"Kundera y Europa", O. Izquierdo

Cómo explicar qué es Europa? Lo intentó, y con nervio, George Steiner en esa pequeña joya que apareció hace casi un año, La idea d´Europa, cuando a raíz de un asomo de referéndum que tal vez recuerden se pontificaba sobre el ser y el no ser de nuestro continente. Lo intentó, y para ello escogió algunos hechos de apariencia anecdótica y gran potencia simbólica (los cafés como lugar para la cita y el debate, una geografía que se puede recorrer a pie, la presencia de la memoria histórica en los nombres de calles y plazas, entre otros). Y terminó con dos observaciones que sólo a los más dogmáticos parecerán contradictorias: "Els odis ètnics, el nacionalisme xovinista i les reivindicacions regionals han estat el malson d´Europa", dice el autor checo. Y, sin embargo, el genio de Europa "és el de la diversitat lingüística, cultural i social, d´un mosaic generós que sovint converteix una distància insignificant, una separació de vint quilòmetres, en una divisió entre dos mons".

Por eso, concluye: "No hi ha res que amenaci Europa més radicalment que la detergent i exponencial marea de l´angloamericà, i dels valors uniformes i imatge mundial que aquest devorador esperanto comporta".

Ahora otro ensayo enriquece esta urgente peregrinación hacia una idea viva de Europa. Se trata de El teló, de Milan Kundera, un apasionado y apasionante recorrido a través de la novela, arte que según el autor es antes que nada europeo. Kundera se pregunta por el sentido de la novela, el último observatorio desde el que es posible abrazar la vida humana como un todo, y su respuesta le lleva a reflexionar también sobre Europa a partir de una afirmación que casi transcribe a Steiner: "La diversitat cultural és el gran valor europeu". Pero a esa diversidad hay que sumarle una distinción no tan positiva: "A Europa hi ha, d´una banda, els grans països, i de l´altra, els petits; hi ha les nacions instal · lades en les sales de negociacions i les que esperen tota la nit a l´avantcambra." Una distinción que no se fundamenta sólo en la demografía, sino ante todo en la experiencia histórica. Hay naciones, dice, como Polonia, que viven su propia existencia como un riesgo y a las que la historia ha enseñado lo que significa no ser; otras, como España, son viejas potencias que nunca se han sentido amenazadas. Pero unas y otras terminan siendo provincianas, las pequeñas al defender pertinaces su integridad, las mayores por desprecio hacia lo extraño. Kundera, convencido de que "l´única cosa que té possibilitats de perdurar és la història de les arts" europeas, reclama contemplarlas en el "gran contexto", el marco supranacional en el que se produce el diálogo estético entre obras y autores, frente al pequeño contexto de los gentilicios nacionales.

Hoy el peor mal de Europa puede ser ese provincianismo: "Europa no ha aconseguit pensar la seva literatura com una unitat històrica i no pararé de repetir que aquest és el seu irreparable fracàs intel · lectual." Un nombre propio muestra hasta qué extremo ello es así: "Em podeu ben creure, ningú coneixeria Kafka avui, ningú, si hagués estat txec".

Porque Kafka no era checo (aunque fuese, como precisa, ciudadano checoslovaco desde 1918). "Kafka només escrivia, cal recordar-ho, en alemany, i es considerava, sense cap equívoc, un escriptor alemany". Lo afirma Milan Kundera, un checo que ha apostado pot ser francés, en El teló, este ensayo luminoso de cuya lectura cada cual debería sacar sus conclusiones.

Oriol Izquierdo, lavanguardia, 16-VIII-05