īLuz y verdadī, Sergi Pāmies

En los últimos años hemos asistido a una evolución natural de las luces navideñas. Nuevos modelos de iluminación, más sostenibles y ecológicos, han modificado un recurso escenográfico que, según los expertos, estimula el instinto comercial del transeúnte y dispara nuestras neuronas más melancólicas. El diseño varía según las épocas, la inspiración del artista y el consenso de la asociación de comerciantes encargada de armar este belén lumínico y colgante.

El resultado varía en función de las calles y, en Barcelona, hay quien prefiere la iluminación de la calle Aragón a la del paseo de Gràcia o la de El Corte Inglés a la de L´Illa. En general, la intención del artista es aportar eso que, para entendernos, denominamos "motivos navideños". Ya saben: bolitas de árboles de Navidad, perfiles de abetos, siluetas de renos o de trineos, muñecos de nieve, corazones o copos de nieve ampliados reconvertidos a una geometría fácilmente identificable. En algunas calles cercanas a la plaza Francesc Macià, sin embargo, la iluminación inclina la balanza hacia un territorio explícitamente comercial: una especie de nieve a ambos lados y, en el centro, una bolsa de compra de asas. Nada de sutilezas. Nada de barbas de Papá Noel risueño ni cornamentas de alces dopados. Una bolsa de la compra de asas, con un par.

Algunas almas sensibles se muestran algo contrariadas por esta apuesta cuando, en realidad, es un acierto. ¿Para qué andarse con tonterías? Si el sentido de la iluminación navideña es estimular el consumo y crear un estado anímico que propicie el gasto más o menos descontrolado, ¿para qué fingir? En estos momentos, la prioridad económica se eleva como una certeza que afecta a todos los sectores de la sociedad. La crisis y sus abismales círculos concéntricos han transformado las malas noticias en un paisaje continuo y, para reaccionar, se apela al consumo como una de las piedras sobre las que levantar una lenta y agónica recuperación.

Y es allí donde aparece la imaginación del diseñador que decide proponer una bolsa de asas como único elemento figurativo de determinadas calles. Es un avance. Se deja a un lado la iconografía referencial indirecta y se opta por un mensaje menos hipócrita y que podríamos verbalizar como: "Venga, gástate la pasta". Es una línea interesante. Si logramos sobrevivir a estas fiestas y no somos arrasados por algún vendaval de negligencia política y económica, propongo que, en próximas navidades, se siga profundizando en esta tendencia gráfica y se iluminen las calles con billetes de cinco, de diez, de veinte y de cincuenta euros debidamente reconvertidos. ¿Sería una decepción para los niños? Al contrario. Algún día habrá que empezar a contarles la verdad.

18-XII-10, Sergi Pàmies, lavanguardia