´La erre geminada´, Julià Guillamon

Las mellizas tienen seis años y están muy graciosas. Hace unos días Ximena, su madre, les explicó cómo se pronuncia en catalán la ele geminada. Les divirtió y se pasaban el rato geminando exageradamente la ele de col·laborar. El jueves pasado un amigo del padre, Ramon, salió durante unos segundos en el Telenotícies, en una información sobre la nueva imagen de las cajas. Le mandaron un SMS y al instante llamó por teléfono. Descolgó Ximena y enfáticamente le gritó: "Rrrramoon!". "Mira -le dijo Núria a su hermana Maria-, ¡la erra geminada"!

La anécdota da pie a una reflexión sobre la inmersión lingüística. Todos los padres de la mesa se quejan de que, a pesar de que sus hijos van a escuelas catalanas desde P3, los juegos en el patio son mayoritariamente en castellano. Y no digamos las bromas, las palabrotas, las muletillas o las frases hechas. Floreal cuenta que el año pasado su hijo Robert, que cursaba primero de ESO en la escuela Llevant, tenía que hacer un trabajo sobre Sin noticias de Gurb de Eduardo Mendoza. Estuvo fisgoneando y le llamó la atención el nivel de las preguntas. Mendoza utiliza un castellano castizo y muchas de las cuestiones giraban en torno a palabras y expresiones que no se corresponden con el lenguaje habitual de los chicos de la edad de Robert: "Ingiero", "me persono", "¡si al menos tuviera a alguien a quien confiar mis cuitas!" Mendoza las utiliza para poner de manifiesto la perplejidad del protagonista, un extraterrestre que aterriza en Barcelona en los meses anteriores a los Juegos Olímpicos del 92.

Favorablemente sorprendido, le preguntó a Robert qué libro estaba leyendo en catalán: En un lloc anomenat guerra de Jordi Sierra Fabra. Desde 1989 Sierra Fabra ha editado más de doscientos cincuenta títulos, en castellano y catalán indistintamente. Libros como Querido rey de España,Trucant a les portes del cel o ¡Ellos son diferentes! le han convertido en un especialista de las novelas con mensaje. Un lloc anomenat guerra es la historia de un reportero de guerra y del niño que le acompaña como intérprete. Da la sensación -se lamenta Floreal- que el catalán se ha convertido en un mero instrumento de transmisión de valores, la lengua en sí no tiene ninguna importancia y no digamos ya la calidad literaria. Mientras en la clase de castellano los chavales se divierten leyendo a Mendoza, en la de catalán cada día les echan un sermón. Entonces Núria y Maria, vestidas con jersey de cuello alto y un pichi negro, suben cada una a una silla para recitar el verso de Navidad: "Encara que sembli mentida. / Santa Claus ens ha ensenyat / que no hi ha color / perquè és molt millor / donar que no pas rebre, / donar és felicitat".

30-XII-10, Julià Guillamon, lavanguardia