´Irresponsables´, Susana Quadrado

Una de las cosas irritantes de los grupos antivacunas es su empeño en vestir su oposición con argumentos científicos. La razón de negar la vacuna cuando existe riesgo de infección suele ser fruto de la desinformación, aunque a veces se camufle de esnobismo o de posmodernismo. El investigador Pedro Alonso, una de las máximas autoridades en la lucha contra la malaria, arremetió hace unos días contra la actitud de los colectivos antivacunas. Dijo Alonso que esas conductas son responsables de que se propague la transmisión de los gérmenes patógenos y no se logren erradicar enfermedades como el sarampión o la polio, infecciones livianas para una mayoría pero que pueden ser mortales para otros.

Los epidemiólogos ya han dado la alerta: están calando entre la gente las teorías contrarias a la inmunización. Son tesis que se acomodan muchas veces en posiciones alternativas a la medicina convencional. Buscan sus razones en la fe, en el sentido estricto de la palabra: es decir, creer en algo sin que haya sido confirmado por la experiencia, la razón o la ciencia. Que la pandemia de gripe A del año pasado no tuviera el desenlace apocalíptico que predijo la OMS ha alimentado un escepticismo en el sistema de salud que cuestiona los esfuerzos de años de medicina preventiva. El reciente brote de sarampión en Granada o las primeras cifras sobre la campaña de vacunación de gripe vienen a confirmarlo.

El rechazo a las vacunas no es ni inocente ni inocuo. Si yo no me vacuno dejo de protegerme individualmente, pero obtengo gratis un beneficio gracias a que todos los demás sí lo hacen. Si un número importante de personas deja de vacunarse cuando así está prescrito, algunas enfermedades reaparecerán. Alonso suele recordar cómo en los últimos años ha habido epidemias de sarampión en países como Holanda, Estados Unidos y Reino Unido por la acción de grupos contrarios a la vacunación.

Ni quienes se rasgaron las vestiduras cuando el globo del virus de la gripe A se pinchó ni quienes hacen ahora esfuerzos por avivar la desconfianza en la ciencia tienen mucho que aportar frente a la experiencia práctica de los médicos y una producción científica contrastada, al menos a día de hoy. No se puede rechazar en nombre de una libertad personal mal entendida la medida de salud pública más eficaz de cuantas se conocen para salvar vidas.

Por eso conviene que personalidades como Pedro Alonso sean talibanes en este debate. Es una irresponsabilidad que unos padres se resistan a vacunar a sus hijos frente a un brote de sarampión que campa a sus anchas en un colegio, como ha sucedido en Granada. Como irresponsable es que los grupos de riesgo no se vacunen contra la gripe A. También médicos y enfermeras. Tan cierto es que los dos primeros muertos de gripe A de este invierno tenían patologías previas como que no estaban vacunados.

16-XII-10, Susana Quadrado, lavanguardia