´Sobre Chechenia´, Adriano Sofri
Adriano Sofri, Il Foglio, 13/11/2003.
Querido Giuliano, aunque recibo ahora la terrible noticia de la matanza de carabineros italianos en Iraq, querría responder a las dos preguntas que has planteado... La primera: ¿cuál es el fundamento de la reivindicación de la independencia de los chechenos? La segunda: ¿porqué los rusos alimentan una tan invencible aversión a los chechenos?
Sobre la primera. La independencia estatal de Chechenia no es realmente necesaria, ni particularmente noble. Hoy, el plan apoyado por Maskhadov y formulado por Akhmadov (aún presidente y ministro de exteriores chechenos, tras las primeras y últimas elecciones regularmente desarrolladas en ese infeliz país) reclama en primer lugar la retirada de las tropas ocupantes y el desarme de los combatientes chechenos bajo una supervisión internacional, una administración internacional controlada, la restauración de la paz y de elecciones libres. ¿Es una utopía? Casi. La situación actual es una utopía al revés, una pesadilla. Yo, que de la Chechenia actual sólo puedo imaginar ya no la independencia, sino la paz, y tampoco la paz, sino el fin de la guerra y de la violencia, creo que ese es el deseo profundo de la gran mayoría de los chechenos. Hay un gobierno fantoche ante la mayoría; hay combatientes pasados al terrorismo islamista y kamikaze ante la mayoría. Quizá incluso la misma resistencia combatiente ni islamista ni terrorista no es ya la bandera de una gente exhausta y arrollada. La auténtica razón política (la moral debe venir primero, y sacudir las conciencias) por la cual es un escándalo la complicidad o la inercia del mundo, y especialmente de Europa, respecto al intentado genocidio checheno, es que la sociedad civil de ese país, así como la mejor parte de Rusia, puede encontrar por primera vez una voz que no sea la de las armas, tan solo a condición de recibir la simpatía y el apoyo de la opinión y las instituciones internacionales. La independencia hoy es un falso problema. Dicho esto, no deberías sorprenderte de que la reivindicación de la independencia haya emergido y se haya incluso afirmado desde hace nueve años. El imperio soviético, dictadura sobre el proletariado y sobre el pueblo, ejercía una peculiar tiranía sobre las minorías nacionales. Ya durante el derrumbe del imperio zarista y la revolución bolchevique, hubo en el Cáucaso tentativas de constituir una independiente Federación de pueblos de la montaña, y de juntar el nuevo sueño comunista con el antiguo sueño de la libertad caucásica, rápidamente borrados. El fin del imperio, y del imperialismo, soviético, han significado la explosión centrífuga en sus contornos. Sabes que muchos países entonces han tomado y conservado la independencia: Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania, Bielorusia, Kazakistán, Kirghizistán, Azerbaidján, Armenia… (Paradójicamente, lo hicieron valiéndose de una cláusula de la Constitución soviética, que reconocía el derecho a la separación de las repúblicas soviéticas -salvo garantía de ser arrasadas si lo hubieran intentado-). Sabes que el promotor de la independencia chechena, Djokhar Dudaev, comandante militar en un país báltico, izó desde ello la bandera nacional. También recordaré que el checheno Dudaev, general del Ejército ruso, miembro del partido comunista, hizo carrera en la guerra afgana, y estaba casado con una hebrea rusa. En la época de la declaración de independencia y de la primera invasión rusa el islamismo no tenía presencia en Chechenia, y Dudaev burló a los pocos fanáticos que se vendaban la frente con una cinta verde. Los chechenos fueron creados por Dios, me dice un viejo checheno, para ser como un mosquito en los ojos de los rusos. En 1944 los chechenos (y los ingusetios) fueron deportados, del primer al último hombre, un tercio perecieron de privaciones y de insoportables olores en los vagones precintados y las marchas forzadas. Otros pequeños pueblos caucásicos deportados se extinguieron con la deportación -los mingrelios-. Sería asombroso que no quisieran con todas sus fuerzas la independencia.
Aún hoy en día, la independencia nacional y estatal pueden ser vistas -así las veo yo, salvo excepciones- como mitos anacrónicos y contraproducentes, respecto a la aspiración de asociaciones siempre más amplias y conjuntos más respetuosos con las culturas y las libertades locales. Pero la opinión abstracta sobre el nacionalismo y la independencia estatales se muestra con las situaciones concretas. Cuando la defensa de una unidad estatal (por añadidura enferma como el imperio ruso) se reconoce obligada a guerras que exterminan un pueblo menor que quiere permanecer como tal y degradan al pueblo mayor en el nombre del cual se combaten, entonces hace falta saber rectificar. Es el punto esencial de todas las discusiones, de otra manera capciosas o de mala fe, sobre la inoportunidad de las reivindicaciones de independencia en la ex Yugoslavia, una vez que aquel proceso devino imparable, y se precipitó criminalmente en masacres horrendas. La Rusia de Eltsin primero y de Putin después (y de los generales) ha hecho en estos nueve años aquello que el zar (y sus generales) y Stalin y Beria (y sus esbirros) han estado realizando repetidamente durante siglos. Si la independencia chechena debiera ser el coste inevitable (no lo es) para el fin de la violencia de la guerra y de la humillación, el gobierno ruso debería reconocerla, en su propio interés.
Tu segunda pregunta: la raíz del odio irreductible de los rusos por los chechenos. Es fácil. Basta alguna buena lectura. Novelas, cuentos, poesías, no libros de historia. Tolstoi, Pushkin, Lermontov, incluso Soljenitsin.
Para el resto, más adelante, y saludos afectuosos.