A. Chun-Nan Chiang, vicesecretario general del Consejo de Seguridad Nacional de Taiwán del 2000 al 2004.
Este año marca el centenario de la guerra ruso-japonesa de 1905, y mañana, el 15 de agosto, varios países conmemorarán el sexagésimo aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. Por supuesto, ya no existe el dominio militar de Japón en el este de Asia, que comenzó con la guerra ruso-japonesa y llevó a la Segunda Guerra Mundial. Los fantasmas de esta historia todavía recorren el este de Asia, donde cada país intenta encontrar maneras de asumir el pasado.
China es el punto de referencia. A lo largo de los siglos, Japón y China se han turnado el dominio del este de Asia, y ambos buscan hoy afirmar su hegemonía regional. Históricamente, la península de Corea fue el escenario de esta rivalidad. Durante su visita a EE. UU. este junio pasado, el presidente surcoreano Roh Moo Hyun, dijo al presidente Bush que China había invadido Corea más de cien veces en su historia. Sus comentarios causaron revuelo en China, que se ve a sí misma como una víctima de invasiones (siendo la de los japoneses la más humillante) y ha olvidado su propio historial de ataques a sus vecinos.
Roh también critica abiertamente a Japón por la cobardía de no asumir sus propios crímenes de guerra, y plantea que no merece un lugar en el Consejo de Seguridad de la ONU. Japón ocupó Corea por largo tiempo, y durante la Segunda Guerra Mundial los coreanos fueron obligados a unirse al Ejército Imperial Japonés, una situación similar a la de Taiwán. Tras derrotar a la dinastía Qing y a Rusia, Japón no sólo ganó el control de la península de Corea, sino que también extendió su alcance hasta muy dentro del nordeste de China. Actuando como el Gran Hermano del este de Asia, el ejército Kwantung de Japón fundó Manchukuo, en el nordeste de China, en 1932. Japón quería que Manchukuo se convirtiese en lo que era India para Inglaterra o Argelia para Francia, una joya de la corona del imperio, y envió un millón de inmigrantes (800.000 de los cuales murieron después de que el Manchukuo de posguerra fuera ocupado por Rusia), al tiempo que invertía enormes sumas para desarrollar la industria pesada.
El Gobierno de Nanjing en China, encabezado por Wang Jingwei y controlado por Japón, fue similar al Gobierno títere de Vichy en Francia, bajo Henri Philippe Pétain. Ambos hombres fueron tratados como traidores tras el fin de la guerra. En contraste, como resultado de una larga colonización, Taiwán y Corea habían desarrollado una compleja relación de tanto resistencia como dependencia frente a sus gobernantes. Con sólo unas pocas excepciones, la elite local había sido asimilada al sistema colonial. Sin embargo, el resultado fue similar en toda la región después de la derrota de Japón en la II Guerra Mundial. La guerra civil estalló en China, la península de Corea se dividió, y las demás colonias del Sudeste Asiático, con la sola excepción de Tailandia, recurrieron a las armas para lograr su independencia. China todavía no ha asimilado la historia de Manchukuo y su guerra civil, por no mencionar la necesidad de abrir los archivos secretos sobre la decisión de Mao Tse Tung de enviar a casi un millón de soldados a la guerra de Corea. Más de 20.000 taiwaneses y casi la misma cantidad de soldados coreanos que murieron por el Japón imperial son venerados en el santuario Yasukuni de Japón. Recientemente, algunos grupos civiles de ambos países han comenzado a exigir el regreso de los restos de sus soldados enterrados en Yasukuni.
La tardía toma de conciencia de Taiwán refleja la temprana dependencia de su Gobierno nacionalista a la protección de EE. UU. y a la ayuda de Japón. Chang Kai Chek no tenía otra opción que devolver bien por mal al renunciar a reclamar compensaciones de Japón, del mismo modo que dispuso en secreto que el ex jefe de Estado Mayor del ejército Kwantung se uniera a los empeños de Taiwán por enfrentar a los comunistas. Japón nunca ha ofrecido disculpas por su colonización de Taiwán, y los taiwaneses no tuvieron la oportunidad de reflexionar sobre su historia durante los 30 años de ley marcial.
Esta primavera, se produjeron casi simultáneamente manifestaciones antijaponesas en China y Corea, en momentos en que ambos países tratan de hacer que el recuerdo de la dominación japonesas esté al servicio de la construcción de una nueva identidad y posición estratégica nacional. De modo que podemos esperar que, como los actos de mayo para conmemorar los 60 años del fin de la II Guerra Mundial en Europa, la conmemoración mañana en Asia del término de la guerra en el Pacífico pondrá al descubierto sensibilidades históricas persistentes y que todavía están a flor de piel. Sin embargo, y a diferencia de Europa, el recuerdo de la historia en Asia sigue ligado a las actuales ambiciones estratégicas.
Hace cien años, el ascenso del poderío militar japonés cambió el destino de Asia. Hace sesenta años, la caída de este poderío cambió nuevamente este destino. Actualmente, cuando el aumento de la riqueza y poder de China la pone a la par de Japón, Asia contiene el aliento y espera que desaparezcan los fantasmas de la historia.
lavanguardia, 14-VIII-05