Lord Hutton, 'Fiat Justitia, ruat caelum'
Lord Hutton es el típico calvinista norirlandés, asceta, seco con los extraños, cortante con los ignorantes y estirado con todo el mundo. Niega tener hobbies. Su lectura cuando va a la playa –aseguran sus guardaespaldas– son un par de gruesos volúmenes de jurisprudencia para preparar el próximo caso. La palabra ocio no figura en su diccionario.
La vida del hombre de 72 años en cuyas manos se encuentra hoy el destino de Tony Blair ha estado marcada por la discriminación y el terrorismo. No pudo hacer carrera judicial en Inglaterra, a pesar de licenciarse con brillantez en Oxford, porque su acento norirlandés lo delataba como un forastero ajeno al “establishment”. Estuvo en la lista de blancos del IRA, vio como cinco colegas eran asesinados y envió a su familia a Edimburgo para que vivieran en paz.
James Brian Edward Hutton nunca ha sido un pionero de la justicia al estilo de Baltasar Garzón, más bien todo lo contrario. Prefiere seguir la jurisprudencia que abrir nuevos caminos, pero analiza meticulosamente los hechos y pronuncia veredictos de gran ecuanimidad. Su lema es la expresión latina “Fiat Justitia, ruat caelum”: que se haga justicia, aunque se abran los cielos.
Este hombre serio, tímido y austero, boxeador de joven, miembro de la Iglesia presbiteriana, es quien juzga hoy el comportamiento de Tony Blair, sus ministros y asesores, los directivos de la BBC, los servicios de inteligencia y el periodista Andrew Gilligan en la cadena de acontecimientos que desembocaron en el trágico suicidio del profesor David Kelly, un experto en armas químicas que denunció las exageraciones de Downing Street para justificar la guerra de Iraq.
¿Se lavará las manos al estilo de Poncio Pilatos? ¿Buscará un cabeza de turco fácil? ¿O hurgará en la verdad hasta llegar a donde realmente duele? El estilo conservador de lord Hutton juega a favor del Gobierno, ya que no buscará frases sensacionales ni entrará en camisas de once varas. A él tan sólo le encargaron “examinar las circunstancias que desembocaron en la muerte del profesor Kelly”, y es lo que ha hecho. Si Blair llevó al país a la guerra bajo una premisa falsa o si los servicios de inteligencia fracasaron en su análisis de las armas de destrucción masiva es harina de otro costal. Pero su independencia, en cambio, puede ser peligrosa. Nunca se ha casado con nadie, y ello a pesar de vivir amenazado de muerte, en un clima de terrorismo, con su familia exilada y guardaespaldas a su alrededor todo el día.
James Brian Edward Hutton confía en su propio intelecto y es valiente. Al contrario que otros jueces, nunca ha buscado sentencias políticamente correctas, ni ha tenido miedo de que sean revocadas en apelación. Analiza los hechos según le son presentados, desmenuzándolos como si practicara una autopsia. En el Ulster de los “troubles” representó a soldados británicos que participaron en el “domingo sangriento” de Derry, juzgó a Bernardette Devlin y puso en libertad a paramilitares del IRA por haber sido maltratados en la cárcel.
El juez se casó mayor, con 44 años, y tuvo un matrimonio feliz que duró un cuarto de siglo hasta la reciente muerte de su esposa Mary, víctima de un cáncer. Incapaz de hacerse ni siquiera una taza de té, sus dos hijas se ocuparon de él hasta que se casó en segundas nupcias con una viuda rica del barrio londinense de Chelsea. Su presencia en los cócteles y cenas del circuito social es muy apreciada, pero es imposible sonsacarle una palabra sobre su trabajo. Lord Hutton es sumamente generoso con los amigos y los empleados. Nunca se olvida de un cumpleaños o un aniversario. Da largos paseos. No juega al golf ni al ajedrez, ni le gusta el fútbol, ni es gran aficionado a la ópera, el ballet o la jardinería. Su gran hobby es que se haga justicia, caiga quien caiga.
Rafael Ramos, lavanguardia, 28-I-2004