Anthony Giddens, catedrático de Sociología y ex director de la London School of Economics.
BBB! ¡Bye, bye, Berlusconi! Son muchos en toda Europa los que se sentirán embargados por ese sentimiento. Berlusconi es una personalidad atractiva, un brioso hombre que se ha hecho a sí mismo. Sin embargo, durante su etapa de Gobierno no ha servido demasiado bien los intereses de Italia y Europa. Llegó al poder con una imagen de empresario dispuesto a usar sus habilidades para lograr en Italia un impulso de dinamismo económico. En este sentido, su influencia ha sido escasísima. El crecimiento económico italiano se acerca hoy a cero. Sobre el país pesa un endeudamiento agobiante que alcanza el ciento por ciento de su PIB. La tasa global de empleo es una de las más bajas de Europa, un dudoso honor compartido con Polonia.
Además, no puede ser positivo en una democracia que alguien que controla tantos medios de comunicación sea también uno de sus principales dirigentes políticos. Se ha dicho con razón que, de haber solicitado Italia el ingreso a la Unión Europea bajo Berlusconi, no habría sido admitida. La democracia eficaz y competitiva es un criterio para el ingreso en la UE. Una dispersión razonable de la propiedad de los medios de comunicación es esencial para que la democracia funcione.
Aunque por un margen estrechísimo, la coalición de centroizquierda se ha hecho con el poder. ¿Cuáles deberían ser sus políticas? ¿Y qué posibilidades tiene de llevarlas a la práctica? Para el simple hecho de mantenerse en el poder el centroizquierda necesitará mantener la disciplina. La fragmentación y la división han sido la pesadilla de la izquierda. Una coalición de muchos partidos con una mayoría global minúscula no constituye ninguna receta para la adopción de políticas decisivas; y si hay un país europeo que necesite ese tipo de políticas, es Italia. Existen importantes diferencias ideológicas entre los partidos de la coalición. Es probable que algunas de las políticas que Italia necesita - como la reforma de los mercados de trabajo y una nueva reforma de las pensiones- encuentren la resistencia de los grupos más tradicionales de izquierda.
La disciplina y la unidad pueden cultivarse, por más que el terreno no parezca propicio. En el Reino Unido, el Partido Laborista estuvo alejado del poder durante dieciocho años por las continuas disputas internas. La cohesión se restableció bajo Tony Blair; y ello hasta tal punto que ese dirigente ha sido tachado de ser un controlador obsesivo.
Un buen liderazgo por parte de Prodi podría dar lugar a un resultado parecido en Italia. Blair tuvo una mayoría parlamentaria muy holgada tras las elecciones de 1997, pero en realidad unas mayorías abultadas pueden crear más divisiones internas que otras menores. Una mayoría pequeña puede ser un incentivo para la disciplina, siempre que el jefe político sepa jugar bien sus cartas y siempre que todo el mundo admita la posibilidad de un desastre de no lograrse un consenso político general.
Soy partidario de una mayor integración de los partidos de centroizquierda italianos. El proyecto de unirlos para formar un único partido democrático me parece atractivo, aunque me gustaría que tuviera una mayor orientación socialdemócrata que los demócratas estadounidenses. Ahora bien, la clave será conseguir un consenso político. No considero que los partidos vayan a renunciar a sus identidades individuales si no hay un acuerdo general sobre la orientación política.
¿Qué políticas debería seguir el nuevo Gobierno? Podría empezar estudiando bien los países escandinavos. A primera vista, quizá parezca una recomendación excéntrica. Al fin y al cabo, los países escandinavos son pequeños, Italia es grande; los países escandinavos tienen unos elevados niveles impositivos, mientras que en Italia son considerablemente más bajos y la evasión fiscal está muy extendida.
Los italianos no pueden convertirse en escandinavos, pero (al igual que otros países de Europa) pueden aprender mucho de las políticas en las que esos países fueron pioneros. Los países nórdicos poseen los mayores niveles de justicia social, no sólo de Europa, sino del mundo. Al mismo tiempo, también poseen los mayores índices de crecimiento, unidos a unos niveles elevados y constantes de empleo. Han demostrado que el crecimiento económico y la justicia social no son sólo compatibles, sino mutuamente dependientes. ¿Un sueño absurdo en el caso de Italia? En absoluto. La cuestión es estudiar algunas de las políticas y adaptarlas al contexto italiano.
En primer lugar, debe producirse una reforma del mercado de trabajo. Todos los países nórdicos han reestructurado sus mercados laborales partiendo del principio protege al trabajador, no el trabajo.Un mercado laboral flexible no significa el estilo estadounidense de contrato y despido. Ayudar a que los trabajadores se muevan entre los diferentes empleos es el mejor principio en un mundo de gran innovación tecnológica. Una reforma así es clave en Italia para volver al crecimiento y a una mayor justicia social. Italia tiene un mercado laboral dividido entre quienes están dentro (los poseedores de trabajos seguros) y los que están fuera (quienes están desempleados o están sujetos a elevados niveles de inseguridad laboral). El resultado es que reúne lo peor de ambos mundos: un comportamiento económico pobre junto con un alto grado de desigualdad.
En segundo lugar, debe haber en el mercado laboral más oportunidades para las mujeres.
En Italia la proporción de mujeres trabajadoras está muy por debajo de la existente en los países nórdicos. Lo mismo ocurre con el tamaño familiar medio. La relación no es fortuita. La mayoría de las parejas que decide tener más de un hijo necesita dos sueldos para criarlos en unas condiciones adecuadas.
En tercer lugar, el Gobierno debe agarrar por los cuernos el toro de la reforma educativa. La educación, en todos los niveles, así como la inversión en tecnología de la información, son fundamentales para el éxito competitivo en la nueva economía basada en el conocimiento. Son motores cruciales de crecimiento, pero también son esenciales para reducir las desigualdades, como de nuevo ha demostrado la experiencia nórdica. No es sólo una cuestión de dinero. Lo que importa es reformar las estructuras arcaicas, elevar los niveles de enseñanza y crear oportunidades para que quienes parten de una situación más desfavorecida prosperen en el sistema educativo.
En cuarto lugar, deben progresar en el tema de las pensiones. En Escandinavia, la reforma de las pensiones ha ido de la mano de políticas orientadas a fomentar que las personas mayores sigan trabajando. Deberíamos dejar de hablar de la sociedad que envejece y dejar de ver la vejez sólo como problema. Diría más bien que vivimos en una sociedad que rejuvenece.Las personas mayores se vuelven más jóvenes; permanecen sanas durante más tiempo que en épocas pasadas y pueden disfrutar de una vida tan activa y variada como sus conciudadanos más jóvenes. Muchos no sienten deseo alguno de renunciar al trabajo a la edad en que tienen que hacerlo ahora. La reforma de las pensiones debe ir unida al derecho al trabajo, independientemente de la edad.
No considero que estos conjuntos de reformas sean descabellados en un contexto italiano. El regreso al crecimiento debe ser la primera prioridad del nuevo Gobierno. Sin embargo, ese objetivo no necesita y tampoco debe sacrificar los objetivos de una mayor igualdad e inclusión social. Y, en efecto, habría que reformar las leyes relativas a la propiedad de los medios de comunicación. BBB... no sólo al hombre concreto, sino a todos aquellos que podrían aspirar a dirigir del mismo modo las alturas mediáticas.
lavanguardia, 10-VI-06