ŽEl caballero negroŽ, Antoni Puigverd

Esperanza Aguirre se replegó no sin antes regalarle a Mariano Rajoy una espada de Damocles. Aceptaba la victoria del aparato, pero prometía un nuevo asalto para dilucidar qué rostro deberá imprimirse en los carteles electorales del PP en el 2012. No se rendía, regresaba a los mullidos cuarteles de la Comunidad de Madrid, esperando una oportunidad mejor. Quedaba claro que la victoria de Rajoy era provisional. Se despedían, sí, los personajes que de manera más visible condicionaron la imagen del PP: Zaplana, belicoso y elástico como todo buen comerciante; Acebes, inmóvil como una piedra, una piedra finalmente desviada, que despejaba el camino de la centralidad por el que Rajoy se proponía dar sus primeros pasos. Lentamente, desconfiado, con el ojo pegado al retrovisor. El lento goteo de nominaciones de su nuevo equipo sugería invisibles, pero tercas resistencias. Sugería una desconfianza de fondo entre el líder aparente y los poderes ocultos del partido. Pero no invitaba a pensar en nuevos combates a corto plazo. Hasta que, de repente, irrumpe María San Gil, que ejerce en el partido el papel de icono moral, parecido al de los santos de una iglesia.

Con la irrupción de San Gil, la figura de Aguirre adquiere el perfil de un MacGuffin. Aguirre es el argumento paralelo, el personaje secundario que el cineasta Hitchcock colocaba en sus películas para despistar al espectador de la trama principal. El paladín que se prepara para disputar el liderazgo del PP a Rajoy no es Aguirre. Es un caballero que oculta su personalidad bajo una armadura negra, como en las novelas románticas de Walter Scott.

Se ha dicho que San Gil es el puñal de que se sirve Jaime Mayor Oreja para herir por la espalda a Rajoy. Muchos tenían a Mayor por jubilado, un lujo político perdido en las amables nieblas de Bruselas, un Vidal-Quadras cualquiera.

Pero Mayor (radicalismo ideológico en guante de seda) no se resigna a desaparecer. Es el autor de la gran operación ideológica del aznarismo. Renacionalizar España partiendo del eje moral de la lucha contra la violencia etarra, impugnando sin concesiones todos los nacionalismos, empezando por el vasco (acusado de connivencia con ETA) y acabando con el catalán (acusado de represor de la libertad individual). La capacidad de seducción de Mayor abrazó un amplio extrarradio. ¡Basta Ya!, Foro Ermua, gente que estuvo en ETA como el converso Jon Juaristi, sectores de izquierda liberal como Fernando Savater y la corriente babélica catalana despegan con la ayuda de Mayor Oreja. Tal corriente se siente traicionada por un pragmático Rajoy dispuesto a aguar las ideas para conseguir alianzas. ¿Es, pues, Mayor el caballero negro? La respuesta sería afirmativa si no recordáramos que Aznar, el gran actor del viraje ideológico que Mayor cocinó, no lo escogió para liderar el PP. Prefirió a Rajoy. ¿Se habrá puesto Aznar de nuevo el casco?

16-V-08, Antoni Puigverd, lavanguardia