisco español antes de que la caída del crecimiento lo vaya jibarizando sin dejar apenas rastro de su pasado esplendor.
15-VI-08, Manel Pérez, lavanguardia