Contaba en este periódico una voz oracular que el paladín que se prepara para disputar el liderazgo del PP a Rajoy no es Aguirre, sino un caballero que oculta su personalidad bajo una armadura negra, como en las novelas románticas de Walter Scott. La voz oracular era el falsete de Antoni Puigverd. El paladín puesto al descubierto, Jaime Mayor Oreja. Y las múltiples novelas románticas aludidas cabe suponer que se resumían en una, Ivanhoe,en la que el enigmático caballero, también conocido como caballero del candado por el emblema de su escudo, resultaba ser Ricardo Corazón de León, hijo de Enrique II de Inglaterra y de Leonor de Aquitania, que por aquel entonces combatía la melancolía luchando contra los infieles. Desde que lo leí ando dándole vueltas al augurio. No porque dude de lo que se sostiene, que está bien visto, sino por la figura en la que se sustenta lo sostenido. La identificación de Mayor con Ricardo I tiene, sin duda, su miga. El del corazón de león, un viejo icono gay recuperado desde hace unos años por quienes, inflamados por nuevos ardores guerreros, desempolvan la idea de la cruzada desde diversos frentes, puede ser un buen símbolo para estos tiempos de conspiraciones y luchas del poder en el PP. No en vano fue hijo del Águila de las profecías de Merlín (Leonor), uno de los tres aguiluchos que, volando lejos del nido, alzaron sus garras contra su coronado padre y que, tras pasar este y su primer heredero a mejor vida, y añadiéndose a la fiesta Juan, el menor, se dedicaron sin reposo a intentar desplumarse mutuamente. Pero algo falla en este símbolo. Ricardo fue el primer sucesor de Enrique y era su hermano pequeño quien conspiraba para usurparle el trono. Siendo Aznar el trasunto de Enrique II, le correspondería a Rajoy el papel del desventurado Ricardo y a Mayor, el de Juan Sin Tierra.
Los caballeros negros abundan en la literatura, en los cómics y en el cine. Algo tienen que ver con ello las fábulas medievales que dan forma a la materia de Bretaña. En el Jaufré aparece un malvado caballero de azabachado arnés que no es sino el propio diablo. Y en El Caballero del León Yvain vence a un fornido caballero negro, guardián de una misteriosa fuente, al que acaba sucediendo en el mando del castillo y en la cama. Pero el más célebre aparece en Los caballeros de la mesa cuadrada,de los Monty Python. Seguro que lo recuerdan. Nunca se da por vencido. Ni tras perder un brazo y luego otro. Ni tras perder, una tras otra, ambas piernas. Reducido a tronco, sigue desafiando al rival. Sería un error confundir a Mayor Oreja con este personaje. Aunque pierda el combate del congreso como perdió la primera sucesión, sus extremidades, desprendidas o no del tronco, seguirán manipulando los hilos que, de Ermua a Babel y de Madrid al cielo, mueven algunas vistosas marionetas del esperpento español.
20-V-08, Josep Maria Ruiz Simon, lavanguardia