-Sobre Catalunya; Financial Times; enero-2006.
-El 'follón' catalán; The Economist; enero-2006.
Financial Times, 10-I-06 (lavanguardia, 11-I-06)
El 'follón' catalán
Cuando un general habla de intervenir con las armas para mantener la integridad territorial de un país, cualquier demócrata debe preocuparse. Cuando el país es España, que emergió de la dictadura de Franco solamente hace 30 años y sufrió un intento de golpe de Estado en fecha tan reciente como en 1981, las preocupaciones deben multiplicarse. El Gobierno español hizo correctamente arrestando la semana pasada al general José Mena Aguado, jefe del ejército español, después de que él dijera en público que el nuevo Estatuto constitucional de Catalunya, que le da más autonomía y el reconocimiento como nación, puede hacer necesaria la intervención militar. Citó el artículo 8 de la Constitución española, que da al ejército la misión para garantizar la integridad y el orden constitucional del país. El Estatuto catalán, aprobado de forma aplastante por el Parlamento regional el pasado septiembre, ahora está siendo debatido por el Parlamento español en Madrid. La Constitución española de 1978 devolvió muchos poderes que se habían centralizado bajo Franco a 17 comunidades autónomas, lo que se hizo sin incidentes.
Euskadi y Catalunya, que tienen la máxima autonomía, han hecho una amplia campaña para obtener más. Una considerable minoría, por su parte, quiere la independencia. En el caso vasco, el debate ha sido desfigurado por la violencia de ETA. Gran parte de la clase política en Madrid ha rechazado de forma intransigente considerar más autonomía para las regiones y mucho menos plantear una eventual independencia. La buena voluntad del gobierno Zapatero, elegido en marzo del 2004, para negociar con Euskadi y Catalunya ha sido un cambio bienvenido. Aun así, hay argumentos respetables contra la flexibilidad de Zapatero. Los nacionalistas nunca estarán satisfechos con las concesiones de mayor autonomía judicial y fiscal. Ellos siempre piden más para tener mayor margen de negociación. Además, la posición negociadora de Zapatero está minada, porque, en Madrid, su gobierno depende de los votos de la izquierda nacionalista catalana. Mientras, en Barcelona, el Gobierno socialista está en coalición con el mismo partido nacionalista que presiona en Madrid. Hay un gran problema financiero. Euskadi y, especialmente, Catalunya están entre las regiones más ricas de España. Darles demasiada autonomía fiscal podría ir contra el deseable proceso de transferir dinero de las regiones ricas a las pobres del país. Efectivamente, un deseo para limitar las transferencias fiscales a Madrid es una fuerza que hay detrás del nuevo Estatuto catalán.
Zapatero está aún en el camino correcto para negociaciones favorables. El rechazo arbitrario del anterior gobierno del Partido Popular, bajo José María Aznar, incluso para hablar con los nacionalista vascos y catalanes sirvió simplemente para alimentar el fervor secesionista en ambas regiones. Otros países como Gran Bretaña con respecto a Escocia, y Canadá con respecto a Quebec, han descubierto que el mejor camino para desactivar las peticiones de independencia puede ser concediendo más autonomía e incluso, si es necesario, reconocer las peticiones de ser una nación. Una democracia moderna debería ser capaz de acomodar la autonomía regional, e incluso un claro deseo de independencia. Pero nunca debería ser intimidada por un general.
The Economist, 14/20-I-06