pesimisme ecologista a Durban

delegados de los casi doscientos países asistentes en la ciudad sudafricana de Durban a la cumbre de la ONU sobre el cambio climático, COP 17, disponen de once días por delante, hasta el próximo día 9 de diciembre, para intentar llegar a un acuerdo, aunque sea de mínimos, para sustituir el protocolo de Kioto, el acuerdo firmado en 1997 sobre la reducción de emisiones y cuyo plazo de vigencia expira a finales del año próximo.

Y lo cierto es que la cumbre arrancó ayer en un generalizado ambiente de pesimismo y de escasas expectativas de lograr avances en tal sentido. Tan pocas posibilidades de éxito se atisban que la Unión Europea - que ya asume que no se logrará un acuerdo en esta cumbre-ha acudido a la cita con una propuesta de calendario de plazos para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO ) con un horizonte jurídicamente vinculante 2 no más allá... del año 2015. Una propuesta de mínimos que supondría, caso de ser aprobada, que su puesta en marcha se alargaría hasta el 2019 o el 2020.

Pero lo cierto es que el tiempo para frenar el cambio climático y el progresivo calentamiento del planeta se acaba y, si no se ponen remedios ya, está previsto que a finales de este siglo la temperatura mundial haya aumentado más de dos grados centígrados.

Para evitar que ello suceda, las emisiones globales deben disminuir por encima del 50% de aquí a mediados del siglo XXI. Sin embargo, lejos de reducirse, la Organización Meteorológica Mundial ha constatado que en el 2010 los gases de efecto invernadero han alcanzado niveles récord. Concretamente, desde el año 1997 en que se aprobó el protocolo de Kioto, los gases de efecto invernadero han aumentado en un 25%.

La pregunta clave es qué estados están dispuestos a reducir sus emisiones y en qué cantidad. Cabe recordar que Kioto sólo fue suscrito por 37 países desarrollados; Estados Unidos - el mayor contaminador mundial-no lo ratificó, y potencias emergentes como China e India no están incluidas en él. Cualquier acuerdo posible, pues, pasa por la actitud que adopten Estados Unidos y China. Si estas dos potencias no se implican en buscar un acuerdo que prolongue o que sustituya el de Kioto, otros países que en su día sí lo suscribieron - Japón, Canadá, Rusia-tampoco darán un paso para que el protocolo perviva más allá del 2012.

Negras perspectivas, pues, las de una cumbre que amenaza con repetir los nulos resultados de la celebrada hace dos años en Copenhague, donde se pasó de la esperanza a la desilusión. El mundo parece no aprender de sus propios errores.

LO BUENO...

Países escandinavos. Noruega y Dinamarca han prometido reducir unilateralmente sus emisiones un 40% para el 2020

UE.
Incorpora la aviación en el comercio de emisiones a partir de enero del 2012

Australia. Ha aprobado una tasa para penalizar el carbono en el 2012, y promete recortar sus gases hasta un 25%

Banco Mundial.
Dice que sólo desviando un 20% de los subsidios que van a las industrias sucias ya se notarían los beneficios climáticos y económicos

...Y LO MALO


EE. UU. y Canadá. Rechazan asumir más compromisos de reducción de gases

Japón.
No ha ratificado su anuncio de un recorte del 25% de CO2 en el 2020 

EE. UU. y Arabia.
Vetan el acuerdo para poner en marcha el fondo verde de ayuda a los países pobres

G-20.
No concreta cómo se debe nutrir ese fondo (la tasa a las transferencias financieras internacionales), ni frena las subvenciones a los combustibles (carbón, petróleo, gas) causantes del calentamiento

La demanda de la UE-27 para poner fecha a un acuerdo mundial global contra el cambio climático es el reto más ambicioso en la cumbre de Durban (Sudáfrica) que se inició ayer con presencia de 194 países. En otro contexto, podría ser un objetivo asequible. Al fin y al cabo, hace dos años, en Copenhague, algunos creyeron que rozaban el pacto con las uñas (y del desacuerdo viene una corriente de frustración que aún dura). Pero en la actual situación, imaginar en el calendario un acuerdo contra el calentamiento del planeta suena a osadía. La crisis económica en la UE, el neodesarrollismo de China (cuya economía creció un 10% el año pasado) y el negacionismo climático, que echa raíces en EE. UU., son un rompecabezas excesivo para saldar la ecuación.

