´Cómo mantener la línea´, Sergio Vila-Sanjuán

El editor Gaston Gallimard rechazó el primer volumen de En busca del tiempo perdido, de Proust, luego se arrepintió y publicó todos los siguientes, de cuya difusión la editorial ha cuidado hasta nuestros días. Su hijo Michel conducía el coche en cuyo accidente perdió la vida Albert Camus. Sin conocer la historia de Gallimard no se entiende la cultura francesa del siglo XX. Sin saber algo sobre Fischer Verlag, que publicó a Thomas Mann y a Sigmund Freud, a uno le falta un referente fundamental de la alemana. Para aproximarnos al mundo cultural italiano de posguerra debemos familiarizarnos con Einaudi, donde trabajó Cesare Pavese hasta su suicidio, y donde se fijaron canones y se publicitaron los grandes debates intelectuales de la época. La historia editorial debería ser obligatoria en las facultades de Humanidades.

De los casos citados, Gallimard sigue siendo una editorial familiar mientras que Einaudi y Fischer han pasado a integrarse en dos grandes grupos que las han adquirido en distintas circunstancias. La primera forma hoy parte de Mondadori, a su vez propiedad de Silvio Berlusconi, toda una paradoja para el sello que fue el gran referente de la izquierda de su país. La segunda pertenece al consorcio alemán Holtzbrink.

Las editoriales son empresas culturales que cambian con el tiempo; en algunos casos mantienen su línea original, en otros la modifican y en otros, simplemente, desaparecen. La británica Faber and Faber, que durante mucho tiempo dirigió el poeta británico T. S. Eliot, ha podido mantener una línea literaria continuista en buena parte gracias a los derechos de autor de la obra musical Cats, inspirada en sus poemas, con los que pudieron cubrir algunos años de vacas flacas.

En España, editoriales influyentes que en día su fueron autónomas han acabado formando parte de grandes grupos. Seix Barral o Lumen pertenecen hoy respectivamente a Planeta y Random House Mondadori, que las mantienen como sellos emblemáticos, aunque los antiguos propietarios y sus familias ya no tienen nada que ver con ellas.

En los últimos tiempos, además, algunas editoriales europeas exquisitas han asegurado su futuro a través de acuerdos con grupos más musculados. Es el caso de Adelphi, dirigida por Roberto Calasso, participada al 48% por el gigante italiano RCS.

Pactando con Feltrinelli, Jorge Herralde consigue una doble finalidad: asegurar la continuidad de Anagrama asociada a un sello con el que tiene probada sintonía cultural, y también política en una izquierda de sentido amplio, lo que es importante para un editor tan sensible a estos temas como el barcelonés. Y evita tener que hacerlo con alguno de los grandes grupos españoles, con los que muchas veces ha dejado patente sus distancias de fondo y estratégicas, aunque a nivel personal pueda tener buena relación con sus representantes. Se trata en suma de una buena solución de futuro, aunque es posible que al amo de Anagrama, amante de la navegación solitaria, no le haya apetecido mucho tomarla.

Para Feltrinelli, editorial con pedigrí y expansiva, el pacto le consolida en el Olimpo editorial europeo y le abre el camino de América, donde Anagrama, muy bien distribuida, es referencia.

Terminaremos con una idea muy sabida, pero puesto que estamos a punto de estrenar Govern conviene repetirla una vez más: para Barcelona y Catalunya el mundo editorial constituye una prioridad estratégica absoluta, cultural y económica. Es claramente identitario. Y Anagrama, que tantas alegrías lectoras nos ha dado, aunque no es un gigante económico, constituye una de las joyas de la corona desde el punto de vista del prestigio. Nos conviene que tenga una larga vida, y que la tenga entre nosotros.

24-XII-10, Sergio Vila-Sanjuán, lavanguardia