´Castells´, Víctor-M. Amela

La televisión ya sabe mirar un espectáculo que no por muchas veces presenciado deja de ser de los más exóticos, singulares y vistosos que puedan mostrarse en una pantalla: los castillos humanos, los castells, tradición catalana que desafía las leyes de la física y tensa tendones y almas. Esta semana TV3 ha servido imágenes de citas castelleres del pasado fin de semana: con eficaz delicadeza la cámara recoge los movimientos de los cuerpos y las emociones de los rostros, el esfuerzo, la concentración, el miedo, la alegría, la euforia desatada a borbotones al descargar un castell imposible... La cámara parece contener la respiración mientras se yerguen los últimos pisos del castell y el enxaneta culmina, y vuelve a respirar al seguir el descenso de los castellers. Y la cámara cenital recoge los rostros desencajados por el éxtasis de castellers estirados sobre las mismísimas cabezas del resto de la colla como en el más muelle de los lechos, clamando al cielo su victoria. La cámara recoge el eléctrico beso en los morros que se dan dos fornidos castellers en la base del pilar, al ver descargarse sus hombros. La cámara sabe encuadrar entre la multitud estampas de abrazos convulsos, de lágrimas derramándose, de mujeres y hombres arrebolados de gloria, de niñas enxaneta alzadas victoriosamente por los brazos de los mayores de la tribu... Son retratos emocionales, imágenes de alta potencia emotiva: rezuman una felicidad tan plena que es difícilmente comparable a otra. Es el retrato del desafío, de la lucha, de la superación, de la cooperación, del triunfo sobre lo improbable y sobre uno mismo: emociones palpitantes y universales que cualquiera entiende. Transmiten al telespectador mucha verdad con mucha transparencia: no es raro que el estremecimiento que recorre estas imágenes anude la garganta del telespectador, aunque jamás se haya acercado a un castell.

7-XI-10, Víctor-M. Amela, lavanguardia