´Las otras razones de Turquía´, Nazanin Amirian
Nadie se cree en Oriente Medio que la invasión turca del Kurdistán iraquí sea para destruir las bases del Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK). Un partido pequeño que tras duros golpes recibidos en la década pasada - incluida la detención de su líder, Abdullah Ocalan-, aún no ha levantado cabeza.
Entonces, ¿qué pretende Ankara? Puede que desmontar el plan B de Washington para Iraq, aprobado por el Senado en septiembre pasado, que autoriza la división de su territorio en tres miniestados: uno kurdo, uno árabe suní, otro árabe chií en el sur, y Bagdad encargado de la seguridad de las fronteras y de la administración de los recursos del país. Un plan que si para Washington es una salida digna al pantano iraquí, para Turquía sería inadmisible. Porque el futuro Estado kurdo controlaría unos 36.000 millones de barriles de petróleo, un tercio de la totalidad de los hidrocarburos de Iraq. Razón por la cual Estados Unidos no ha cedido la gestión de Kirkuk, ciudad de mayoría kurda y poseedora de 800.000 barriles de petróleo, al presidente Masud Barzani. Esta región, además, cuenta con inmensos caudales de agua y el depósito de sulfuro más grande del planeta, material usado para la fabricación de gases venenosos. La otra razón de Ankara apunta a que un Kurdistán rico y poderoso podría convertirse en un modelo para los 12 millones de kurdos de su país que viven en absoluta miseria, condenados a una persecución sistemática y racista. El plan B despertaría el monstruo de la limpieza étnica en un Iraq en el que cerca de tres millones de kurdos, árabes y turcomanos viven fuera de los límites dibujados por el plan.
Más consecuencias del nuevo remedio para Iraq: la oposición de Irán y Arabia Saudí. Teherán, porque sus siete millones de kurdos discriminados y rebeldes se podrían animar a aplicar la experiencia iraquí; Riad, porque una comunidad autónoma chií en el sur de Iraq caería bajo la influencia de los iraníes.
La autonomía kurda iraquí, con sus cinco millones de habitantes, tiene sus símbolos de soberanía - Constitución, Parlamento, bandera, moneda y un ejército propio llamado peshmerga-. Una democracia sin precedente en toda la región: demasiado bonito para ser real y/ o duradero.
Nazanin Amirian, politóloga iraní y autora del libro ´Kurdistán, el país inexistente´ (Flor del Viento) , 1/2-I-08, lavanguardia