´Biocombustibles: la alternativa de los mares´, Susana Agustí
Los biocombustibles siguen siendo una alternativa válida al uso de combustibles fósiles. Los biocombustibles sostenibles han de cumplir dos condiciones esenciales: no derivar alimento potencial hacia el consumo de energía y no usar agua y terreno agrícola que se podría usar para producir alimento. Tampoco debieran recibir subsidios más allá de los asociados a la valoración económica de los beneficios que su producción genera sobre el medio ambiente y que puede ir más allá de la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
No es bueno ni deseable mantener políticas que basculen de un extremo - glorificar la producción de biocombustibles como el remedio al cambio climático- a otro - demonizarla como un crimen contra la humanidad-, como se ha hecho en poco tiempo. Polarizar las opiniones dificulta el análisis ante el problema del cambio climático, en el que hemos de usar todas las opciones a mano.
La producción de biomasa en el océano no consume ni agua dulce ni territorio - los dos recursos limitantes a la producción de alimento a través de la agricultura a escala global- y satisface los requisitos para la producción de una nueva generación de biocombustibles que solventen los problemas causados por los producidos en tierra. Producir biocombustibles a partir de algas se ve facilitado por el rápido rendimiento de sus cultivos (de 10 a 100 veces más que la producción de aceites en tierra) y trae ventajas adicionales como su fácil biodegradación y la posibilidad de combinar técnicas de captura de CO2con la producción de H2en cultivos de microalgas.
Producir biocombustibles marinos permitiría aprovechar los remanentes del cultivo de algas, que produce, según datos de la FAO, 14 millones de toneladas anuales, con un crecimiento anual del 7,5%, que se usan principalmente para producir agar, mientras que el resto se desecha. Además, el cultivo de algas puede generar beneficios ambientales, pues contribuiría a mejorar la calidad de los ecosistemas costeros al reducir la carga de nutrientes (por ejemplo, nitrato, fosfato), cuyo aporte en exceso a la costa causa el deterioro global de los ecosistemas costeros. Fuera del ámbito marino, producir biocombustible acuático también es posible en plantas de tratamiento de aguas residuales, donde el cultivo de microalgas puede contribuir al proceso de depuración como una opción de tratamiento terciario, pues las algas absorben nitrógeno y fósforo del agua, y generar, además, energía. Los biocombustibles acuáticos tienen aún un largo recorrido por delante.
25-V-08, Susana Agustí, investigadora científica del CSIC, lavanguardia