´La manoseada sociedad civil´, Josep Piqué

Me perdonarán los amables y  pacientes lectores que, desde hace tres años y medio, me siguen mensualmente en La Vanguardia si , por una vez, les hablo de un tema que me atañe personalmente de una manera muy directa.

Algunos de ustedes sabrán que acabo de ser elegido presidente de una institución señera y de gran prestigio y que se considera un paradigma de eso que hemos dado en denominar la "sociedad civil". Me refiero, obviamente, al Cercle d´Economia.

Una entidad a la que me vinculé hace ya casi treinta años. Y que siento como propia y que, además, tuve el honor de presidir brevemente a mediados de la década de los noventa, cuando otras responsabilidades me obligaron a renunciar. Una institución que nace al calor intelectual del gran Jaume Vicens Vives, y que aglutinó, desde el principio, el afán reformista de jóvenes empresarios, intelectuales y académicos, que deseaban - fervientemente-la modernización de España, a través de una clara apuesta por la economía liberal y social de mercado, y nuestra plena integración en la Europa democrática, y que tenían, además, la convicción de que Catalunya podía jugar un papel crucial en ese proceso, desde su sociedad civil articulada a través de instituciones, como el propio Cercle d´Economia.

Y el Cercle, que hace tres años celebró su cincuenta aniversario, presidido por uno de los grandes presidentes que siempre hemos tenido, José Manuel Lara, sigue manteniendo el espíritu inicial. Evidentemente, adaptado a las muy cambiantes circunstancias que hemos vivido. En un proceso, sin duda, positivo, que ha permitido acumular un indudable prestigio y una reconocida capacidad de influencia..

Y, desde mi punto de vista, con una palabra esculpida en el frontispicio de la institución y que nadie discute: independencia. Independencia de cualquier poder, ya sea político o económico o mediático. Sin ser jamás correa de transmisión de nadie ni de nada. Siendo sólo - y nada menos-expresión de la síntesis de sus miembros y de unas juntas que, siempre, han querido reflejar, desde su pluralidad y su diversidad, y su transversalidad,su compromiso por el interés general y con el bien común. Desde la fuerza que otorga el consenso a partir de posiciones y sensibilidades muy diversas y absolutamente legítimas.

Yo suelo repetir algo que me han transmitido los ex presidentes de la entidad y que representan la salvaguardia de las esencias de la misma: si las opiniones del Cercle son resultado de mayorías frente a minorías, perderíamos nuestro sentido. Porque la fuerza de la sociedad civil viene siempre de su capacidad de trascender posiciones coyunturales o partidistas y pensar en el medio y en el largo plazo, desde una perspectiva común. Y nunca, nunca, debemos permitir que la institución sea instrumentalizada por parte de nadie. De ningún poder.

Y cuando, desde todo tipo de poderes, se intenta manosear el concepto de sociedad civil, algunos apropiándoselo y otros minusvalorándolo, pienso que es muy sano decir algo, alto y claro: es básico que instituciones que, como el Cercle, son expresión indiscutible de sociedad civil, porque agrupa empresarios - dueños de sus empresas-o altos directivos, pero también altos representantes del mundo académico, o intelectual, como juristas, economistas de prestigio, analistas políticos o historiadores, sean percibidas como lo que deben ser: personas que, desde sus posiciones personales e ideológicas (faltaría más), piensan en el interés general y no se dejan influir  por otro tipo de compromisos o condicionantes. Con independencia de criterio.

Y hago esta reflexión porque, a menudo, desde el mundo político, que, si me lo permiten, conozco razonablemente bien, lo que se pretende es que la denominada sociedad civil se ponga "a la orden", en aras de pretendidos objetivos que todos, patrióticamente,deberíamos necesariamente compartir, identificando a menudo, posiciones de parte con posiciones a las que hay que adherirse sin más. Y, quién sabe, igual algunas de esas posiciones son dignas de apoyo. Sin duda. Pero no a priori y por definición. O creemos, de verdad, en la sociedad civil, o sólo hablamos de ella "de boquilla", para instrumentalizarla y servirnos de la misma. Y estoy seguro que esta actitud es la que responde muy mayoritariamente a la de los socios del Cercle. Yasí lo vamos a interpretar desde la junta directiva que tengo el honor de presidir. Y lo vamos a hacer proponiendo debates, definiendo prioridades y presentando nuestras opiniones que reflejen el sentir real de nuestras preocupaciones e intereses de fondo, más allá y con independencia de las coyunturas políticas.

Dicho de otra manera: lo peor que podría pasarnos, como sociedad, es que todo se subordinara al poder y, en especial, al poder político, con independencia de cuál sea su signo. Es imprescindible que haya ámbitos de independencia respecto de los poderes públicos. Y sería muy deseable que todo el mundo lo entendiera. Empezando por nuestra clase política. Y así, de paso, podría empezar a reflexionar sobre las causas de su progresivo y acelerado desprestigio. Y sobre su alejamiento de la ciudadanía y sobre algo que, en mi opinión, merece, una reflexión profunda: nuestros políticos se han convertido en el segundo problema que perciben los ciudadanos, después del paro y la crisis económica (que es lo mismo). Por algo será. Y no nos conviene. Padecemos, pienso, un exceso de politización partidista. Es, pues, la hora de la sociedad civil. Sin intentos de manosearla.

 

14-V-11, Josep Piqué, economista y ex ministro, lavanguardia