´Oportunidades perdidas´, Sergio Vila-Sanjuán

Sin descuento en el precio de los libros y sin un programa cultural realmente competitivo, ¿qué razón podía tener el ciudadano para desplazarse hasta el recinto de la Fira en Montjuïc y pagar una entrada para encontrar allí más o menos lo mismo que podía hallar en cualquier librería? Muy pocas, y esta es la razón de que el Saló del Llibre de Barcelona no haya funcionado. La iniciativa de la Fundació El Llibre ya tuvo un nacimiento problemático: los libreros no quisieron aflojar en el tema del descuento, significativas editoriales no veían claro el sentido de pagar stands para una promoción y unas ventas digamos que leves -y muy pronto se descolgaron de la iniciativa-y algunas relevantes instituciones, como el Ayuntamiento, participaron con entusiasmo descriptible ya que no veían muy claro el proyecto. El optimismo de la voluntad no ha podido esquivar la factura de la realidad y el insuficiente consenso.

Como con toda inversión de energías que no ha cristalizado en éxito, la reflexión sobre el Saló del Llibre induce a la melancolía. Especialmente si tenemos en cuenta que es la segunda oportunidad perdida por el sector editorial catalán en poco tiempo, al menos desde el punto de vista de la imagen, ya que la Feria de Frankfurt catalana del año pasado, que tan buenos resultados ofreció en varios terrenos -y tan discutible en algún otro-no captó a una buena parte de este colectivo, que apenas se implicó y apenas contribuyó a enriquecer el evento, ni a beneficiarse de su proyección. Y que sectorialmente a momentos mantuvo una posición abiertamente crítica, que aún hoy ni los más viejos del lugar se explican.

Barcelona, que por facturación y por prestigio sigue siendo la capital iberoamericana del mundo editorial, necesita una estrategia que le permita mantener el liderazgo y comunicar, local e internacionalmente, su vitalidad. En esa comunicación deberían tener papel protagonista los tres o cuatro grandes grupos que le dan peso industrial y la ponen en el mapa de la economía del libro, y las diez o doce editoriales y agencias literarias que hacen de Barcelona un referente cultural, porque son ellos quienes pueden aportar, además del músculo, los contenidos imprescindibles para que un evento despegue.

Algunas posibilidades pasan por concentrar esfuerzos en torno a los acontecimientos del mundo del libro que sí funcionan: la fiesta de Sant Jordi, que es un reclamo universal; el festival literario Kosmópolis, que quizás debería ser anual; los salones del cómic y del manga… Habría que empezar a pensar en serio en la reforma y puesta al día de la Feria profesional Liber. Y vale la pena tener presentes los resultados de BCNegra como ejemplo de especialización más rentable que las propuestas generalistas.

En cualquier caso no hay que rendirse. Como no lo ha hecho la Generalitat, que ha lanzado un programa de fomento de la lectura que profundiza en varias de las vías abiertas por distintas instancias culturales catalanas durante el año 2005.

4-VI-08, Sergio Vila-Sanjuán, culturas/lavanguardia