El pinganillo es el nombre popular del auricular que se emplea en televisión. Normalmente lo llevan los presentadores para recibir las instrucciones de control o para que sus colaboradores les pasen el dato preciso en el momento oportuno. También cuelga de la oreja de los que necesitan un intérprete para entender lo que dice su interlocutor. La palabra pinganillo significa carámbano en Asturias y buena parte de Castilla y León. Y ahora ese pedazo de hielo que cuelga de los tejados ha ampliado su significado al auricular.
El ex presidente Aznar ha afirmado que es una broma el hecho de que en la Cámara Alta los senadores tengan que llevar pinganillo para entenderse entre ellos. Es "una broma" que algunos sean tan tercos que quieran emplear otras lenguas. No importa que esas lenguas también pertenezcan a España y que el hecho de no poder hablarlas con normalidad las condene a la minorización. No importa que, renunciando a ese patrimonio, todos salgamos perdiendo. No importa que la ideología se imponga a la cultura.
Por eso ahora el pinganillo se ha convertido en una broma porque es un gasto superfluo. (¿No es un gasto superfluo la pensión vitalicia del ex presidente, que también cobra de una empresa energética ? Y otro tanto se puede decir de González.) Con las pensiones de los ex presidentes se podría contratar a una legión de traductores. Van muy baratos, créanme. El cuidado de las lenguas es considerado "un lujo innecesario".
Lo que es una broma es que en más de treinta años de democracia la mayoría de los políticos aún no hayan entendido que la pluralidad lingüística de España es una riqueza cultural que hay que cuidar y potenciar. Y que entender esas lenguas - ya no hablarlas-debería ser condición sine qua non para ocupar un escaño en el Senado. Así se ahorrarían los pinganillos. Y si uno quiere ocupar la presidencia del Gobierno, igual tendría que saber además algún otro idioma. Porque también fue una broma oír a Aznar o a Zapatero hablando inglés o francés en los foros internacionales. Algunos de los asistentes estuvieron tentados de colgarse el pinganillo para entender qué demonios estaban diciendo.
Y también es una broma que a los alumnos de enseñanza secundaria se les ofrezcan asignaturas opcionales tipo bádminton o cocina, en lugar de euskera o gallego.
Mientras buena parte de los políticos españoles se enorgullezcan de su monolingüismo, seguirán sin entender España y seguirán teniendo un "problema catalán".
24-I-11, Magí Camps, lavanguardia