´¿Ómnibus gratis?´, Màrius Serra

Siempre me ha fascinado una tradición desacomplejadamente universal del catalanismo, hecha con la rauxa de las mejores humoradas por coetáneos de Pitarra. En una fecha tan lejana como 1864 uno de aquellos desaprensivos egregios publicó un estudio delirante sobre la importancia de la lengua catalana, en aquel entonces menos prestigiosa que hoy la economía griega. La estrategia fue espléndida. Se debatía entonces de qué lengua originaria derivaban todos los otros idiomas de raíz indoeuropea. Un tal Roch Binoba, seudónimo de Albert Llanas, acuñó una serie de frases para demostrar científicamente que el catalán era la madre de todas las otras lenguas. Dichos como "a les cinc tinc set i a les set tinc son" (chinesca), que en algunos casos han llegado hasta nuestros días. Binoba (Llanas) las publicó en un almanaque humorístico de título televisivamente premonitorio (Lo Xanguet)y consiguió un gran éxito de audiencia. Doce años más tarde, Artur Cuyàs las recogió, corrigió y amplió en Nueva York, que en octubre de 1877 ya hacía oposiciones para ser la capital del mundo. El artículo de Cuyàs, publicado en la revista neoyorquina en catalán La Llumanera de Nova York,tomaba como marco teórico la clasificación de las lenguas del alemán Heinrich Julius Klaproth, experto en idiomas orientales y en filología comparada. Cuyàs reproducía las diversas familias y otorgaba a cada idioma una frase catalana de fonética afín para demostrar el supuesto origen catalán. En el prólogo, Cuyàs rebate las tesis latina, griega, hebrea, siriaca, arábiga, persa, caldea y sánscrita de la lengua primigenia y llega a una conclusión extraordinaria: "Probablement lo catalá era la llengua que parlavan Noé y sa familia dins de l´Arca, y la portá á Espanya En Japet o Gafet, segons dihuen altres que s´deya".

Del centenar de frases fonéticamente promiscuas que lanzaba Cuyàs, destaco una. La que pretende demostrar que incluso el latín, contra todo pronóstico, proviene del catalán, y noa la inversa como siempre habíamos pensado. Dice así: "Avis murris porten els nuvis a Gràcia amb òmnibus gratis, i l´àvia sua". Estos días circula por todas partes el vocablo ómnibus ("vehículo de transporte colectivo para trasladar personas, generalmente dentro de las poblaciones", según el DRAE)aplicado a una ley de (80) leyes con la que el Govern de la Generalitat simboliza el drástico recorte que ha diseñado para hacer frente a la crisis. Son muchos los flancos que embiste a ochenta por hora este ómnibus, pero me interesa destacar uno. La abuelita sudadora, que sería la Institució de les Lletres Catalanes (ILC), una entidad nacida en plena Guerra Civil para coordinar las actividades de la gente de letras fiel a la República. De aquella ILC de los Riba, Trabal, Murià, Rodoreda o Soldevila, tan central en el relato del exilio, pasamos en 1987 a una entidad autónoma vinculada al Departament de Cultura. Esta ILC ha trabajado con eficacia, afecto y rigor en circuitos no demasiado iluminados por los focos mediáticos: bibliotecas, rutas literarias, casas museos, recitales, conferencias y certámenes culturales diversos. Por todo el Principat, y más allá, donde la literatura catalana es saludada con un bon dia.Ahora mismo, el ómnibus de los ochenta por hora puede atropellar a la abuela, arrebatarle la autonomía y condenarla a una dependencia de la Administración digna de las cartas no reclamadas de Bartleby. No nos podemos permitir derrochar la herencia y creernos, en nombre de la modernidad, que "no es taquin ni es moquin ni es piquin, ni pot haver-hi hagut mai vi en aquest got".

9-VI-11, Màrius Serra, lavanguardia