´Más estantes y libros´, Valentí Puig

Las bibliotecas públicas norteamericanas han entrado en la temporada de celebrar los videojuegos. Hasta ahora no habían entrado ni el trompo, ni la petanca, ni se jugaba al escondite en la esquina de las enciclopedias y atlas. La biblioteca-feria, con sus montañas rusas y la mujer barbuda, rompe el sagrado silencio del lector que decide su destino enfrascándose en un libro. Más de 1.800 bibliotecas significativas de Estados Unidos consideran así que no son únicamente un lugar para libros, sino "una institución dinámica que ofrece una multitud de servicios y una variedad de programas para sus usuarios". Es un grave error de civilización.

El libro digital es una nueva tecnología de lectura como lo fue Gutenberg, pero la trivialización de las bibliotecas equiparando el videojuego al libro impreso consuma el deterioro de una institución capital al convertirla en ámbito de tantas actividades -como dice City Journal- sin relación alguna con la vida de la mente humana. Aquí constatamos cómo los recortes de gasto público afectan a las bibliotecas públicas, pero no a las verbenas. Los animadores culturales ya no saben qué hacer para que la gente vaya a las bibliotecas. Que no hagan nada. Que el presupuesto de animación cultural se invierta directamente en libros. Más libros. Es un deber de civilización. Tiene mucho que ver con el bien común.

Alguien, algún día, acudirá y pedirá un libro. Un ciclo de vitalidad recomenzará. Tiene que haber bibliotecas abiertas al afán de saber, a la búsqueda de alguna verdad. Si se confía en el principio de subsidiariedad, la iniciativa privada, y de no haberla, la pública -o directamente la iniciativa pública en nombre del interés común- están obligadas a ofrecer a la ciudadanía unos cientos de miles de libros ordenados en sus estantes, con buenos bibliotecarios y silencio impecable, a poder ser en un edificio digno, de empaque clásico y cierto vigor histórico.

Los políticos argumentan que el ciudadano no pide bibliotecas, como si eso las eximiera de necesitar partidas presupuestarias. Es postulable todo lo contrario incluso en un mundo que se audiovisualiza, ingresa en la era digital y parece carecer ya del instinto vital de la curiosidad, de la pasión del conocimiento, del vicio de leer. El ejemplo de una biografía, los laberintos de una ciencia o los goces de la literatura están en esos estantes y en esos libros. La neurociencia indica que en cada lector opera una mecánica neuronal de una eficacia y precisión admirables. Lo tomamos por lo que no es si le ofrecemos videojuegos como sustituto. Asimilando cientos de palabras por minuto, el lector, entre la energía intelectual atesorada por miles, cientos de miles de libros, es el señor de una red cuyos beneficios privados y públicos son incontables porque la historia de la inteligencia ha dado sus mejores saltos adelante en las bibliotecas.

20-XI-10, Valentí Puig, lavanguardia