En las elecciones generales de 1979, había un candidato socialista por Girona, Antonio Lázaro, vendedor ambulante en los mercados de la Selva, que compartió cartel con Ernest Lluch, Joan Reventós y otros pesos pesados del socialismo catalán, y les disputó sin complejos el aplauso popular. Basaba sus discursos en la sencillez y esquivaba la verborrea fácil, en contra de lo que podría suponerse dada su profesión: -No os creáis a todos estos que os prometen dicha sin fin- arrancó una vez su intervención en un mitin en La Bisbal d´Empordà, y el publicó le brindó una primera ovación atronadora.
Me acuerdo de las palabras sensatas de Lázaro cada vez que se acerca una convocatoria electoral y los estrategas de campaña empiezan a bombardear consignas. Y me acuerdo especialmente estos días en que Catalunya parece debatirse entre dos promesas: una que mira atrás con nostalgia, a unos años que fueron menos tensos y más prósperos; y otra que sueña con el mañana venturoso de la independencia, que solucionará todos los problemas.
El president Montilla, al convocar las elecciones del 28 de noviembre, afirmó que ese día se decide el camino de Catalunya, no en una legislatura, sino, seguramente, en toda una generación. Es verdad, estamos en una encrucijada histórica y debemos elegir cuidadosamente el camino para no acabar en un despeñadero. Pero nos engañan y se engañan quienes nos quieren obligar a elegir sólo entre dos opciones, como si no hubiese más caminos; como si no pudiéramos transitar más de uno; como si aún no existieran los aviones para elevarnos y ver a dónde conduce cada senda antes de decidirnos. Se me ocurren al menos tres caminos que no sólo son viables a la vez, sino que son complementarios y que juntos incrementan su eficacia.
1. Catalunya debe perseguir la excelencia en la acción de gobierno, en el día a día. Nadie puede negar que Catalunya tiene hoy más competencias que nunca y gestiona un presupuesto enorme, superior al de muchos países. Puede que falte dinero, puede que la financiación sea injusta, pero no hay excusas para que cada departamento no se gestione con prudencia, con rigor, con eficacia y estableciendo con acierto las prioridades, que no olvidemos que están en el centro de toda actividad política. Los partidos deberían promover además un gran pacto con los cuerpos técnicos de la Administración, fundamentado en el rigor y la excelencia, para garantizar siempre una continuidad ordenada y eficaz. En la elección de las prioridades, en cambio, es donde debería jugarse la política: a veces para establecer grandes pactos; a veces para confrontar proyectos legítimamente diferentes.
2. Catalunya no puede renunciar a seguir negociando con contundencia con España. El Estatut, las transferencias pendientes y la financiación son herramientas tan importantes para mejorar la gestión del día a día, como imprescindibles para construir un proyecto de futuro más ambicioso. Resulta patético escuchar voces de supuestos patriotas que desprecian los beneficios de cualquier éxito negociador, escudándose en los beneficios futuros de una hipotética independencia. Como si independizar una nación más rica, con mejores infraestructuras y con más aliados no fuera una opción mejor que llegar a la independencia en la indigencia. Ya hemos visto como en la oposición todos se mofan de la política del peix al cove, pero una vez en el Gobierno, todos se entregan a ella con entusiasmo. Por una vez no estaría de más que todos los partidos se comprometieran a que, pasadas las elecciones, van a trabajar conjuntamente para que la pesca sea abundante.
3. Catalunya debe planificar un futuro más ambicioso. El malestar expresado en la manifestación del 10 de julio obliga a todos los partidos a afrontar sin complejos y sin límites el debate sobre el futuro. Creo firmemente que deben hacerlo en primer lugar los partidos contrarios a la independencia, que incurrirían en una grave irresponsabilidad dejando sólo en manos de los independentistas convencidos este debate. Pero también deben aplicarse a un examen riguroso los partidarios de la secesión, porque ya basta de excitar pasiones para después frustrarlas. Ha llegado el momento de hablar de cuándo, de cómo, de con qué apoyos internacionales; es hora de hablar del tratado de la Unión, del euro, de alianzas comerciales, diplomáticas y militares; de precios y de propiedades, Y hasta de banderas, porque ningún futuro, ni la independencia, es posible sin esa media Catalunya unida sentimentalmente a España, que vibra con la roja y que se indigna con razón si alguien quema la bandera rojigualda. Para quienes defendemos antes que nada la libertad de Catalunya, ejercer después esta libertad apuntando al federalismo, a la confederación o a la independencia ya no parece cuestión de corazón, sino de cabeza. Por eso creo imprescindible el debate.
Catalunya necesita respuestas simultáneas a los tres niveles de actuación, no vale escudarse en uno de ellos para menospreciar los otros. Negarse a afrontar los graves problemas de hoy, prometiendo dicha sin fin para el día de la independencia, es simplemente una estafa. Pero negar el futuro, porque el día a día nos tiene desbordados, también es una irresponsabilidad que nos costará cara.
4-XI-10, Rafael Nadal, lavanguardia