Ninguna comunidad lingüística abandona su lengua si no es forzada de una forma u otra a hacerlo. La ideología fundacional de la RAE está íntimamente ligada a la naturaleza étnica, castiza de la lengua española. La reciente Enciclopedia del español en el mundo (Instituto Cervantes, 2006) es un síntoma paradigmático de una megalomanía mundial que está dentro de la lógica de la fase imperialista del nacionalismo lingüístico. Como si de una religión se tratase, hay que infundir en la mayor cantidad de personas posible la buena nueva de la lengua española, como lengua de destino universal y de valor económico en alza, que avanza continuamente frente a otras lenguas también mundiales, como el inglés. Sin embargo, entra dentro de lo increíble, por imposible, pensar que esos 400 millones de personas hablan (y escriben) en esa lengua estándar culta. Una clara muestra de la extrema dificultad que esto implica la constituye el propio texto de la Ortografía de la Lengua Española de la RAE (1999). En él, aparecen numerosos usos léxicos y sintácticos que son desaconsejados por algunos académicos o que, incluso, contradicen las normas ortográficas de puntuación que se estipulan en ella. El español se realiza en al menos 58 variedades lingüísticas.
"En el Estado español se da una falsa oposición entre nacionalistas y no nacionalistas. Las actuaciones de los grupos no dominantes a favor de su lengua, de su cultura y de su independencia política se tildan de nacionalistas, mientras que las de los grupos dominantes se califican como no nacionalistas. Pero es que las actuaciones de los denominados grupos no nacionalistas también se fundamentan en la defensa y promoción de una lengua, una cultura étnica y un poder político de una nación concreta y, por tanto, son igualmente nacionalistas. Además, el nacionalismo disimulado de la nación dominante suele ser mucho más intransigente, antidemocrático y particularista que los nacionalismos dominados, dado que la etnia dominante dispone de los mecanismos políticos, económicos, administrativos y militares adecuados para aplastar por la fuerza cualquier intento importante de autoafirmación de los grupos o naciones minoritarios o no dominantes. La política lingüística del Estado español en la educación es estrictamente monolingüe y sigue promoviendo un monolingüismo restrictivo. El Estado español no ha dispuesto todavía los medios para que un niño gallegohablante, euskaldún o catalanohablante que tenga que desplazarse fuera de su comunidad autónoma pueda acceder a la educación en su lengua nativa. La ideología del nacionalismo lingüístico niega en la práctica que el Estado español sea plurilingüe y actúa en consecuencia. Esta es una de las razones por las que muchos ciudadanos no se sienten en absoluto representados por muchas de las instituciones de ese Estado y por las que puede mantenerse que la política lingüística actual del Estado español sigue siendo nacionalista excluyente".
Hago mías las afirmaciones vertidas hasta aquí, pero no lo son. Las he extraído de un excelente ensayo recién publicado: El nacionalismo lingüístico (una ideología destructiva) (Península, 2008) del madrileño Juan Carlos Moreno Cabrera, catedrático de Lingüística General en la Universidad Autónoma de Madrid. Todos los diputados que hoy inician legislatura deberían hallar un ejemplar en su escaño. Podría ser una gentileza de la flamante miembro del grupo mixto Rosa Díez, para demostrar que de veras va a defender el no nacionalismo en toda su magnitud.
1-IV-08, Màrius Serra, lavanguardia