"El negocio de la biotecnología", E. Pola

Biotecnología sin fronteras

Emilià Pola, Fundació Catalana per a la Recerca


Dicen los expertos que en el 2007 el sector biotecnológico en Europa moverá unos 100.000 millones de euros anuales. ¿Y qué? A los votantes de a pie todo esto nos queda más bien lejos; y cuanto más análisis financiero, peor. Yo, por ejemplo, admito sin ninguna vergüenza que no sé qué significa Nasdaq. Para mí que está mal escrito... y nadie se atreve a decirlo.

¿Así que la biotecnología es negocio? Bueno, claro, para algunos afortunados, para las grandes empresas, para los mercados financieros musculosos y bien hormonados... Sin embargo, hace unos días en una conferencia descubrí algo que sí entendí. Y tiene que ver con la ensalada de berros. Me explico.

En el mundo hay enterradas cien millones de minas antipersonal esperando víctima. Por desgracia, cada año quedan 25.000 menos, que es la cifra de muertos y mutilados que producen. Menos mal que están prohibidas desde la convención de Ottawa de 1997; como a los malos les da mucho miedo la convención, seguro que ya no se producen más. En todo caso, eso nos deja con el problema de deshacerse de las que hay en circulación... y pocos de los países que lo necesitan pueden costear el trabajo.

La ensalada de berros no es que sea un plato de los más populares, pero hace unos años se puso de moda y ahora que todos queremos estar delgaditos es un plato que sale bastante bien. En el restaurante de una empresa donde trabajaba tenían ensalada de berros casi todo el año, excepto en otoño, cuando a los berros les entra un violento furor otoñal y se vuelven de color rojo intenso. El color no gusta a los clientes, así que no había ensalada de berros. “Tenemos unos cogollos buenísimos”, ofrecía el maître.

Incluso un humilde berro parece mejor preparado para entender el calendario que yo. Yo, como berro, sería un desastre. Mi único consuelo es que a la mayoría de los animales nos pasa lo mismo. Como las plantas no pueden cambiar de sitio, no les queda más remedio que ser expertas en predecir las estaciones y “paladear” delicadamente el suelo en el que están plantadas, para aprovechar al máximo hasta la última piconésima de nutrientes.

La noticia es que unos astutos biólogos están produciendo una variedad de berros modificada genéticamente. Pero no son para las ensaladas, ¡sino para las minas!

Al parecer han separado el gen otoñal que vuelve rojos a los berros y lo han puesto en otro “departamento”: en lugar de predecir el otoño, estos berros cambian a un color rojo intenso cuando en el suelo hay la más mínima cantidad de vapores de dióxido de nitrógeno, el gas que desprende la mayor parte de los explosivos, el que los perros policía aprenden a buscar, pero mucho más sensible. Si se salen con la suya, bastará sembrar un campo con estos berros y esperar unas semanas para obtener unos preciosos círculos rojos marcando los puntos donde están las minas. Ya lo están probando. Elegante, simple, seguro y barato. ¿Quién hay detrás de la idea? Una empresa de cuatro empleados (sí, cuatro) con su nombre, su página web y todo.

Desde hace décadas, la biotecnología está presente en los círculos financieros. Los gigantes del sector prevén fantásticas perspectivas de crecimiento; está muy bien, pero a veces una ensaladita de berros basta para empezar a entender cómo la biotecnología está cambiando nuestra economía y nuestro mundo.

lavanguardia, 06/04/2004