Los expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) advierten que las emisiones de gases invernadero (que alcanzaron su pico máximo en el 2010) cada vez ocasionarán más fenómenos climáticos extremos (olas de calor, subidas del mar, precipitaciones y sequías intensas repartidas por zonas...); pero las metas que llevan los países a la mesa de Durban están lejos de lo requerido. El resultado de la inacción y el desacuerdo puede ser un incremento de la temperatura (respecto a las de la época preindustrial) de entre 3 y 3,5 grados, según Teresa Ribera, secretaria de Estado de Cambio Climático.

En Durban está en juego la ratificación del protocolo de Kioto, el único acuerdo internacional vinculante contra el calentamiento en vigor, aunque sólo implica reducción de gases a 38 países desarrollados. El problema es que algunos de sus firmantes (Canadá, Japón o Rusia) dicen que se bajarán del acuerdo cuando expire, en diciembre del 2012, si EE. UU. y las potencias emergentes no se implican en un acuerdo global jurídicamente vinculante.

Las exigencias de la UE son el principal motivo de esperanza y, a la vez, la causa primera del enfrentamiento en Durban. La UE alega que está dispuesta a ratificar Kioto con más reducciones de gases en otro periodo de cumplimiento (un 20% hasta 2020 respecto a 1990), pero alega que sólo representa el 12% de las emisiones mundiales, y por eso pide a los demás países que fijen un calendario de transición pactado que conduzca al gran acuerdo global con compromisos firmes de todos. ¿Pero qué pasará si los demás eluden esta invitación? ¿Morirá Kioto? ¿Cómo puede confluir este desigual proceso en un acuerdo antes del 2020, como propone la UE?

"Para nosotros, sólo sería aceptable avanzar en un segundo periodo de cumplimiento del protocolo de Kioto si al menos se pacta una hoja de ruta en la que se diga que los demás van a luchar contra el cambio climático", Artur Runge-Metzger, negociador principal de la Comisión Europea.

Sin embargo, las potencias emergentes (China, India, Brasil, Sudáfrica...) y los países menos desarrollados, exentos de compromisos vinculantes para reducir emisiones, ponen el acento en seguir exigiendo a las naciones ricas que ratifiquen Kioto. Invocando un criterio de equidad, dicen que sólo mitigarán el calentamiento con acciones nacionales voluntarias, lo cual resta fuerza al control y verificación exterior de la comunidad internacional.

EE. UU. tampoco será un motor de avance. Tedd Stern, su enviado especial, insistió en que la lucha contra el cambio climático no puede saltar a la esfera mundial si no actúan las otras grandes economías. Stern dijo que Estados Unidos apuesta por las iniciativas internas y no prevé un acuerdo global vinculante antes del 2020. El problema es que sus representantes del Congreso dudan de que el calentamiento sea atribuible al hombre y cuestionan lo que dicen los climatólogos. El plan de Obama para reducir las emisiones un 3% en el 2020 (respecto a 1990) falló estrepitosamente en el Congreso el año pasado. "Es poco probable que las grandes economías revisen al alza de aquí al 2020 sus objetivos para reducir las emisiones de gases invernadero", dijo Jonathan Pershing, su negociador principal.

No extraña la irritación de los pequeños estados insulares, los más expuestos al calentamiento. "Tras un año con récords en el crecimiento de las emisiones de gases y de temperaturas, el afán de los grandes países emisores en retrasar la necesaria acción inmediata, representa una traición a las naciones más vulnerables al cambio climático en el mundo", declaró Dessima Williams, la delegada de Granada, que representa a la Asociación de Pequeños Estados Insulares. La secretaria ejecutiva del convenio, Christiana Figueres, quiso poner una nota de optimismo con una frase de Nelson Mandela. "Todo parece imposible hasta que se logra", dijo animando a los delegados. La conferencia deberá poner en marcha el fondo verde para ayudar a las naciones pobres a mitigar el calentamiento, intentará evitar las numerosas disfunciones y agujeros del mercado de emisiones que lo hacen cuestionable, o si la industria nuclear recibe aliento y se beneficiará de proyectos de desarrollo limpio (que dan lugar a descuentos de emisiones en los países de origen).

29-XI-11, A. Cerrillo, lavanguardia