Si no he perdido la cuenta, este año han sido 64, 11 en Catalunya. Son mujeres asesinadas por hombres que son o han sido sus parejas. Ya no impresionan ni los sucesos en concreto -al menos no como los primeros casos que saltaron a los medios- ni la contundencia de las cifras. Nos guste o no -a mí no sólo no me gusta, sino que me subleva-, por desgracia forma parte de nuestro paisaje convivir con la violencia machista.
Esta semana el tema ha ocupado parte del espacio mediático porque el jueves 25 de noviembre se celebra el día Contra la Violencia Machista, pero lo cierto es que su erradicación no es una prioridad ni de la agenda política ni de la social, por mucho que se diga lo contrario y por muy contundentes que parezcan las declaraciones en este sentido. A pesar del tiempo transcurrido, de las investigaciones y los datos existentes, seguimos tratando esta "chacra social"de manera estereotipada y sexista.
Hablamos de las mujeres muertas y debemos seguir haciéndolo -a pesar de los últimos datos sobre el posible efecto dominó de su presencia en los medios-, pero hay que hacerlo en otros términos. Es más importante el mensaje que acompaña a la información de estos sucesos que los casos en sí mismos. Por otro lado, su visualización sirve de denuncia y no sólo ayuda a las víctimas silenciadas sino que alerta del problema a la sociedad en su conjunto.
Ahora bien, también hay que empezar a hablar de los hombres protagonistas de estos hechos, para no seguir simplificando el problema. Porque igual que las víctimas somos potencialmente todas las mujeres, los verdugos son potencialmente todos los hombres y esto la sociedad todavía no lo ha aceptado. Jóvenes y viejos; nacidos en este país y fuera de él; de pueblo y de ciudad; ricos y pobres, cultos y sin estudios…
El problema es general porque la razón de fondo es el sexismo que impregna no sólo las relaciones entre mujeres y hombres, sino también todos nuestros actos sociales y nuestra forma de pensar y de ver el mundo. Estamos en el siglo XXI pero todo sigue igual, aunque parezca lo contrario: en nuestra sociedad, cualquier hombre sigue valiendo más que cualquier mujer.