Recientemente se ha inaugurado en Kentucky el Museo de la Creación, en el que los creacionistas han invertido 27 millones de dólares. Ya sabemos que los partidarios del "diseño inteligente" llevan tiempo tratando de convencer a la parroquia de que Dios creó al hombre tal como es y de que el darwinismo es una patraña. El año pasado fracasaron en su tentativa de validar la introducción generalizada de sus ideas en los programas de enseñanza, así que se están esforzando por propagarlas a través de otros medios. Este museo es un excelente ejemplo de ello.
Como en los parques de Universal Studios en Florida, abundan las reproducciones de dinosaurios, pues es sabido que para llamar la atención de los niños no hay nada mejor que algún que otro diplodocus estratégicamente colocado. Más convincente resulta aún si aparece expuesto en amistosa convivencia con reproducciones de sonrientes niños sapiens, como así sucede en el museo. ¿A quién le importa que esta escena nunca haya tenido lugar, y que entre los dinosaurios y el Homo sapiens medie la friolera de 70 millones de años? Desde luego, no a los que han concebido el Museo de la Creación.
Y no es ésta la única curiosidad con la que tratan de mostrarnos que la Biblia es susceptible de una explicación científica: la visita empieza por un espectáculo en el Planetarium donde se alude con solemnidad a los misterios del universo "que los científicos laicos (sic) no han conseguido explicar". El adjetivo laico aplicado a científico es una perla, pero hay más: por ejemplo, la explicación de que la Biblia "empezó a perder su influencia" a causa de librepensadores como Bacon, Darwin, Laplace o Descartes. También se pasan por el forro la validez de la prueba del carbono 14, en un vídeo donde un paleontólogo explica que los fósiles de dinosaurio, a su modo de ver, datan de la época del diluvio universal, hace poco más de 4.000 años. Pues vale. Todo para llegar a una conclusión: ¿quién, sino Dios, ha podido crear una estructura tan compleja como el ADN? ¿Quién, sino Él, pudo hacer algo tan maravillosamente perfecto como, pongamos por caso, un ojo?
Para acabar, una paradoja: en la escena donde se muestra el paraíso del Edén, Eva luce una larga cabellera que oculta sus partes pudendas y Adán lleva taparrabos. Así demuestran que su falta de respecto por el saber no tiene fronteras, pues no sólo desmienten a los científicos laicos,sino que hacen caso omiso del mismísimo Génesis, donde se describe a Adán y a Eva mostrándose el cuerpo desnudo sin sentir vergüenza.
El fenómeno podría resultar cómico, pero una nube siniestra lo sobrevuela, borrando todo rastro de comicidad: ¿no es siniestro que un ama de casa se enfrentara ayer con un profesor de instituto que, a la salida del museo, se atrevió a criticar el montaje, acusándolo agresivamente de "estrechez de miras"? ¿No es inquietante el intento de fomentar un debate entre ciencia y religión que es del todo falso, puesto que ambas disciplinas se plantean preguntas de distinta naturaleza? Y, sobre todo, ¿no es insultante para los creyentes que se trate de este modo su libro sagrado, reduciendo su gran valor literario y espiritual a cero y tratando de hacer de él un manual de ciencia del tres al cuarto? A mi modo de ver, lo es.
lavanguardia, 14-VII-07.