Toros: prohibició, catalanitat,...

Viva los toros y olé.

Manuel Trallero, LV, 19/04/2004.

Por si a ustedes les quedaba alguna duda, debo confesarles que soy un ser monstruoso, una mente diabólica, retorcida y enfermiza, cuya principal diversión consiste en ver cómo una pobre res suelta unos cuantos chorretones de sangre y sufre toda serie de torturas a manos de un desaprensivo, en medio de las risotadas de un respetable que de respetable no tiene, por lo visto, nada, y que tan sólo disfruta con la sangre. Es decir, que después de Jack el Destripador ya vengo yo en la lista de los peores criminales de la humanidad. Tengo el mérito enorme de haber visto una escasa docena de corridas, aunque eso sí, una tarde vi torear a José Tomás en Barcelona y eso no lo podré olvidar, porque creí tocar el cielo con la punta de los dedos.

Soy, pues, culpable de ello, y encima en las pruebas de atletismo, en lugar de disfrutar con el tiempo registrado por los atletas, como realmente me lo paso pipa es viendo la cara de dolor que ponen y la abundante sudoración que padecen.

Soy, pues, un sádico peligroso cuyo único objetivo en esta vida es ver cómo sufre un pobre animal, mientras que “Copito de Nieve” tuvo un final estupendo y los animales del zoológico del señor Portabella llevan una vida envidiable, encerrados para siempre.

Lo peor de todo es que me gusta ser como soy. Es decir, no formar parte de esta Catalunya pasteurizada, de pensamiento único, políticamente correcta, que para divertirse ya tiene a los payasos de TV3, a base de reírse siempre que pueden de los españoles, un espectáculo que por lo visto resulta muy gratificante para los niños. Yo no sé ustedes, pero no tengo ningún interés en esa Barcelona convertida en un gigantesco parque temático, en capaz de montarse en el Trambaix como si fuera el avión del Tibidabo, para bajarse después y hacerse la foto. Una ciudad en estado de permanente orgasmo, ora porque va a tener el segundo ordenador más grande del mundo, ora porque la plaza del Fòrum es la tercera mayor del planeta, y así sucesivamente.

Voy a ser el último mohicano, pero a partir de ahora no pienso perderme una corrida. No estoy dispuesto a que la autoridad competente acabe mandándome a la cama como si fuera una de Les Tres Bessones o a que a los señores de Estopa se les critique porque hablan en castellano en TV3. Lo siento mucho, pero no aguanto que la consellera Rotermeyer-Tura nos diga qué tradiciones son buenas, “córrer els bous”, por ejemplo, y qué otras son malas> Barretina y muleta del Vallès.

LV, Antoni González, 19-IV-2004.

La corrida empezó con sorpresa. Para algunos, lo fue la caída del cartel de Morante de la Puebla, que el sábado anunció su retirada de los ruedos (el fiasco de Sevilla y el fracaso de su cita con seis toros en Madrid sin duda ha tenido algo que ver). Pero para casi todos la sorpresa nos la dio quien suplió su ausencia a última hora, Serafín Marín. El torero catalán (cuyo anuncio en el cartel inicial quizá hubiera mejorado la taquilla), hizo el paseíllo tocado con barretina en lugar de con montera, en un acto de reivindicación de la catalanidad de nuestra fiesta taurina que fue acogido con entusiasmo por el público puesto en pie. Luego, el lote que le correspondió, el peor, y los errores ajenos, le impedirían culminar tan emotivo y atractivo inicio.

Aún así, el mejor toreo de capa que vimos lo hizo Marín. Lo dibujó en un quite por ajustadas gaoneras al segundo y en las verónicas de recibo al tercero, tanda rematada con dos medias y una revolera también excelentes. A éste, “Enemigo”, flojo de salida, un error del Boni (los auroleados también yerran), que le echó el capote abajo, le dejó ya sin aliento tras una voltereta, perdiendo las manos siempre al entrar después al trapo de Serafín. Lo despachó de tres pinchazos. En el caso del sexto, “Artillero”, el de más peso, astifino y manso, fue el presidente, el por lo visto inevitable señor Mantecón, quién se equivocó, al dejarle crudo, sin picar, lo que acrecentó la dificultad del animal. Serafín estuvo donde hay que estar, pero no pudo hacer más que demostrar su valor. Dejó una entera después de pinchar.

Y si un catalán puso la barretina, otro, también del Vallès, de Sabadell, puso ayer la muleta. Fue al torear a “Cubano”, el cuarto, manso en el caballo pero divino para los engaños. Juan Serrano, que había veroniqueado sin pararse, inició bien la faena por bajo, descubriendo allí al toro. En las tandas por la derecha que siguieron no fue oro todo lo que relució (no siempre estuvo el torero en su sitio ni llevó al toro adonde hay que llevarlo) pero lo bueno fue mucho y lo fue de verdad. Hay que destacar algunos redondos largos y templados y dos circulares, uno citando por delante y otro por detrás, bien rematados con sentidos pases de pecho. Por la izquierda, la única tanda también resultó irregular y el de pecho que la remató. excesivamente despegado. La estocada, bien ejecutada, fue efectiva y el público se le entregó. Al primero, “Aficionado”, pequeño y flojo, apenas le insinuó unos muletazos sin fe y lo cazó pronto de un bajonazo.

La actuación de ayer del Juli fue una de las más vulgares que le hayamos visto, que ya es difícil. Sólo la incompetencia e incultura taurina del presidente justifica un resultado que maquilló la realidad. Al segundo, “Boticario”, soso y dócil, lo lanceó con aseo, lo banderilleó sin decoro (siempre a toro pasado) y lo muleteó sin comprometerse jamás, a mucha distancia y sin mandar ni, por supuesto, templar. Se fue con fe tras la espada y dejó una entera tendida que resultó suficiente. Y con “Misigato”, el quinto, aún hubo menos . Nada en capa (ni de recibo ni en quites), renunció a banderillear (qué alivio para los aficionados) y con la franela, muy por debajo de la bondad infinita del animal. En los naturales diestros se limitó a poner el trapo y desplazar la mano y en los zurdos ni siquiera consiguió evitar los enganchones. Otra vez, eso sí, la estocada la ejecutó con fe y en buen sitio.