īDerecho a decidirī, Jordi Barbeta

Artur Mas ha planteado el concepto del derecho a decidir como el factor clave capaz de aglutinar al conjunto del movimiento catalanista. Intenta comprometer a regionalistas, nacionalistas e independentistas en un rumbo compartido: la defensa de aquellos intereses de Catalunya que, al menos sobre el papel, suscitan amplio consenso, léase aeropuerto, infraestructuras, impuestos... Al fin y al cabo, en Catalunya todo el mundo sufre las consecuencias de viajar en tren, en avión o en coche. Se trata de poner por encima de la lucha partidista aquello que la propia sociedad reclama independientemente de su ideología. Pero esta misma semana, la mejor lección sobre el derecho a decidir la ha impartido Esperanza Aguirre, la presidenta de la Comunidad de Madrid, que demostrando una gran capacidad de reacción, en un pispás, ha propiciado una convergencia de intereses comunes para que Iberia no escape del control de sus conciudadanos, Caja Madrid se ha hecho con el control de Iberia, una plataforma de poder con múltiples ramificaciones no sólo aeroportuarias.

En cuanto Iberia se puso a la venta, Aguirre se arremangó, utilizó su influencia - política- en la caja de ahorros y una operación tan o más complicada que la adquisición de Endesa se ha resuelto en pocos días con una contundencia que está obligando a desistir a los demás competidores. Aguirre es del PP. De hecho la comunidad autónoma de Madrid forma junto con la valenciana la plataforma de poder que determina la estrategia política de los conservadores. Dicho de otra manera, Esperanza Aguirre representa la punta de lanza de los adversarios del Gobierno socialista. Los triunfos de Aguirre se cuentan como derrotas del Gobierno, pero, por lo que se ve, no en este caso. El ejecutivo que preside José Luis Rodríguez Zapatero no sólo ha aplaudido la operación, sino que ha contribuido a su éxito. Se trata de un hecho verdaderamente insólito. Cierto es que Aguirre es muy lista, no hay que olvidar que es una Gil de Biedma, pero el Gobierno tiene una capacidad total de abortar una operación de estas características. No lo ha hecho cuando, en cambio, PSOE y PP en su batalla política particular están dispuestos incluso a dinamitar el Tribunal Constitucional. Habrá que llegar a la conclusión de que existen intereses tan sagrados que pasan por encima de cualquier otra consideración en los que, aunque parezca mentira, PSOE y PP están dispuestos a ir de la manita.

Observemos un caso parecido en Catalunya. Todos los partidos catalanes están a favor de que el aeropuerto de El Prat deje de depender de Aena y pueda buscarse la vida en el mercado sin interferencias ni competencias desleales. Sin embargo, no hay manera. No hubo manera porque PSOE y PP olvidaron sus rencillas y votaron juntos. En contra, claro. Y los catalanes, separados. Es lo que hay. España es una nación.

lavanguardia, 25-XI-07.