Gorras de béisbol con la inscripción papista en letras góticas (a 11,99 dólares), jarras de cerveza made in China con la inscripción The cardinal Ratzinger fan club (14,99) y camisetas con las mejores frases del purpurado (al mismo precio). Todo esto, y algunas cosillas más, podía comprarse on line, hace unas semanas, en la página web del Cardinal Ratzinger Fan Club, creado el año 2000 en los EE.UU. por Chistopher Blosser, un cristiano renacido que se convirtió al catolicismo en 1997.
En la página web del club, ahora reconvertido en Benedict XVI Fan Club, se ofrecen también, además de escritos y documentos del ex prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, unos pocos, y escogidos, links. Entre las páginas webs agraciadas, se encuentra la del cardenal Avery Dulles, hijo de un secretario de Estado de Eisenhower y sobrino de un inolvidable jefe de la CIA. Y también las de la santísima trinidad del neoconservadurismo católico americano: George Weigel, Michael Novak y Richard John Neuhaus.
No se trata de una elección casual. Weigel, Novak y Neuhaus son, desde hace ya muchos años, los amigos americanos del nuevo Papa (y también, por qué no recordarlo, del italiano Rocco Buttiglione).
Escribí, hace unos meses, que los currículos intelectuales y políticos de estos tres personajes, que la toma en consideración de las fuentes que financian sus iniciativas, los think-tanks en los que participan y las estrechas relaciones de todos ellos no sólo con los círculos de poder de Washington y el Vaticano, sino también con movimientos o prelaturas eclesiásticos tan influyentes en la sociedad y en la academia como Communione e Liberazione o el Opus Dei, invitaban a consideraciones de altos vuelos relacionadas sobre el papel que Roma, que ya fue protagonista en las cruzadas de la guerra fría contra el comunismo, puede volver a interpretar en los proyectos de los neoconservadores para el nuevo siglo en curso.
La elección de uno de los suyos, Ratzinger, que ya realizó un buen trabajo en América Latina y que es un admirador incondicional de san Josemaría y del fundador de Communione e Liberazione, vuelve a poner al día esta invitación. La Santa Alianza, que hasta ahora movía los hilos desde un discreto segundo plano, ha tomado abiertamente el mando. El fantasma de la Restauración amenaza ahora con pasearse de nuevo por Europa.
De momento seguro que nadie nos libra de la importación definitiva de la guerra de la cultura made in USA que ya asomó la oreja con las excusas de la falta de una referencia a las raíces cristianas del Continente en la Constitución Europea y del caso Buttiglione . ¿Se cambiará la liturgia? ¿Volverá el latín a las misas? ¿Crecerá el número de ovejas del rebaño? ¿Decrecerá el número de citas de las obras de Tomás de Aquino en beneficio de las de San Agustín? ¡Quién sabe!
Pero sería extraño que, con este Papa en la silla de Pedro, y tras la espectacular campaña promocional protagonizada por la Iglesia durante estas semanas, los temas estelares de la culture war no intentarán colarse en las agendas políticas europeas.Ysería un verdadero milagro que no nos acabaramos encontrando hasta en la sopa el discurso sobre la secularización,el relativismo,la crisis de valores y la consiguiente crisis de la democracia a ellos debida.
José Maria Ruiz Simón, lavanguardia, 28-IV-05.